lunes, 25 de marzo de 2024

A VECES ME ECHO A UN LADO DEL CAMINO

 

Descubrí hace tiempo el placer que me produce conducir sin prisas mi moto sin un destino demasiado cerrado, sin planes rígidos. Parar cuando estoy cansado, comer cuando tengo hambre, seguir si me apetece,.. Abrir mi casco para dejar entrar el aire, y los perfumes del bosque que atravieso, rodar despacio, disfrutar del frío. Me gusta oír los pensamientos en los que ocupo mi cabeza y me abstraigo del sonido del motor. A veces son sensaciones intensas, íntimas. Surgen ideas que no quiero perder y me echo a la vera del camino para que no se me olviden.

Ayer me descubrí despidiéndome de cosas y paisajes conocidos como si fuera a ser la última vez que los viera. Y no era un pensamiento triste sino agradecido. Satisfecho de haberlos hecho míos aun por un momento mientras pasaron por mi existencia. Sin lamento si ya no volviera nunca más a ellos. Tampoco era presagio fúnebre de nada, era solo plenitud, alegría y gratitud por haberlos visto alguna vez.

Lamento, eso si, no haber podido tomar cada uno de los millones de caminos laterales que llevaban a mil lugares que no he conocido y nunca conoceré. No haber subido aquella carretera que veo irse a mi izquierda ladera arriba y no se donde lleva, no haber abrazado cada árbol ni haber superado cada río pasando por los miles de puentes de piedra que nunca he visto ni veré. Quedan mil lugares que visitar y cimas a las que ya no subiré nunca y veo en el horizonte ofrecidas a un cuerpo más joven que ya no tengo. Lamento ser limitado y finito pero no lamento no ser eterno. 

Me pregunto por las vidas que se viven en cada casa de los pueblos por los que paso, por los animales del bosque a los que no oigo pero sé que están ahí, por quién arregla el camino para que yo pueda pasar por él, por cómo pasa el invierno la gente que me es lejana. Y pienso en las tragedias cotidianas que suceden a mi paso y en las heroicidades y en las felicidades. Y pienso que si eso pienso de los caminos que recorro en mi país, qué será de otros mundos distantes, otras culturas, otras naciones.

Me agrada esta sensación de cosa hecha. No es triste aunque sea una despedida. Agradezco cada segundo de conciencia que me fue dado hasta ahora. Esos años de vida, y los que me queden, que me fueron regalados para ver el mundo y que morirán conmigo, son un don infinito para el que no tendré gratitud suficiente nunca. Las rocas existirán cuando yo no esté pero ellas nunca sabrán que estuvieron.

Saber que existo es el milagro. Que la luz entre por mis ojos y llegue a mi comprensión la forma y dimensiones de las cosas, que mis oídos conviertan las ondas de sonido en voces de personas que me hablan y cuyas vidas reconozco, que algo archive hasta mi muerte en alguna forma que no comprendo el recuerdo de los olores.

Y ya.

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