"Comfortable chairs, the latest periodicals, & the most unsociable and unclubbable men in town."
El intérprete griegoArthur Conan Doyle.
En el "Reform club" estaba prohibido dirigir la palabra a los demás socios así que, como veis, la idea original no es mía. Cuando el protagonista de la vuelta al mundo más famosa de la literatura iba a leer el periódico a su lugar favorito de Londres esperaba estar rodeado de iguales; Caballeros que no le molestaran con sus cuitas y sus conversaciones. Lo mismo buscaba Mycroft Holmes, el hermano de Sherlock, que eligió como rincón favorito de la metrópolis el "Club Diógenes" precisamente porque contaba con una sala a la que llamaban "del silencio", en la que estaba seguro de no ser importunado. Las reglas eran muy estrictas al respecto. La escena final de "Memorias de Africa" subraya, para acentuar el reconocimiento de los hombres del lugar a Karen Blixen, cómo estos rompen su silencio en el bar del Club, e interrumpen por unos segundos sus asociales interrelaciones silenciosas y lecturas aisladas, para levantar su copa por ella antes de volver a sus ensimismamientos de nuevo. Estos británicos tendrán lo que quieras pero al menos se visten para cenar y en este sentido nos dan cien vueltas. Nada consideran mayor pecado que interrumpir los pensamientos de otra persona.
Porque vengo a proponer ante sus señorías la creación de una "Asociación de sociópatas de libro" o "Sociedad de asociales". Sugiero llamarlo "Club de los lectores muertos" en homenaje a la película. O "Cartujos laicos". ¿Puede haber acaso algo más bonito que una fila de motoristas que llegan a un sitio, desmontan, entran en el bar de carretera sin hablarse, se piden cada uno su cerveza y siguen ruta sin haber cruzado una palabra en todo el proceso? ¿Algo más hermoso que el silencio cómplice del grupo de pescadores que no tiene nada que decirse salvo lo que se dicen con el hecho mismo de sentarse uno junto al otro sin palabras? ¿Visión más perfecta que la de tres amigos sentados mirando a la plaza con su vino de la mano viendo pasar la vida y la belleza y compartiendo el momento? ¿Imagen más cívica que la de dos lectores que se ignoran entre ellos como si estuvieran solos cada uno en su isla? Si señores, en mi opinión a veces la compañía callada es la mejor compañía.
Seguramente desde fuera se pueda ver como algo contrario a lo que llamaríamos un grupo de amigos y sin embargo lo son. Ya se que es algo que mucha gente no entiende, y que cree que la comunicación es indispensable elemento de las relaciones sociales, yo también lo pienso. La cuestión es la cantidad de comunicación. Muchas veces es más completo un simple asentimiento con la cabeza como gesto de aceptación de una invitación a otra ronda, que mil líneas de diálogo vacío y meramente formal que sólo tienen como finalidad cubrir el trámite de la cortesía aceptada por regla de convivencia sin desearla realmente. Hay quien le tiene ese horror al vacío. La comunicación está sobrevalorada y algunos echamos de menos los espacios de camaradería callada que esta idea viene a cubrir.
Lo primero que haremos será insonorizar nuestra sede para que ningún ruido del exterior entre en nuestros dominios alterando la quietud y paz de las almas de los socios. Contrataremos a camareros que firmen una clausula de silencio absoluto, mimos o intérpretes de lenguaje de signos, mudos o amputados de lengua. Luego pondremos a la entrada un gran cartel con las normas del club enmarcadas en roble tallado, estará junto al poste al que se atará a los infractores para las flagelaciones (Habrá pena de 20 azotes -que se doblarán si grita al recibirlos- para quien deje que le suene el móvil por olvidar haberlo puesto en silencio. Y muerte horrenda para quien mantenga conversaciones telefónicas audibles por terceros). El tono del aviso será claramente admonitorio y amenazante para que las cosas queden bien claritas desde el principio. No queremos confusiones. Estarán prohibidas las palabras habladas, incluso todo saludo por gutural que sea que supere los 5 decibelios y no consista en simplemente levantar las cejas. El diálogo estará proscrito y se perseguirá con saña por la policía del mutismo. Se considerará prohibida cualquier clase de interacción que exija sonido. En la sala de fumar solo se oirá el crepitar de la chimenea y el frufrú de nuestros smokings. Adquiriremos por mucho que cueste el único billar del mundo cuyas bolas choquen sin ruido. Este no será lugar para negocios ni tertulias, para conspiraciones ni debates. Que para eso hay otros. Este será nuestro refugio y nos cruzaremos por sus pasillos sin dirigirnos jamás la palabra.
No es esta una oda al silencio en general, ni un elegía a los callados como seres superiores situados por encima a los habladores (que lo son, pero ese es otro tema). No se trata de una lucha entre extrovertidos e introvertidos, sino un gueto buscado conscientemente, una reivindicación para un espacio para los momentos en que apetece estar solo sin estarlo. La comunicación es necesaria pero igual que tiene sus foros y templos hace falta uno que nos reservemos los que lo amamos para adorar al dios callado.
Y ya.
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