lunes, 14 de octubre de 2024

TAL VEZ LA REALIDAD

El cine es una historia construida desde la última palabra en los labios de un moribundo, la sombrerera de Helly encima del ataúd del hombre que mató en realidad a Liberty Valance, la mirada de Noodles al fondo de un camión de basura que pasa en la noche a su lado, una pajarita de papel dejada en el suelo descuidadamente, el primer cadáver para unos niños que crecen durante aquel verano, Carnehan cruzando el puente de cuerdas coronado sobre un rio lejano en Kafiristán. Es una flecha lanzada por una ventana por un Robin Hood anciano que muere junto a su amada Marian, un duelo a tres en un cementerio de tumbas concéntricas mientras suena una mezcla magistral de silbidos y orquesta, un niño sentado en el rellano dudando si comerse el pastel de nata con el que iba a pagar los favores sexuales se su vecina.. y cayendo en la tentación de la nata y de la infancia, un viejo ciego enseñando a un niño a manejar el proyector de un cine de pueblo. Es Gandalf apareciendo sobre la colina con los Rohirrim al rescate al amanecer del quinto día, Dos tipos que se pegan por los campos irlandeses y las calles de Innisfree, de pronto paran para tomarse unas cervezas negras como viejos amigos y luego siguen pegándose, la amistad eterna esta sellada. Una mujer agarrando fuerte la manilla de la puerta de la furgoneta de su marido debatiéndose bajo una cortina de lluvia entre el sueño de un amor o las decisiones que ha tomado en su vida. Es una banda de ladrones de bancos desayunando en un restaurante alrededor de una mesa mientras debaten sobre el sentido de una canción de Madonna y discutiendo si deben dejar propina, una grada de un tribunal de un estado del sur poniéndose en pie en señal de respeto cuando el abogado protagonista sale de la misma cabizbajo y derrotado por la injusticia y un pastor negro le dice a la hijita del letrado que se ponga de pie también, Ringo parando la diligencia girando su Winchester..

.. no hay nada igual. Tal vez a veces la realidad.

martes, 24 de septiembre de 2024

ELOGIO DEL SILENCIO

 

De mi padre heredé el silencio. Un cierto sentido de no necesidad de palabras sobrantes. Una castellana pose ahorrativa de lenguaje hablado. Un horror al vacío pero al revés. 

Ni Él ni yo entendimos nunca la barroca recarga del hablar que no era absolutamente imprescindible. “El teléfono está para dar recados”. También mi abuela materna lo decía. Somos reservados. Secos. Callados. Preferimos tragarnos nuestras miserias, problemas y debilidades a mostrarlas en palabras. Introvertidos en una manera masculina. Castellanos y varones. Con todo lo que ello tiene de malo para la fluidez de la comunicación. Eso ha sido siempre motivo de conflicto entre mujeres y hombres. Nos refugiamos en nuestros cómodos silencios. Fue nuestra excusa el pensamiento y la introversión. No queríamos compartir nuestras viriles estancias. Y sin embargo envidiábamos la felicidad indudable de quienes sí se comunicaban con facilidad. Puede que no sea esa la mejor heredad pero es mi patrimonio y soy yo porque soy Él.

De mi padre heredé cierto sentido socrático de la nobleza. De la honradez y de la honestidad. Del deber. De la verdad. De la dignidad cotidiana. Una majestad de bañador de Meyba. Una aristocracia altiva de trono en su sofá. Y no lo aprendí de sus palabras. Nunca hablamos cuando yo crecía. Nunca conversamos a altas horas de la noche, ni tuvimos momentos de intimidad de un padre con su primogénito. Me lo enseñó su cotidiano ejemplo ordinario y diario. De su hacer que a mí, en la crueldad de la juventud, me parecía vulgar y nada extraordinario hasta que descubrí un día, mirándome al espejo y viéndole a Él en mis rasgos y mis arrugas nuevas, toda la hondura que reunía su forma de ser. Y eso lo hizo admirable a mis ojos.

Mi recuerdo de mi padre en mi infancia es levantándose del sillón en el comedor para hacer una consulta en la biblioteca del mueble de la habitación cada vez que tenía una duda. Su regalo fue poner a mi alcance libros. Después supe que en otras casas y con otros niños no era así. Yo creía que todos hacíamos lo mismo: Leer los libros que nuestros padres tenían en sus cuartos de estar.

Y ya.

LA MESA DE TECA AZUL CLARO



Estoy viendo un documental. Es una larga entrevista a un director de cine conocido. El documental empieza con una simple pregunta; ¿cuál es tu primer recuerdo? y me ha hecho pararme a pensar en cuál es el mío. Mi primer recuerdo creo que es de mamá vistiéndome subido a la mesa de la cocina en la calle Labradores para ir al colegio. Era una mesa rectangular y alargada de teca azul de esas que cuando se despliegan forman un cuadrado pero que en casa nunca se desplegaba. Desayunábamos sobre ella todas las mañanas y sobre ella planchaba mi madre nuestra ropa. A mi espalda estaba la puerta que daba a la pequeña galería en la que ella tendía la ropa en el patio interior y que tenía una ventana que comunicaba con una habitación a la que llamábamos un poco pretenciosamente el salón. En la cocina había muebles setenteros como era propio del momento, metálicos, de puertas, un frigorífico no muy alto y una cocina de gas. Al salir de la cocina te dabas de bruces con una viga que estaba hueca, en cuyo interior guardaba mi madre las escobas y recogedores. El plano de la casa tenía forma de llave de la que la cocina, el cuarto de estar y el salón eran los dientes mientras qué el cuarto de estar y las dos habitaciones que formaban la T eran la cabeza. El pasillo desde la puerta de la cocina iba a la izquierda hacia el recibidor de entrada al que llamábamos el hall. Hacia la derecha desembocaba en el cuarto de estar donde hacíamos la vida y en el que estaba la televisión y las enciclopedias. Daba al exterior por una puerta de dos hojas acristaladas a una terraza larga y luminosa que recorría todo el frente del piso. Era nuestro patio de juegos, el terreno de la fantasía. El cuarto de estar tenía ademas una puerta a cada lado que comunicaba con las habitaciones en las que dormíamos los tres hermanos. Yo compartí la mía con mi hermano José Ramón mientras que por alguna razón que nunca llegamos a entender mi hermano Quico tenía su propia habitación. Una amueblada con los que habían sido los muebles de la habitación de mi madre cuando niña. La de José Ramón y mía tenía una cama en el centro, amplia, de matrimonio. Mi lado era el derecho, el de mi hermano era el de la ventana. Nunca tuve la más mínima sensación de molestarnos en aquella inmensidad. Yo estudiaba y hacía los deberes en un mueble al que llamabamos el buró y que se abría para formar un cierto pupitre. Por encima del cabecero de la cama, ocupando prácticamente el largo de toda la pared, una estantería que había hecho mi abuelo de madera y pintado en una amarillo que pegaba con la habitación. Recuerdo que el resto de la casa estaba en papel pues empapelar y dar gotelé eran las especialidades de mi abuelo. Aquella estantería amarilla y larga estaba llena con mis Donmikis, mis manuales de los jóvenes castores y todos sus amigos con Patomas y Tarconi, cuanto libro de las aventuras de los tres investigadores podía permitirme comprar o pedir de regalo en mis cumpleaños y mi colección de libros de animales..

Pasé horas en aquella habitación espiando a mi vecino de enfrente con la persiana bajada mirando a través de sus intersticios con los prismáticos que le robaba a mi padre creyéndome espía. Coronaba la casa al otro lado de la calle una construcción a modo de caseta que siempre imaginé que era la que albergaba el motor de ascensor. Sobre su tejadillo anidaba cada año una cigüeña cuyas costumbres estudiaba como aplicado alumno de Félix Rodríguez de la Fuente. Aquello era lo más cerca que iba a estar de la fauna salvaje qué llenaba mis sueños y fantasías a mis ocho años. Luego cuando ya me hice mayor y cumplí diez u once y llegó mi hermana rotamos y pasé a dormir en el salón en una cama que había que desplegar cada noche. No recuerdo un solo instante infeliz en aquella casa, antes al contrario cada remembranza que tengo es de momento alegres; jugar con mis primos que subían de vez en cuando al sexto desde el cuarto del mismo edificio en el que ellos vivían, las noches de reyes acercándonos al hall a oscuras para ver qué nos habían dejado, simular que los campamentos de los scouts a los que íbamos en verano seguían durante el resto de las vacaciones en la tienda que nos hacíamos con una colcha vieja en la terraza, mi padre levantándose de su sillón a consultar alguna cosa en la enciclopedia de la que tan orgulloso se sentía, el día que me senté ante el televisor a la vuelta del campamento notando algo extraño en la tele hasta que me di cuenta de que era en color a diferencia de la que había dejado atras quince días antes, cuando escribí mi primera carta al director sobre la tabla del buró dirigiéndome a la revista "Vida y luz" del colegio apellidándome de 'afamado' y siendo corregido en el sentido de lo que quería decir por mi madre para que la redacción fuera correcta, guardar en las puertecillas que yo creía secretas en mi estanteria mi primera cámara de fotos regalo de comunión de mi tío..

Mi primer recuerdo, no sé si cierto o confuso, es de mi madre vistiéndome los pantalones cortos y la chaquetilla de lana fina blanca, conmigo de pie sobre la mesa de teca azul pálido de la cocina para ir al colegio, o a misa o a ver a mis yayos cuando todo era feliz y yo no sabía aún el nombre de las cosas.

Y ya.

sábado, 14 de septiembre de 2024

LAGRIMAS EMBOTELLADAS

 

La maravillosa metáfora del miedo que todos tenemos a la muerte, que está en el texto de la escena, ha servido durante décadas para ilustrar la evanescencia y futilidad de la existencia. La insoportable levedad del ser. La triste conciencia de que en realidad no somos nada, que cuando nos vamos nos vamos y simplemente dejamos de existir. Sin más. Ha sido decorado para conversaciones reflexivas y pensamientos profundos acerca de la esencia de la humanidad, de en qué consiste ser humano más allá de haber sido creado de uno u otro modo. Ha dado pie a sesudos cuestionamientos acerca de la existencia de la vida eterna y de Dios. 

Esos recuerdos que el Nexus 6 había vivido y que nosotros, humanos, no creeríamos;.. Esas naves en llamas sobre el hombro de Orión, esos rayos C más allá de la puerta de Tannhauser,.. Todo lo que al irse definitivamente un ser consciente se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia..

...

.. Y mientras le escuchaba Harrison Ford pensando; "Menudo idiota, todavía no se ha dado cuenta de que hasta eso eran implantes"

Y ya.

(Para más reseñas destroyers que te hagan estallar la cabeza sigue mi Blog

jueves, 12 de septiembre de 2024

EL PUTO PERRO

 

Toda una vida venerando aquella pintura. Admirando cada pincelada como parte de la obra que anunciaba el futuro, el advenimiento del arte abstracto, del impresionismo, de todo lo que vendría luego. Años teniéndola por mi pintura favorita por su composición revolucionaria, su novedoso tratamiento del color, su fuerza, su equilibrio en la asimetría, su perfección, su misterio enigmático. Reconociendo el talento de un pionero visionario que no te señalaba dónde mirar o qué pensar sino que por primera vez en la historia solo se desnudaba ante tí para hacerte llegar a tus propios pensamientos, sin sugerencias ni evocaciones directas, solo, antecedente del psicoanálisis, significante para que cada uno le diera sus significados. Haciendome pensar en la desesperanza humana, en Sísifo, en el esfuerzo baldío e inútil, en el miedo a la muerte que nos es consustancial, en la soledad postrera, en la inocencia..

.. y resulta que era un puto perro tras un talud de arena mirando unos putos pajaros.

ivamos que no me jodas!

y ya.

(Para más reseñas destroyers sigueme en mi blog. Próxima entrada: "Ni metafora de las dos Españas ni mis cojones!.. que resulta que pintaron la tierra hasta los rodillas luego y no fué Goya, ¿No sabes?")


viernes, 6 de septiembre de 2024

WE SALUTE THE RANK, NOT THE MAN!

 

El capitán Sobel, antiguo superior del ahora Mayor Winters y al que desprecia por su ascenso por acciones de guerra pasándole así por encima en empleo militar mientras él se ha tenido que quedar en retaguardia sin posibilidades para hacerlo, deambula haciéndose el distraído cerca de aquel tratando de evitar tener que cuadrarse y saludar en señal de respeto reconociendo la que para él es una inferioridad inmerecida y humillante.

Al darse cuenta de ello Winters, sin ápice de soberbia, le pone en su sitio con la ya mítica frase:

"-Capitán Sobel, .. Se saluda al rango, no al hombre."

..con lo que Sobel se ve obligado a detenerse y saludar a su pesar.
...

La famosa escena de la serie "Band of brothers" (HBO 2001) sirve hoy para ilustrar y denunciar simultáneamente una extendida costumbre que parece haberse venido a instalar de un tiempo a esta parte entre la clase política española; Me refiero al abandono del respeto institucional, que unido a la pérdida del sentido de la cortesía parlamentaria hacen del día a día de las relaciones entre cargos y poderes un cenagal de barro y pendencia barriobajera crecientemente insufrible.

¿Qué es eso de que se te cite desde la Moncloa como presidente de una Comunidad Autónoma y te permitas el lujo de no acudir a la reunión y citar a los medios para explicar que no asistes por tus divergencias políticas con el cargo anfitrión a cuyo respeto te debes? ¡Saludamos al rango, no al hombre! Si el presidente de mi país, sea quien sea, del color político que sea y te caiga como te caiga, te cita,.. tú acudes. Punto. Por respeto a mi, a mis compatriotas, a tus representados que no son solo tus votantes, tus simpatizantes o tus seguidores en redes sociales. Por respeto a la institución que representa que por ende me representa a mí, el ciudadano, al que sirves.

Que hacerlo no te resta un punto de razón, si la tienes, en tus argumentos, ni de energía en la defensa de tus puntos de vista, ni de fuerza ante el público, ni da la victoria en modo alguno al cargo que te cita. Ni te debería quitar o dar votos en una democracia madura. Sino antes es muestra del respeto, la elegancia y la deportividad y fair-play que tendrían que ser seña de identidad de la vida política de un país avanzado y culto.

Mismo respeto, y por la misma razón o más si cabe, que el que merece la corona, los símbolos (que no son otra cosa que representaciones de la soberanía popular, del pueblo, de la ciudadanía,.. ni son menos que eso, que ya es bastante), los cargos de mayor relevancia institucional de mi sistema constitucional, etc.

¿Cómo que se convoca a los presidentes de Comunidades Autónomas y tú no acudes a la reunión porque la tuya es más que un club (o un txoko)?¿Cómo que se celebra un evento internacional en Barcelona y no asistes al saludo que da el rey a los invitados?¿Cómo que se acostumbra a levantarse en señal de respeto al paso de la bandera y tú no lo haces por ser la llamativa extravagancia de la excepción gráfica y contestataria? 

¿Por qué te crees en el derecho de insultarme? .. pues es eso lo que estás haciendo al no respetar los cargos de representación institucional por tus cuitas de nivel tuitero y tus gestos de cara a tu galería. 

"SALUDAMOS AL RANGO, NO AL HOMBRE."

Y ya.

martes, 9 de julio de 2024

LOS 26 ESCALONES

Una vez fue la casa de alguien. Fue el lugar de sus mañanas y los fríos de su hija. Los trabajos y sudores de un padre, los cuidados de una madre. 
Corretearon un día por sus estancias los juegos de un niño. La vida, la muerte, los días, puede que el hambre y la desesperanza, pero sobre todo la alegría, la cotidiana alegría minúscula  que es la única que vale.
Alguien levantó sus muros, puso sus piedras, clavó sus tablas, colocó sus vigas.
Fue una vez la casa de alguien. Vivió allí. 

Pasaron años, celebraciones, amores, tristezas.
Aquellas fueron las paredes de la vida de alguien.
De ellas colgó sus cuadros, guardo allí sus humildes preciados tesoros.
A su puerta dejó alguien más de una vez sus penas antes de entrar sonriendo.
En mejorarla empeñó sus horas. Tal vez fue regalo de boda.

Esas tablas vieron sus llantos, fueron un día la casa de alguien.
Fueron su palacio y su jaula, su destino y su suerte. 

Fue su felicidad y su desgracia. Fue su horizonte y su todo.

Alguien salía por esa puerta, y se alegraba en su sol una mañana.
Alguien miró desde su veranda al sol del amanecer o al ocaso, alguien labró los campos que había debajo de ella en la ladera,

alguien se sintió guapa en la fiesta del pueblo tal vez rondada.

Hasta que quedó vacía de manos, de pies, de voces y palabras.

Llena de muerte, de vacío y de espanto, de soledad y ruina,

 hueca de arrugas viejas y fuegos en su cocina.

Pero recuerda que hubo un día que esa fue la casa de alguien.

Hay un Manitú en las cosas. Nos vamos deshaciendo e impregnándolas con nuestro ser. Y ese aroma del alma, esos restos de nosotros, entran por los poros de los objetos y las paredes para quedarse ahí y que sigamos en el mundo de esa manera cuando nos hayamos ido. Y así, cuanto más tiempo pasamos en un lugar, más de nosotros se adhiere a sus elementos y quedamos en ese sitio de algún modo. Así lo llamaban los indios americanos: Manitú.

Ellos creían, y a mí me gusta hacerlo también, que en cada cosa se iba depositando algo de las experiencias y esencia de lo que sucedía a su alrededor. Según su creencia cada objeto recogía de algún modo espiritual algo de su portador, de su poseedor aunque fuera temporal, y lo almacenaba haciéndolo suyo y siendo transformado por ello de modo que fuera distinto que antes de ser "tenido" por esa persona. La posesión de una cosa (su tenencia misma.., sujetarlo por ejemplo) aportaba a aquello algo de ti. Por eso era tan curioso su sentido de la propiedad, porque eran los objetos los que poseían a las personas de ese modo. Un arco era de alguien porque tenía algo suyo en su madera y los nervios y tendones que lo formaban. Y también del árbol que había dado la rama. Y también del ciervo que había vivido para ser ahora cuerda tensa. Y del ave cuya pluma lo adornaba. Por eso era tan importante pasarse ciertos objetos considerados mágicos de padres a hijos como tradición y herencia en su sentido más hermoso y por eso valoraban tanto los objetos que perduraban. Si en una piedra quedaba algo de quien la había simplemente pisado mucho más en el tipi que varias generaciones habían compartido y en que se había vivido durante años.

Tengo la sensación de que perdemos esa relación con las cosas. Algo más trascendente que el mero uso. Siempre he sentido ese Manitú en algunos lugares y sitios. En las paredes de una casa, en un objeto antiguo que alguien usó. Un trozo de roca de recuerdo de un lugar especial no solo lo es como tal sino por todo lo que pasó en ese sitio. A veces el "peso histórico" de un lugar se siente. Esas sensaciones te hacen saber que estás vivo. Por eso me gusta tocar los sitios. Para dejar algo de mí mismo si no para siempre al menos para más que lo que yo viviré.

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El sol entraba alegremente en aquella galería. Milésimas motas de polvo danzaban en el aire como galaxias en el universo. Eran intensos los colores de los geranios en el alfeizar, y su aroma a fresco verde y rojo inundaba el aire de primavera. Del patio llegaban, como siempre por esas fechas, los zureos y el canto del canario de la vecina. Pronto volverían su nieto y su marido del paseo."

Aquellas escaleras tenían 26 peldaños. Ni uno más. Luego seguían hasta el segundo y el tercero.. creo que no había un cuarto. Sueño con aquellos escalones de madera a menudo. Los veo. En realidad siguen ahí con el pozo como en el poema, pues la casa, abandonada hace décadas, no ha encontrado comprador que pague la millonada que vale ahora el solar en pleno centro de la ciudad y está cerrada esperando la piqueta que la derribe. Mejor. Pues habrían derribado mi infancia y mis recuerdos (en breve lo harán sin preguntarme) para construir un hotel o algo similar allí donde fui feliz. A veces paso ante esa puerta aún hoy y me sucede algo extraño: La reconozco por una parte, por otra reniego de que aquellas habitaciones hoy vacías puedan ser el lugar en que fui tan dichoso. Es como mirar las oquedades de una calavera pensando en todas las cosas que una vez miraron los ojos que las ocuparon o los pensamientos que habitaron aquel cráneo. No quiero tener la posibilidad de ceder a la tentación de entrar y ver su estado actual. Quiero guardarla idealizada.

26 peldaños. Recuerdo ese detalle. Los conté mil veces al subirlos de dos en dos o tratar de bajar los diez últimos de golpe. Nunca mejor dicho. No los he vuelto a ver desde entonces y sin embargo estoy seguro de que siguen allí, tras la puerta del portal de la calle condenada que miro con curiosidad cada vez que paso ante ella más de treinta años después de la última vez que la crucé. Preguntándome como estará todo ahora y a la vez no queriéndolo saber para no romper la magia del recuerdo de la infancia. Veo sobre ellos a mi Yaya de rodillas. Está fregándolos. Las vecinas se repartían entre ellas la limpieza del portal. Nunca le vi hacerlo pero tengo la imagen en la retina de la imaginación. Es curioso que jamás pasara de aquel rellano. No subí en toda mi infancia más allá del primero. En juegos tal vez en alguna ocasión con mis hermanos. No me hacía falta. Todo mi mundo existía en ese primer piso al que se accedía desde el nivel de la calle dejando al lado los buzones verdes del portal y el pasillo que se internaba hasta el patio de luces y aquel pozo. Nunca tuve curiosidad ni me imaginé quienes vivirían más arriba de mi nivel de felicidad ni cómo serían sus vidas. Ni alimentó ese lugar mi mente con historias truculentas o fantasiosas a las que era muy dado como sí lo hicieron otros sitios. Tal era el poder de la felicidad que emanaba de aquel hogar.

Sí visité a menudo a la señora Rosario, que vivía enfrente de mis Yayos y cosía. Me cuidaba cuando no estaba mi abuela por haber salido a un recado o llegaba yo antes del colegio que ella de la compra. Su casa era melliza de la de mi abuela. Como un espejo en su disposición. Justo contrarias. Era soltera y vivía con su madre y su tortuga hasta que ambas murieron. Hace años me enteré de que había fallecido y sentí tristeza por las veces que me acarició la cabeza mientras yo sabía que estaba pensando en lo que podía haber sido si no se hubiera quedado soltera. La vida es una mierda. Cuando creces te das cuenta. Se porta mal con mujeres amables que pudieron haber sido grandes madres y se murieron deseándolo, y da hijos a otras que no saben el valor del don que les ha sido concedido.

Comía a diario con mis abuelos maternos. Ese es el sitio al que vuelvo en mis pensamientos si me preguntan por mi lugar favorito. Mi magdalena, mi trineo, mi infancia...


Y ya.