El niño no podía esperar tanto. Quería crecer ya y alcanzar el momento en el que sus héroes vivían sus vidas. No era algo de lo que fuera consciente, simplemente sabía que no tenía todavía la fuerza ni la estatura de sus personajes favoritos y anhelaba salir de su cuerpo pequeñito y habitar en uno de adulto. Pero tampoco mucho. Lo suficiente para ser ágil y vigoroso sin ser un viejo de 30 o más. Aquel era el limite. Esa franja vital a la que deseaba llegar cuanto antes que estaba entre la de su primo de 24 y su tío de 33. Quería crecer pero lo justo. Llegar a la edad de su muñeco Geyperman, a los años que cumpliría Tintín, Corto Maltés, Lucky Luke...
El viejo añoraba el tiempo al que inconsciente se refería cuando decía "En mi época". La edad de sus años mozos. Aquella etapa, entre los 25 y los 35, que había llegado a considerar la única parte de su vida a la que realmente podía llamar vida. Lo anterior y lo posterior a "su época" era solo accesorio. Eran solo el tiempo que había que pasar hasta llegar a la vida y los minutos de la basura que había tras ella hasta la muerte.
Aquiles nunca cumpliría los 40, ni Cristo, ni las legendarias estrellas del rock o del cine, pero ¿Quién lo necesitaba? El viejo y el niño que fue querían vivir para siempre en la edad que tenían sus héroes.
Y ya.
