lunes, 30 de noviembre de 2020

LOS CATORCE DÍAS DE ABDERRAMAN III


Cuenta la leyenda (Y así la recoge Antonio Gala en sus novelas) que el rey, que había tenido una vida supuestamente plena y disfrutado todas las riquezas y placeres imaginables, hizo un día una interesante reflexión cuando dijo que en toda su vida (Tenía entonces más de sesenta años) sólo había tenido en total catorce días plenos de felicidad. Es para pensarlo. 14 de un total de más de 22.000. 

He hecho el ejercicio. Y las cuentas salen. Porque no hablamos de mera diversión, ni de momentos de calidad, ni de instantes o ratos. No se trata de conversaciones de unas horas, ni de juergas, ni de un polvo maravilloso, ni de aquella cena, aquel cigarro, aquel whisky, aquella película, aquel concierto o aquella novela, ni de unas risas, ni de la fiesta en la que.. Hablamos de días enteros de felicidad plena. Hablamos de ser feliz desde que te levantas hasta que se te cierran los ojos. 

No quedan tantos una vez que restas aquellos de la infancia en que lo estabas siendo pero no eras consciente y aquellos otros en los que lo tenías que haber sido pero tú sabes que, por alguna razón, no lo fueron tanto (esos que quien te ve desde fuera piensa que sin duda seleccionarías en tu lista y sin embargo tú no lo haces). Haz la prueba. Si reúnes los 14 del rey eres un afortunado o te estás mintiendo a ti mismo.

Me hago trampas en la contabilidad porque tengo la suerte de contar en mi recuerdo con periodos de varios días seguidos de los que cualquiera de ellos estaría en esta lista y solo cuento como un día todo el pack. 

Miro la lista y no hay uno solo que pasara bajo techo. Todos ellos son al aire libre, acampado o de marcha andando por carreteras y caminos, o viajando, recorriendo lugares solo o acompañado, en ciudades nuevas, sobre la moto, en barco, en bus con amigos, día de buceos o subiendo a alguna cima. Tal vez alguno de clase en aquel COU tan divertido. 

Todos son cansados, plenos, satisfactorios hasta el agotamiento. No tienen otra cosa en común pues en varios estaba sólo mientras que en otros tenía la mejor compañía posible para ese día. Los hay llenos de silencio y otros completos de diálogos maravillosos.

Solo sé que, a la manera de Arya Stark con su lista, pero al revés, me gusta quedarme dormido haciendo esa recapitulación mentalmente:

- Aquel día contigo en Roma

- El del brindis en Drumnadrochit 

- Aquel otro en la marcha de los puertos entre Asturias y León.

- Ese en la moto por las playas de Normandía.

- El día que nos perdimos en Estambul.

- El del campamento de Quintanar que acabamos enterrando una botella.

- El de Pontedo y el juego de Tola.

- El que fui a bucear y volví cambiado.

- El Trastévere con mis hijos..

- El que tardamos en construir aquel puente sobre el río en Cármenes

- El de Sad Hill y su puro

- El de nuestra primera vez en las Tuerces

...

..

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Y ya.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

ELEGÍA A LA POSTURA DEL MISIONERO

 

Es injusto. Se recordará este día porque murió Maradona y sin embargo la verdadera distorsión en la fuerza que hoy se ha producido ha sido la partida de José Luis Garayoa. El mundo es un poco peor sin él. Aunque también, y esa es la buena noticia, es mucho mejor gracias a su paso por aquí.

Por menos de lo que hizo José Luis Garayoa se han organizado desfiles y llenado el cielo de confetis lanzados desde los rascacielos para conmemorar cosas menores comparadas con su vida. Del paso de José Luis Garayoa por la tierra deberían hacerse canciones y estudiarse en los libros. Llenamos las horas de debates absurdos y polarizantes buscando nombres que poner a las calles de nuestras ciudades que no ofendan a nadie, y teníamos el suyo disponible. Debería ser recordado por las generaciones y puede que mañana ya no sea sino una ola en la arena. 

Pero estoy seguro de que no será así. No porque nadie oficialmente ordene su memoria como obligatoria inventando un día dedicado a él, sino porque deja tanto amor en el mundo que es imposible que el tiempo lo borre de tantas y tantas personas en cuyo recuerdo queda su sonrisa. Con la medalla de Navarra o hacer el saque de honor en el Zorrilla no vale.

Lo conocí en los noventa. Era ya entonces el padre agustino que murió hoy. Se le veía como ligeramente falto de aire aquí. Fuera de su lugar. Deseando volver cuanto antes a primera línea con los suyos. Y sin embargo sonreía y era feliz como solo los santos pueden llegar a serlo. Su postura era la del misionero. Hacíamos bromas con eso. La pobreza era su medio, su alegría, su vocación y su esperanza. En una ocasión lo secuestraron en Sierra leona por hacer aquello a lo que se dedicaba y estuvo a punto de morir de una manera horrible. Vio jugar a la pelota a sus captores con la cabeza de otro de los rehenes. Así me lo contó él mismo. Y sin embargo los amaba mientras me lo relataba. Y era sincero. Y no lo hacía por obligación ni cumplimiento de ningún voto, ni por mera piedad condescendiente mal entendida, sino desde el corazón. Tuvo al verdadero Jesús como guía en cada momento. A ese Jesús que se encarna de cuando en cuando en hombres así demostrando a los escépticos su existencia. En sus debilidades humanas también, en sus aciertos divinos sobre todo. En su darse constante. Decir constante últimamente está sobrevalorado y suele hacerse de manera hiperbólica. No es su caso. Su darse sí era constante. Desde hace muchas décadas y cada minuto del día. Si respeto el hecho religioso, más allá del respeto que me merece la creencia íntima de cada ser humano, es por José Luis Garayoa. Él sí era la Iglesia en la que creo. La del amor. La de la humildad y el trabajo por quien no puede luchar por sí mismo. La de la coherencia valiente que queda fuera del alcance de los que somos cobardes para llevar a las últimas consecuencias el mensaje en el que creemos. Es por él también, en su memoria, que desprecio tanto a quienes manchan algo que mi amigo tan bien personificó,

Aprendí de él un sentido práctico, radical, activista y militante del término "cielo". Hablaba desde la modestia sencilla, el trabajo y la sonrisa eterna. Sonrisa que iba plantando a su paso, cultivando felicidad de otros y regándola para que creciera fuerte. José Luis era el amor. 

Hoy ha fallecido la mejor persona que he conocido nunca. No es una forma de hablar ni una exageración hagiográfica. Es la única descripción que se me ocurre. José Luis era un hombre BUENO con mayúsculas. Y eso son palabras mayores. Garayoa jugaba en otra liga de la bondad y la calidad humana, en una a la que los demás no llegaremos ni soñándola. 

Me llamaba su amigo y jamás habrá ningún timbre que ostente con mayor orgullo.

Ojalá esté con su Dios y todo sea como él creía.