lunes, 22 de noviembre de 2021

EL ESCLAVO DEL LAUREL

Se hace urgente, ya no sólo necesario, recuperar la figura del esclavo aquel que seguía al general victorioso en su carro sujetándole la corona de laurel, cuando a su entrada en Roma en triunfo le susurraba al oído aquello de "memento mori" mientras la masa le jaleaba. Y es que pisar moqueta hace que a los políticos se les olviden las mínimas pautas de humildad en su navegación en las aguas inmortales de la fama y el poder. O eso o que no tienen vergüenza, una de dos.

Siempre pensé que los romanos eran muy listos. No había más que ver todo lo que los propios líderes del frente de liberación de Judea se veían obligados a reconocer que les habían aportado a pesar de ser unos opresores malvados e incircuncisos.

En cierto modo a todos nos hace falta, al deportista joven o a la actriz prometedora para gestionar el éxito o la riqueza sobrevenida, alguien que nos recuerde en tiempo de bonanza que no siempre vendrán bien dadas, que una cosa es disfrutar el momento y las mieles del éxito y otra es no ser consciente de que no siempre ha sido así ni tiene por qué serlo, que la vida no es lineal en casi ningún aspecto. Y que el triunfo, como el desastre, son igual de impostores como dijo Kipling. Alguien que nos susurre al oído con cariño la verdad cruel para que la tengamos presentes aun mientras estamos flotando en el aire borrachos de éxito, o precisamente más en esos momentos por esta razón. Un ser querido, o al menos al que respetemos, que nos sujete el laurel con su admiración mientras nos sujeta también los pies a la tierra con sus críticas o sus consejos realistas. 

Porque es que veo que hay gente muy subidita que se merece una colleja dada siempre desde el espíritu de corrección fraterna, y desvergonzados varios a quienes conviene recordarles, Padrino´s stile, que arrieros somos y que no siempre les va a ir tan bien, y que el arroyo está ahí siempre como posibilidad de retorno. Idiotas crecidos que están pidiendo una cura de humildad por la vía rápida como nada.

Y ya.

viernes, 19 de noviembre de 2021

POLÍTICA DE MÁXIMOS

 

Hasta hace poco todas las partes entendían el juego. Aceptar la regla tácita de los máximos era la premisa; A la negociación se iba pidiendo mucho más de lo que pretendías para ir cediendo y encontrarse en el medio. Ganar algo todos. Perder algo ambos.

Hasta un niño lo sabía. Y pedía 100 de propina sabedor de que era la forma de terminar consiguiendo 60. Cualquier charlatán y mercachifle podrá dar fe de lo que digo. En el mercado se le ha llamado regateo desde siempre.

Nadie creía en su primera oferta. Ningún niño hubiera soñado siquiera con que le dieran los 100 a la primera sin más. Todos sabían que la primera postura era una premisa falsa.

Durante milenios y generaciones aceptar eso fue la base de toda negociación. Lo saben los sindicatos y la patronal, los padres y los hijos, los comerciantes, los vendedores y los compradores, los parlamentarios, los que rezan pidiendo a Dios, los políticos, lo sabe Rick de "El precio de la historia", los policías y los informantes, los matrimonios que funcionan, los abogados, los chantajistas, los prestamistas, los brokers, los delincuentes tratando de alcanzar un acuerdo.. Lo sabe cualquiera que viviera la transición española.. Y aunque su trabajo era no reconocerlo lo sabían los idealistas y los utópicos que se avenían así a jugar a este juego pues sabían que era la forma de avanzar paso a paso en sus causas... Si por saberlo lo sabían hasta los que inventaban los slogans y los que los pintaban en las pancartas.

Y desde siempre se han usado trucos sobre esa base. El más habitual consistía en subir artificialmente en el periodo anterior a la negociación las posturas. Así se tenía algo, que tú mismo habías creado para eso, a lo que renunciar luego para bajar tu posición hasta el punto que realmente deseabas. Lo hace Amazon los días antes del black friday con los precios, lo hace Bildu fomentando los homenajes a etarras a la salida de la cárcel para luego anunciar, días antes de pedir más medidas de acercamiento, que pide a sus fuerzas que los reduzcan al ámbito privado y así quedar como los que ceden. Lo hizo Jruschev en la crisis de los misiles. Lo hace Esquerra exigiendo chorradas como cuotas de catalán en Netflix para luego bajar el tono a cambio de otra cosa.. Es el truco más viejo del mundo.. Pero al menos lo es dentro de las reglas del juego que todos los interlocutores conocen. Hasta ahora.

Porque hoy nuevos jugadores han aparecido y traen nuevas reglas. Gente que resulta que no  juega al mismo juego que nosotros. Que se cree de verdad su primera postura de máximos. Es más, que no tiene otra. No lleva ninguna más a la negociación. No tiene un as en la manga ni nada en la recámara para luego. Gente que no va a la negociación a ceder sino a exigir. Y ni siquiera se molestan en tratar de disfrazarlo de posición de fuerza. Porque ellos (y ellas) no van a negociar. Van a corregir al equivocado (el otro) Son gente que se creen en un plano de superioridad moral y no tiene por qué jugar a nuestro mismo juego con las reglas de todos. Dogmáticos que se consideran en posesión de una verdad indiscutible que no creen que tengan por qué bajarse del caballo dado que "saben" que tiene razón y solo exigen lo que es "justo". Es la nueva forma de "Negociar"; levantarse de la mesa si no se acepta lo que ellos sostienen como base de la que partir todos. Eso como mínimo. De ahí en adelante.

Lo saben los que llevan a la mesa de negociación como un absoluto una postura que sería relativa para cualquier otro. Lo saben los populistas de todo signo, lo saben los radicales de cualquier posicionamiento, los baluartes y censores de lo políticamente correcto, los talibanes y fanáticos de toda rama, y los que le retiran el saludo a su amigo por no compartir su enfado ni sus ideas, los que ponen las pistolas sobre la mesa, los que esgrimen un tema como derecho humano para darle calidad de indiscutible, los de las declaraciones unilaterales de cualquier ralea, los de "esto como mínimo y a partir de ahí hablamos o se rompe la baraja".

Gente a la que le debían traer los Reyes Magos todo lo que pedía. Gente que no sabe jugar al juego.

Y ya.