lunes, 12 de octubre de 2020

GRACIAS AL AZAR QUE ME HA DADO TODO

Quienes no tenemos un Dios a quien dar las gracias estamos en desventaja. Porque la existencia o no de Dios es más o menos discutible y las creencias respetables, pero lo que es innegable es mi necesidad de agradecer mi suerte. Y no tener a quién es frustrante. Por eso hoy, concretamente hoy, daré gracias al azar, al destino o a quien haga falta. Porque lo merece. Y agradeceré a mis amigos creyentes que las den en mi nombre a su Dios. Por si acaso.

En mí se reúnen todas las circunstancias para cumplir el dicho. Como bien nacido. 

En mí confluyen las mil casualidades que hicieron falta darse para que no pueda evitar este sentimiento de gratitud que no puedo proyectar sobre una personificación divina concreta así que vuelco en el azar. Para darle suelta a mi necesidad de hacérselo saber a alguien. De gritar mi GRACIAS a los cuatro vientos. De mi particular eucaristía de hoy.

Vivo en el mejor lugar del mundo y en uno de los mejores momentos de su historia (pandemias coyunturales aparte). Y yo no he hecho nada para merecerlo. Ni tengo de qué sentirme orgulloso pues fue fruto de la mayor de las casualidades. Yo no he hecho nada para ganar este premio que disfruto. Eso le da mayor valor a mi agradecimiento a quién corresponda. 

Miro a mis vecinos de planeta y entiendo su envidia. Lo lamento. Yo solo aparecí aquí sin pedirlo. Desconozco el mecanismo, si lo hay, por el que yo he tenido esa suerte y ellos no. Siento su desgracia cuando miro al sur, y entiendo que quieran venir a compartir conmigo mi fortuna y que apuesten en el intento lo más valioso que tienen.

Miro en mi derredor y veo belleza, y clima benigno, y riqueza, y carácter afable, y ganas de disfrutar la existencia, y una lengua universal, y una cultura que ha dado columna vertebral a la civilización y a la historia, y hombres y mujeres maravillosos, y arte, y mar, y montañas, y sol. Veo que estoy en la modernidad de occidente y en los valores heredados de la ilustración y de los anteriores derivados del derecho romano. Veo que tengo lo mejor de cada mundo: la herencia democrática más antigua, el proyecto europeo que todavía puede salir adelante y ser el verdadero baluarte de los genuinos principios democráticos, .. y a la vez la hermandad de idioma y costumbres con hispanoamérica y también el Mediterráneo que nos ha bañado con cada cultura que nos compone, el clima privilegiado que envidia el Norte, la aportación de la cercanía africana.. y entiendo lo injusto que puede parecer que todo ello me haya sido regalado a mí sin haber tenido que hacer nada salvo nacer aquí.

Y veo leyes e instituciones, y libertad, y seguridad, y valores que se han ido asentando y construyendo con el tiempo y los sacrificios, y posibilidad de elección, y un potencial para ser feliz que más de dos terceras partes de la humanidad no tienen. Y veo un sitio, un territorio, un espacio rodeado por el mar y marcado por unas fronteras que son signo descriptivo de donde se da todo lo dicho y a partir de donde rigen otras leyes y formas de ver la vida. Y veo símbolos que lo son de esos valores comunes que nos identifican y nos reúnen en torno a ellos. Y que significan el mejor de los significantes: el humano, el de las personas que como yo solo son españoles por casualidad, pero que son los míos, con los que me cruzo por la calle y convivo. Por los que existen todas las cosas anteriores. Los que son España antes que nada.

Y veo en el recuerdo las calles de mi infancia, y mis compañeros de colegio cuando de niño miraba hacia arriba a la vida. Y los colores y sabores de aquellos recuerdos. Y mi ciudad. Y mi familia y mi gente. Y eso es mi patria.

Y siento que a alguien le debo una enorme gratitud por todo ello.

Tal vez debiera dirigir mi acción de gracias a quienes me precedieron. A mis antepasados y los tuyos. A sus anhelos y proyectos. Ellos durante siglos construyeron con su trabajo lo que yo hoy disfruto. A veces de manera intencionada, las más simplemente con su existencia cotidiana. Desde hace milenios hasta mis abuelos y mis padres. Ellos crearon lentamente mi cultura y mi acervo y valores. Dieron forma a mi lengua usándola. Son mi historia. Yo soy ellos. Los que usaron el paisaje que me rodea y lo poblaron antes que yo, y lo convirtieron en lo que es. Y lo cultivaron, y lo defendieron, y lo vivieron, y están enterrados en él. Los que pusieron a las cosas y lugares los nombres con los que hoy me refiero yo a ellos, pensaron las rutas por las que me muevo, soñaron la vida que yo hoy vivo. Soy lo que soñaron para sus hijos. Y tal vez sea eso a lo que algunos llaman orgullo.
Quizás sea a mis vecinos actuales a los que tenga que dirigir mi gratitud, pues ellos son los que con su trabajo diario, sus vidas, su pasar por aquí nadando como yo en la casualidad de la existencia, dejando su parte de aportación al conjunto que se forma en el mapa y en el tiempo, construyen esto a lo que llamamos España. Quizás sea a ellos a los que deba dar las gracias pues ellos son mi patria.
Puede que al fin sí podamos sentirnos un poco orgullosos por lo que entre todos hemos conseguido, por lo que cada uno modestamente aportamos a que sea así y por lo que dejamos en legado al irnos para que otros nos sigan.

Sea a los actuales o a los pasados, a mis padres, a los suyos o a quien sea hoy es un buen día para dar a alguien las gracias.

Y ya.



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