sábado, 31 de octubre de 2020

EN TORNO A LA SUSPICACIA

 

La hipersensibilidad va a ser el rasgo por el que se hará reconocible toda una generación. La que va a crecer con la sospecha subida a su hombro como un loro pirata que les susurra al oído que deben ofenderse por cosas que a nadie habrían ofendido hace veinte años. Y hacer patente su molestia, no sea que a alguien se le haya pasado y no se haya dado cuenta de lo que algo les ha molestado. ¡Que yo tengo mis derechos! ..No te vayas a pensar.. y que no cedo ni un milímetro en la lucha por su defensa..

La de una promoción que llama lucha a 144 caracteres faltas de ortografía incluidas. La de quien ve arrepentimientos sospechosos en un mensaje eliminado en Whatsapp y a la que hay que añadir un emoticono de una carita sonriente para que distinga cuando algo se dice en serio y cuando en broma. Esa con la que hay que andar con cuidado autocensurándose para no caer en supuestos ataques que aunque no sean intencionados son dignos de reproche. La que se sabe poderosa por poder hundirte aún sin razón aparente. La de la mentalidad defensiva aunque no haya ataque, por si acaso, en prevención. La que crea las normas sociales y te las va descubriendo a medida que las infringes. Y te lo hace saber, como la turba que persigue al monstruo con sus horcas virtuales. Esa de la que estás en contra salvo que se demuestre lo contrario. Y que lo debes demostrar además activamente o serás acusado de tibio y equidistante. El peor pecado del vigente decálogo.

La quinta de la piel fina, del dogma de lo políticamente correcto, de las premisas indiscutibles, de la falta de matices, de la asunción acrítica de lo que se les ha dicho en los últimos 20 años pero el pleno convencimiento de la evidencia de que lo anterior a ellos (y ellas) era erróneo.

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