jueves, 6 de julio de 2023

ELOGIO, APOLOGIA Y REIVINDICACIÓN DE LA NORMALIDAD

 

En tiempos de Bigdata, IA y blockchain hablar en sociología de minorías y mayorías, de frecuencia, de norma, de moda en los comportamientos colectivos y de aceptación de reglas, respeto mutuo entre corrientes y tendencias, grupos, formas de ser, ideas, etc... es más relevante que nunca.

Es un hecho fehaciente en el que creo con fe ciega y una idea que comparto el de que la diversidad es enriquecedora y hace mejores a las sociedades, a los grupos sociales y a sus componentes. No hay sobre ello duda alguna. Yo al menos no la tengo. La homogeneidad excesiva en pensamientos, opiniones, creencias, actitudes, formas de ver la vida, de ser, etc. empobrece y la existencia de una línea única de visión de la realidad aboca al dogmatismo y al fanatismo. El pensamiento único es al final censor e inquisitorial y cierra el paso a la libertad de pensamiento y expresión, fundamentos de nuestro sistema. El respeto a la diversidad y su promoción (que no la tolerancia, que es un término esencialmente paternalista en mi opinión) es base de la convivencia. A día de hoy nadie duda de que cada persona es diferente y ha dejado de ser un horizonte deseable el de que esas diferencias se borren a favor de etiquetas y clichés uniformadores. Con los debidos límites del respeto al otro y a la ley, los derechos humanos, etc. toda particularidad que caracteriza a cada individuo es maravillosa y digna de ser, merece su existencia y protección, y el respeto debido. 

Sin embargo creo igualmente que sacralizar la diferencia elevándola a términos absolutos que eliminan la idea de norma en favor de la admiración por la excepción y otorgarla un mayor derecho a protección es un error. Esto se eleva por encima de la idea del respeto a la diferencia, y la convierte a su vez en una cuestión dogmática e indiscutible, con lo que se produce la paradoja de no respetar la misma diversidad en que consiste conceptualmente. Y hablo de la idea de norma en su sentido estadístico, no en su acepción legislativa o convencional. Me refiero a la norma como el comportamiento más frecuente, repetido, asumido socialmente y común. El "esperable".

La norma (lo esperable en términos generales) ha constituido un mecanismo social defensivo (y una herramienta de ahorro y eficacia) desde el origen de los tiempos para la humanidad. Pensar que hay que eliminar toda norma para que la norma sea la excepción de la diversidad y que las mayorías dejen de existir diluida en un océano de minorías es un error. 

El respeto lógico debido a las minorías estadísticas es una regla básica de la democracia, pero convertir este respeto en la regla que de manera absoluta condicione la vida de las mayorías atenta contra el sentido común. Es la excepcionalidad, la incidencia, la rareza en expresión estadística, la minoría la que debe adaptarse a la norma, no al revés. Ello no implica falta de respeto y menos anulación, solo se trata de evitar el sinsentido de hacer creer que la excepción es más importante y merecedora de respeto que la regla general y que es la mayoría la que debe adaptar su existencia a las exigencias de la minoría.

La clave es la palabra “esperable”. Lo que sabemos que el otro en sociedad “puede esperar” de nosotros por ser lo "habitual" en el comportamiento social. 
Hay un espacio para lo "esperable" en la actitud del otro, que aunque es flexible marca los límites sociales. La cuestión no es que todos debamos actuar siempre igual sino que todos hemos de saber que la regla (lo esperable) es lo que más respeto merece y la excepción se debe amoldar (que no ser eliminada ni auto anularse) a ello, y no al contrario. Es esta una cuestión de economía de medios y de eficacia en la convivencia democrática. El respeto a las minorías desde el acatamiento a la voluntad y esencia de las mayorías.

Y en ello es independiente que me guste más o menos, prefiriera yo o no que fuera así. En ello es indiferente si me apetece o no cumplir unos mínimos, o si estarían fuera de esos mínimos si por mi fuera. Eso es igual. El asocial y el antidemocrático es quien actúa contraviniendolos a sabiendas de que los demás esperan de él una forma de hacer o esperan que el respeto a su minoría, a su estadística, a su particularidad frente a la regla, haya de sacralizarse hasta el punto de sacrificar a la mayoría por ellos. 

Son en este sentido de gran importancia las palabras “Otro” y “habitual” pues me refiero al decir “Otro” a la inmensa mayoría y al decir “Habitual” a lo que se hace en la mayor parte de los casos y con mayor frecuencia, no me meto en berenjenales de lo “normal” o lo “correcto” que conllevan posicionamientos éticos y juicios morales.

También en este contexto conceptual es relevante el concepto de "minoría" pues me refiero a aquellas que son realmente despreciables desde el punto de vista estadístico y no a los 40-60, 30-70, etc. E incluso saco del planteamiento aunque sea ese el caso a algunas de esas minorías en las que el acuerdo socialmente aceptado es (y no debe ser de otra manera) tratarlas como si no lo fueran (discapacidades, enfermedades raras, colectivos desfavorecidos, etc.)

Es así mismo importante la cuestión de la empatía y el esfuerzo de adaptación. 

Las particularidades de cada uno son muy respetables, a veces dan personalidad a cada cual sus “cosas” y son incluso simpáticas. Pero es el que las tiene el que ha de adaptarse a los demás y no al contrario, que hemos terminado confundiendo el respeto a las minorías y la atención a la diversidad con la idea de que hay que asumir las extravagancias por extrañas y residuales (en su acepción estadística, no como valoración) que sean. Es la minoría la que debe adaptarse a la mayoría, y no al contrario. No hablo de que tengamos que ser homogéneos. Hablo de que si la mayoría debe (lo creo sinceramente) respetar a la minoría con más razón esta debe respetar a aquella. Es una cuestión objetiva, mensurable.. simplemente por cantidad. 

Y ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario