domingo, 31 de enero de 2021

ESTO ES LLEVAR LA DEMOCRACIA DEMASIADO LEJOS

 

Me resisto a hablar de política cotidiana -pienso que no hay nada más ordinario que hablar de lo ordinario-, pero a veces no queda otro remedio. Leo y oigo mucho últimamente el mantra de que "esto que vivimos no es una verdadera democracia" y tras pensarlo creo que estoy de acuerdo, pero por motivos distintos a los de quien habitualmente lanza esa proclama. Desde hace unos años la calidad de nuestra democracia se resiente y cada vez tenemos menos la sensación de vivir en una de verdad, o en lo que creemos que debe serlo. Por suerte algunos vivimos una en los años de la transición y podemos comparar. Al menos tuvimos líderes de altura que nos enseñaron el modelo correcto que desde hace un tiempo se está destruyendo.

El mejor barómetro y prueba de lo que digo es que hemos perdido la ingenuidad idealista. Hoy aceptamos resignada y cínicamente la corrupción y la nula separación de poderes como parte del "sistema". "Picaresca española" lo llamamos para justificarlo y justificarnos ("¿quién no haría lo mismo si estuviera ahí?" es la frase con la que condonamos las deudas éticas). A nadie extraña una noticia sobre un manejo en una votación (Bush, Trump, Putin..) cuando en la concepción primigenia de democracia que nos enseñaron eso era el escándalo por definición. Hoy todos sabemos que se prevarica con frecuencia y descaro, y conocemos casos de nepotismo y de enchufados. Y que hay "llamadas" y "comidas en reservados" entre poderes para negociar sentencias o influir en jueces para que "tengan en cuenta criterios de oportunidad y conveniencia" a la hora de adoptar sus decisiones. Y que quienes verdaderamente gobiernan no son nuestros elegidos sino las élites económicas que creíamos superadas pero que en realidad nunca se fueron, los poderes que los sostienen y les dictan lo que deben "decidir" según les influya. Y la desconfianza hacia la clase política es la norma. Hubo un tiempo en que se partía de la presunción de su inocencia en tanto no se corrompieran y la excepción era la contraria. Hoy día está instalado en nuestra mente política el pensamiento opuesto y sabemos a ciencia cierta (lo han demostrado con creces) que están ahí por interés personal y económico antes que por el del pueblo al que dicen servir, y que van a robar si les dejamos sin vigilancia, y nos tienen que demostrar su inocencia si es que la tienen. Y que no estamos gobernados por los mejores de nosotros sino por los más populares o los que mejor supieron medrar y hacerse un camino de favores debidos. Y la prensa es de un color político en lugar de independiente y correctora de desvíos de poder. Y no hay diferencia entre el legislativo y el ejecutivo. Y los políticos nombran jueces de su tendencia. Y se les conoce como progresistas o conservadores sin ningún recato. Y los mecanismos de control mutuo han desaparecido. 

Hoy damos por hecho que no es la justicia lo que mueve el mundo sino el interés. Y hasta ahí es normal, es algo que hemos sabido siempre y quien no lo ha querido ver era un ingenuo, solo que pensábamos que era parte de las funciones de los gobiernos luchar contra ese desajuste y tratar de corregirlo. Y hoy ya nos hemos rendido en esa utópica creencia. Hoy sabemos con certeza absoluta que ninguna decisión política por mínima que sea es tomada sin tener en cuenta las consecuencias para el político que la toma y para su partido, o intereses en principio ajenos a la cuestión. Y que nos mienten. Continuamente. Y nos manipulan. Y nos tratan como si fuéramos idiotas.

No. Esto ya no es un estado de derecho cuando no hay seguridad jurídica y los condenados por delitos graves salen a la calle por conveniencia política sin cumplir sus penas. Cuando se usa el indulto como elemento corrector de las decisiones judiciales por interés partidista y electoral y no para evitar la injusticia de la aplicación estricta y rigurosa de la norma que es para lo que la figura fue creada. Cuando un poder (que fue creado para controlar al otro) es ninguneado en sus decisiones por el segundo y de nada vale la inversión en tiempo, dinero, profesionales, formación, etc. que es un juicio, si luego puede llegar el ejecutivo y saltarse lo decidido. Cuando el ciudadano no sabe a qué leyes atenerse, cuales debe cumplir y cuales son relativas e interpretables. Cuando se sabe de seguro que esa aplicación va a ser más o menos rigurosa dependiendo de tu pertenencia a ciertos colectivos o no.

Y en el campo ideológico el odio ha relevado a la búsqueda de la felicidad de los ciudadanos y la justicia social como metas. Y se ha instalado como medida y herramienta de eficacia política. Cuanto más consigo polarizar mejor político soy. Y se ha perdido el más mínimo sentido de la vergüenza y se mete la mano en la caja sin pudor. Y no queda un ápice de honra ni de lealtad cuando transiges con quien no condena expresamente que sus antecesores mataran vilmente a tus compañeros de partido y a los servidores públicos y a los ciudadanos en general y a niños entre ellos, y lo haces por un puñado de votos. Así se pudre un sistema. Desde su base. Desde los valores que lo dan fundamento.

Y me duele especialmente por lo que tiene todo ello de "normalidad". Para mí (y espero que para la mayor parte) esos comportamientos son faltos de ética e incorrectos. Aunque la gente los asuma saben que están mal pero los tienen por un mal menor. Sin embargo para la siguiente generación serán tan normales (en el sentido de frecuencia) que serán tenidos por normales (en el sentido ético y estético) a base de haberlos visto repetidos hasta la saciedad.

Y ya.



sábado, 9 de enero de 2021

EL DON


Para ver el sol en los días nublados me hice piloto,
para elevarme sobre las nubes en su busca.
Y para verlo brillar sobre los pinos
construí un torre mas alta que el bosque
a la que subirme siempre.

El don es volar. No ver las ciudades debajo de tan alto que vuelas. Ver sólo campos de nubes. Contradecir tu esencia. Elevarte ingrávido. Estar donde nadie más está. Donde les es prohibido al resto. Perder el sentido de la verticalidad y vivir en las verdaderas tres dimensiones. Moverse por el aire. Hacer las líneas rectas. Volar sobre las cimas y las cuerdas. Donde se pensaba que estaban los dioses. Saberte el privilegiado que eres. Poder elegir subir un poco más todavía, la dirección absoluta y axial en que moverse. Ser la desconexión y el olvido por un momento. Estar solo aquí arriba. Dueño de todo.

Lo sublime es el segundo en que rompes el hilo con el suelo. El segundo primero en que flotas y asciendes. En el que, por miles de veces que lo hayas hecho, sientes de nuevo el agradable vuelco en el estómago de quien se separa de la tierra retando a la gravedad. Es la sensación de ser un dios y un elegido que doma con sus alas el mundo prohibido a los demás y rompe en cada despegue el cordón umbilical. El dueño de la gigantesca fuerza que te empuja y está bajo tu dominio. El único que puede sentir esa sensación de control total en el instante.

El don es olvidar durante ese tiempo el suelo al no tener otro que el blanco debajo de ti y el azul fascinante encima. No tener otra preocupación que el horizonte. Separarte de todo lo que no sean tus sensaciones. Saberte poderoso y diferente, elegido para estar en ese mundo vedado al resto que es el aire. Especial. 

Es saborear el poema hecho de jirones. Entender que todo el camino que te llevó aquí mereció la pena por este momento que nadie más sabe como sabe.

Volar es el don.