martes, 20 de febrero de 2024

SE LLAMABA RAÚL Y NO LLEGUÉ A CONOCERLO

 

Hoy se cumplen 30 años.

30 años de una noche en que llegué de madrugada a casa de mis padres, donde vivía todavía. La noche se había torcido y lo que iban a ser unas copas con los colegas acabó en tragedia.
Estaba un poco en shock. Tanto que no era consciente de que lo estaba.
Aún recuerdo la cara de mi madre mirándome horrorizada. Yo no sabía por qué.
- ¿Qué ha pasado?- dijo asustada.
- ¿Cómo sabes que ha pasado algo?
Ella me señaló a los pantalones y en ese momento los miré y entendí todo. Estaban encharcados de sangre.
- No es mía -. solo acerté a decir antes de derrumbarme en una de las sillas del salón.
Esa noche habían matado a un desconocido a pocos metros de donde yo estaba. Se llamaba Raúl. Luego lo supe.

Recuerdo como si fuera ayer el horrible sonido de fuelle del aire saliendo por la cuchillada en sus pulmones. Y lo recuerdo porque yo estuve allí, de rodillas, a su lado, intentando inútilmente tapar la gran herida por la que se le iba la vida. Junto a otros desconocidos tratábamos de mantenerlo vivo hasta que llegara la ambulancia. Pero se nos fue mientras lo intentábamos.

Por desgracia no era la primera vez que alguien moría en mis brazos.

También recuerdo, como un detalle fuera de lugar, que pensé en su dignidad. Pensé en que aquel chaval desconocido seguro que no pensaba que fuera a morir aquella noche. Ni así -Ni de ningún modo. Con veinte años todos somos inmortales-, rodeado de un corro de curiosos. Y recuerdo que le tapé una de sus heridas más graves con una prenda que llevaba. No sabía quien era, pero no se merecía que lo viéramos de aquella manera en aquel instante.

Al día siguiente lo escribí todo para recordarlo siempre. No quería dejar que aquellas sensaciones tan intensas se fueran. Leí la noticia en los periódicos como si se tratara de algo ajeno que no hubiera vivido en directo. Había muerto intentando evitar un robo. Una semana después, en el programa de radio en el que tenía un espacio lo relaté. Como un exorcismo. Obligándome en espera de algún efecto catártico. Buscando algún tipo de desbloqueo o una espita que al abrirse me aliviara el pecho lleno de tristeza. Aquel año escribí mi primer libro. Uno de los capítulos rememora aquella noche.

Por ahora tendría mi edad o algo menos, y podría haber sido feliz, tenido una familia, hijos, alegrías, una vida. Pero se apagó ante mi en aquella acera mientras yo lo miraba impotente. Una noche como esta hoy hace 30 años. Se llamaba Raúl. Luego lo supe.

Y ya.