sábado, 31 de octubre de 2020

EN TORNO A LA SUSPICACIA

 

La hipersensibilidad va a ser el rasgo por el que se hará reconocible toda una generación. La que va a crecer con la sospecha subida a su hombro como un loro pirata que les susurra al oído que deben ofenderse por cosas que a nadie habrían ofendido hace veinte años. Y hacer patente su molestia, no sea que a alguien se le haya pasado y no se haya dado cuenta de lo que algo les ha molestado. ¡Que yo tengo mis derechos! ..No te vayas a pensar.. y que no cedo ni un milímetro en la lucha por su defensa..

La de una promoción que llama lucha a 144 caracteres faltas de ortografía incluidas. La de quien ve arrepentimientos sospechosos en un mensaje eliminado en Whatsapp y a la que hay que añadir un emoticono de una carita sonriente para que distinga cuando algo se dice en serio y cuando en broma. Esa con la que hay que andar con cuidado autocensurándose para no caer en supuestos ataques que aunque no sean intencionados son dignos de reproche. La que se sabe poderosa por poder hundirte aún sin razón aparente. La de la mentalidad defensiva aunque no haya ataque, por si acaso, en prevención. La que crea las normas sociales y te las va descubriendo a medida que las infringes. Y te lo hace saber, como la turba que persigue al monstruo con sus horcas virtuales. Esa de la que estás en contra salvo que se demuestre lo contrario. Y que lo debes demostrar además activamente o serás acusado de tibio y equidistante. El peor pecado del vigente decálogo.

La quinta de la piel fina, del dogma de lo políticamente correcto, de las premisas indiscutibles, de la falta de matices, de la asunción acrítica de lo que se les ha dicho en los últimos 20 años pero el pleno convencimiento de la evidencia de que lo anterior a ellos (y ellas) era erróneo.

RECUERDOS DE LA ARCADIA

(O de cómo tal vez el arma del diablo ha sido la comodidad)

Un día parecerá ciencia ficción que allá a finales de los ochenta y principio de los noventa la sociedad occidental estaba tan acomodada y aprendida de la lección de la guerra fría y las guerras mundiales que la mera idea de vivir en carne propia alguna vez un conflicto armado era impensable ya, y que nuestros ejércitos por suerte jamás tendrían que aplicar sus entrenamientos. Que la libertad era la bandera de la felicidad y se respiraba en el aire, en la creación, en la expresión. Que el estado del bienestar era una realidad de la que ya no cabía marcha atrás en Europa y que solo restaban pasos de progreso hacia adelante en la dirección del pleno empleo y las coberturas sociales y sanitarias totales. Que cada generación iba a ser más rica y feliz que la anterior como ya era tendencia desde hacía décadas, y mejor preparada, y más alta y guapa. Que el entendimiento entre las naciones era un hecho y un día seríamos una sola Europa como parecía claro. Que el hambre era un fantasma perteneciente a otros mundos y épocas. Que la religión estaba quedando por completo al margen de la vida política y en general de lo público. Dimos por superadas viejas trincheras. Asumimos con la naturalidad indiscutible y evidente que éramos iguales hombres y mujeres. Que la sanidad pública universal y el derecho a la educación pública estaban consolidados y garantizados sin la intervención de la esfera privada. Que el Rey era alguien que no podía delinquir. Que se hizo una transición modélica que los países miraban con envidia.

Sedados por nuestros problemas de primer mundo no vimos venir a los pobres que querían, lógicamente, algo de nuestra riqueza, ni previmos las consecuencias que tendría. Solo vimos las ventajas del capitalismo y tachamos toda crítica al sistema como fracasada y de modelos superados. No concebimos que el fanatismo religioso alcanzara tales cotas de maldad, de influencia y de daño. No supimos ver lo que internet arrastraba de malo junto a todo lo bueno que traía. No creímos a los alarmistas que anunciaban que el planeta se resentía, ni, adormecidos, reconocimos los síntomas del populismo. Y menos fuimos capaces de prever un contagio mundial que provoca todo el daño imaginable. Dejamos que nos lideraran los menos capaces y los más interesados.

Y no solo aceptamos el sectarismo como pauta social inevitable sino que nos subimos a ese caballo con furia de converso. Y la intolerancia se acurrucó en nuestras sociedades y la dejamos un rincón en nuestras almas. Y olvidamos los valores en los que creyeron nuestros antepasados por caducos y anticuados, cuando fueron la salvaguarda del mundo durante años.

Y por todo ello hoy tenemos miedo de dar nuestras opiniones y la libertad (en general pero la de expresión especialmente) se ve amenazada por una continua autocensura vigilante para no molestar al credo dominante y políticamente correcto, y a la legión de censores encastillados en su dogma. Y hoy solo estamos "casi seguros" de que no veremos una guerra, y no tanto lo estamos de que no la vean nuestros hijos. No tenemos garantías de no ver hambre en nuestro entorno. La nación que durante medio siglo fue la más poderosa del mundo ha sido atacada en su territorio y partidarios de los candidatos a presidentes van armados por las calles. Todo un fiscal ha dado por probado que nuestro rey delinquió gravemente durante su periodo. No está garantizada la atención médica ni la jubilación (un gobierno "progresista" legisla para que trabajemos más años).
Lo que sí lo está es que la generación de mis hijos será más pobre e infeliz que la mía.

Mea culpa.

Y ya.



viernes, 16 de octubre de 2020

PIANISTA MARTÍNEZ

 Idea para un guion. 

Años después de la guerra del 36 un influyente falangista y divisionario laureado de apellido Martínez busca a su sobrina con los hilos que su posición en la dictadura le permite mover. La chica se perdió siendo niña en medio de un bombardeo en Toledo y él tiene la esperanza de que siga viva. Es la hija ilegítima de su hermano fallecido que era un viva la vida, pero es su sangre. 

En su busca encuentra en un pequeño pueblo de los Arribes del Duero a una joven parecida al crápula de su hermano y cree que puede ser ella. Le pregunta por sus recuerdos. No tiene ninguno de sus padres. Cada vez más convencido de haber dado con la bastarda le dice quien cree que pudieron ser.

Para ello le cuenta su historia familiar. 

Empieza relatándole como a su hermano Jorge y a él el malnacido de su padre los abandonó siendo niños en su lejana Valencia, y dejó sola a su madre a su cuidado. Le narra que solo tiene un lejano recuerdo de ella cocinando una paella riquísima pues al poco tiempo la madre murió de tristeza y ellos fueron internados en un hospicio.  

Explica que siendo muy críos los separaron y que solo supo de su hermano en momentos concretos a lo largo de sus mutuas existencias. Mientras a él lo adoptó un cabo de la Guardia Civil y su esposa, a su hermano lo recogió una familia de comerciantes de Murcia que ya tenían una hija, Antonia. Lo trataron como a un hijo y Ana, la madre, le enseñó a tocar el piano, pero el muy desagradecido cuando crecieron dejó embarazada a su hermanastra y tuvieron que casarlos. 

Entonces llegó la guerra. El canalla de Jorge fue saliendo del paso en la vida tocando el piano en antros y tugurios gracias a las notas que le había enseñado su madrastra, que también murió al poco de su matrimonio sin llegar a conocer a su nieto Anselmo. Vivieron bajo el mismo cochambroso techo los tres con su suegro durante un tiempo. Al cabo Jorge también se fue a vivir la vida como antes hiciera su padre dejando allí a Antonia, al niño Anselmo, al suegro y a un proyecto que estaba en la barriga de Antonia y que luego se llamaría Ana como la abuela. Y como no sabía tener la bragueta subida se encamó con una golfa a la que no pareció importar mucho el anillo que Jorge llevaba porque no se podía quitar. 

La historia de Laura, que así se llamaba la susodicha, tampoco era envidiable. Casada sin amor por pena con un pringao que la dejó embarazada en primero de enfermería tuvo a su hija sola y se hizo puta, pues se enteró de que durante la guerra un señorito había reconocido al pringao como hijo de un padre rojo y lo habían fusilado (Luego se sabría que no había muerto sino echado al monte y que lo habían terminado matando los suyos)

Así que allí estaba Jorge con su otra familia, hija putativa incluida, mientras la suya le esperaba de regreso. Pero es que Laura sabía hacer cosas que con Antonia ni hubiera soñado.

Laura le cuenta un día que mientras estaba fuera ha venido Antonia y a pesar de lo forzado de la situación y de lo violento han hecho buenas migas. "To pa tí" le ha dicho cómplice y se han despedido como buenas amigas. A Laura le ha caído bien Antonia. Le dice que tiene otra hija, Ana, de la que Jorge no sabía nada. Entonces despechado por el desprecio Jorge abandona a Laura y va en busca de Antonia para saber "qué es eso de que ella le abandone a él. Faltaría más". Pero cuando llega a su casa un mes después se entera de que han emigrado a Suiza. Ya nunca la volverá a ver, ni al chaval. Ni conocerá a su hija. Tampoco volverá a ver a Laura, que ha cogido a su hija y su nuevo bombo, del que Jorge no sabe nada, y se ha dado el bote.

Laura hace ahora la calle por pueblos y ciudades. Tiene dos bocas que alimentar. Una hija del pringao y otra de Jorge. Un día el nuevo chulo de Laura coge a las tres y se las lleva, pero en Toledo un bombardeo mata a la mayor y separa a Laura de la pequeña. Laura no volverá a verla nunca más. Entonces se entera de que Jorge ha palmao y va al entierro. Allí ve al camisa azul que dice ser su hermano y le dice quien es pidiéndole que le ayude a buscar a su hija perdida que es su sobrina. Él se resiste a ayudar a aquella piltrafa humana, pero la sangre tira y es buen cristiano. Cede. 

Tras años de búsqueda infructuosa Laura muere en la cárcel sifilítica y él sigue la búsqueda.

Y ahí lo tenemos, en Aldeadávila de la Ribera, hablando con una chavala desconocida a quien acaba de decir quienes fueron sus padres. Ella no termina de creérselo. Normal. Él esta casi seguro pero duda aun.

Entonces ella le invita a quedarse a comer pues hoy ha cocinado su plato preferido. Hay paella y está de miedo. Aquel aroma trae al soldado recuerdos de la niñez cuando todo era aun fácil y nada de todo lo que vino después era previsible.

- ¿Quién te enseño a hacer paella? - le pregunta-. ¿Cómo alguien de Salamanca sabe hacer una paella así?

- Nadie -responde ella-, es un don.

- Aún no se cómo te llamas - dice él pensativo.

- Antonia -contesta-. Me acuerdo que me lo puso mi madre por una mujer a la que admiraba.

..y entonces se quedó callada.

Y ya.

(..O de como destrozar una bella historia de amor traduciéndola a la española.

Plagio descarado de Boris y homenaje a Yuri, a Lara, a Tonya, a Shasha, a Anna, 

.. y a la balalaika)

miércoles, 14 de octubre de 2020

LA BRUJA Y EL VIAJE

"When I was seventeen it was a very good year"
-Frank Sinatra-

Cuando con diecisiete miraba al futuro próximo a medias soñando y a medias planeando deseaba ser periodista. Buscaba cómo estudiar una carrera que no había en mi ciudad y a la vez conjugarlo con la imposibilidad económica de costeármela. Mis padres (especialmente mi madre) sabía de ambas cosas. Por entonces en una ocasión ella y una amiga visitaron a una vidente y mi madre la preguntó por mi futuro. Recuerdo que llegó a casa esperanzada porque la pitonisa le había dicho que había visto un viaje en tren y una ciudad con mar. Ella, como yo, depositó durante un tiempo sus esperanzas de ver cumplido mi sueño en aquella visión. Recuerdo que tratábamos de hacerla encajar en la situación, y conectábamos la posibilidad de estudiar en Barcelona a donde se llegaba sobre vías y donde yo tenía familia que tal vez me acogiera.
También recuerdo que años después escribí sobre ese viaje que nunca se hizo cuando publiqué mi primer libro. Era uno de los relatos que contenía y ya entonces en aquellas líneas volqué la metáfora del simbolismo de aquel tren y aquel viaje y su significado en mi vida, así que no volveré a repetirme. Varias veces he escrito sobre viajes muy importantes para mi. Es una fuerte imagen cargada de miles de significados en mi pensamiento. Escribí en verso sobre el viaje del que era mi mejor amigo cuando por entonces se fue a intentar cumplir su sueño a Cartagena (otro viaje en tren y otro sueño que no pudo ser), escribí sobre los que años después hice yo, sobre viajes reales e iniciáticos,...

Hace poco esa figura del viaje metafórico me iluminó de pronto y  adquirió un nuevo sentido sobre el que no había pensado hasta ese momento; El del viaje de la paternidad. Desde que tengo uso de razón siempre quise ser padre tal vez precisamente en espera de momentos como el que estaba viviendo mientras me asaltaba aquel pensamiento conduciendo por una autopista hacia el este. Pensaba en otro viaje. El que me lleva hacia mi ocaso, que espero esté lejos (ojalá. Me queda mucho por ver) pero que ya está más cerca que el de mi amanecer. El del tiempo que pasa... Y ese pensamiento me llegó al darme cuenta de que en ese instante estaba llevando a mi hijo en su propio viaje a una ciudad con mar a estudiar lo que quería.

Y me dio por pensar en mi madre y en su visita a aquella bruja con su amiga 33 años atrás. Y en los sueños que se cumplen y en los que no pero fueron buenos sueños. Y en los que fueron sus sueños, y en cómo miraba a sus hijos con esa mezcla entre el miedo y la esperanza que luego se me puso a mí en la mirada cuando fui padre como se nos pone a todos los padres por mucho que serlo hubiera sido siempre nuestro mayor deseo. Y en que espero no haberla decepcionado con cómo he usado la vida que me dio. Y en mi propio sueño cumplido de ver a mi hijo, al que veía por el retrovisor ajeno a todo aquello que en ese instante me pasaba por la cabeza, hacerse un hombre bueno. Mirar como, recién dejados a su vez sus propios diecisiete, iba mirando por la ventanilla y a lo que miraba era al futuro en la metáfora de los campos pasando ante sus ojos. Y en los sueños que poblarían su cabeza mientras devorábamos los kilómetros y que yo desconocía porque es ley de vida. Y en lo que esa vida le tenía reservado en la esperanza de que fuera al menos tan feliz como yo lo había sido hasta ese momento en que pensaba en todo aquello.

Y ya.

lunes, 12 de octubre de 2020

GRACIAS AL AZAR QUE ME HA DADO TODO

Quienes no tenemos un Dios a quien dar las gracias estamos en desventaja. Porque la existencia o no de Dios es más o menos discutible y las creencias respetables, pero lo que es innegable es mi necesidad de agradecer mi suerte. Y no tener a quién es frustrante. Por eso hoy, concretamente hoy, daré gracias al azar, al destino o a quien haga falta. Porque lo merece. Y agradeceré a mis amigos creyentes que las den en mi nombre a su Dios. Por si acaso.

En mí se reúnen todas las circunstancias para cumplir el dicho. Como bien nacido. 

En mí confluyen las mil casualidades que hicieron falta darse para que no pueda evitar este sentimiento de gratitud que no puedo proyectar sobre una personificación divina concreta así que vuelco en el azar. Para darle suelta a mi necesidad de hacérselo saber a alguien. De gritar mi GRACIAS a los cuatro vientos. De mi particular eucaristía de hoy.

Vivo en el mejor lugar del mundo y en uno de los mejores momentos de su historia (pandemias coyunturales aparte). Y yo no he hecho nada para merecerlo. Ni tengo de qué sentirme orgulloso pues fue fruto de la mayor de las casualidades. Yo no he hecho nada para ganar este premio que disfruto. Eso le da mayor valor a mi agradecimiento a quién corresponda. 

Miro a mis vecinos de planeta y entiendo su envidia. Lo lamento. Yo solo aparecí aquí sin pedirlo. Desconozco el mecanismo, si lo hay, por el que yo he tenido esa suerte y ellos no. Siento su desgracia cuando miro al sur, y entiendo que quieran venir a compartir conmigo mi fortuna y que apuesten en el intento lo más valioso que tienen.

Miro en mi derredor y veo belleza, y clima benigno, y riqueza, y carácter afable, y ganas de disfrutar la existencia, y una lengua universal, y una cultura que ha dado columna vertebral a la civilización y a la historia, y hombres y mujeres maravillosos, y arte, y mar, y montañas, y sol. Veo que estoy en la modernidad de occidente y en los valores heredados de la ilustración y de los anteriores derivados del derecho romano. Veo que tengo lo mejor de cada mundo: la herencia democrática más antigua, el proyecto europeo que todavía puede salir adelante y ser el verdadero baluarte de los genuinos principios democráticos, .. y a la vez la hermandad de idioma y costumbres con hispanoamérica y también el Mediterráneo que nos ha bañado con cada cultura que nos compone, el clima privilegiado que envidia el Norte, la aportación de la cercanía africana.. y entiendo lo injusto que puede parecer que todo ello me haya sido regalado a mí sin haber tenido que hacer nada salvo nacer aquí.

Y veo leyes e instituciones, y libertad, y seguridad, y valores que se han ido asentando y construyendo con el tiempo y los sacrificios, y posibilidad de elección, y un potencial para ser feliz que más de dos terceras partes de la humanidad no tienen. Y veo un sitio, un territorio, un espacio rodeado por el mar y marcado por unas fronteras que son signo descriptivo de donde se da todo lo dicho y a partir de donde rigen otras leyes y formas de ver la vida. Y veo símbolos que lo son de esos valores comunes que nos identifican y nos reúnen en torno a ellos. Y que significan el mejor de los significantes: el humano, el de las personas que como yo solo son españoles por casualidad, pero que son los míos, con los que me cruzo por la calle y convivo. Por los que existen todas las cosas anteriores. Los que son España antes que nada.

Y veo en el recuerdo las calles de mi infancia, y mis compañeros de colegio cuando de niño miraba hacia arriba a la vida. Y los colores y sabores de aquellos recuerdos. Y mi ciudad. Y mi familia y mi gente. Y eso es mi patria.

Y siento que a alguien le debo una enorme gratitud por todo ello.

Tal vez debiera dirigir mi acción de gracias a quienes me precedieron. A mis antepasados y los tuyos. A sus anhelos y proyectos. Ellos durante siglos construyeron con su trabajo lo que yo hoy disfruto. A veces de manera intencionada, las más simplemente con su existencia cotidiana. Desde hace milenios hasta mis abuelos y mis padres. Ellos crearon lentamente mi cultura y mi acervo y valores. Dieron forma a mi lengua usándola. Son mi historia. Yo soy ellos. Los que usaron el paisaje que me rodea y lo poblaron antes que yo, y lo convirtieron en lo que es. Y lo cultivaron, y lo defendieron, y lo vivieron, y están enterrados en él. Los que pusieron a las cosas y lugares los nombres con los que hoy me refiero yo a ellos, pensaron las rutas por las que me muevo, soñaron la vida que yo hoy vivo. Soy lo que soñaron para sus hijos. Y tal vez sea eso a lo que algunos llaman orgullo.
Quizás sea a mis vecinos actuales a los que tenga que dirigir mi gratitud, pues ellos son los que con su trabajo diario, sus vidas, su pasar por aquí nadando como yo en la casualidad de la existencia, dejando su parte de aportación al conjunto que se forma en el mapa y en el tiempo, construyen esto a lo que llamamos España. Quizás sea a ellos a los que deba dar las gracias pues ellos son mi patria.
Puede que al fin sí podamos sentirnos un poco orgullosos por lo que entre todos hemos conseguido, por lo que cada uno modestamente aportamos a que sea así y por lo que dejamos en legado al irnos para que otros nos sigan.

Sea a los actuales o a los pasados, a mis padres, a los suyos o a quien sea hoy es un buen día para dar a alguien las gracias.

Y ya.