martes, 27 de mayo de 2025

BROTE REPENTINO DE AUTORRETRATO EN LA MADUREZ

El roble y la caña -Fábula de Edipo-
Henri Coutheillas

Compraba libros creyendo que algún día iba a leerlos. Estaba ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta y seguía planeando lo que haría cuando fuera mayor. Cada día aparcaba cien proyectos y tenía cien ideas de futuro pensando que aun tenía tiempo. Miraba su mundo con transitoriedad. Como pensando que todas sus cosas estaban ahí de momento hasta que las colocara en su sitio definitivo. Si la muerte hubiera llamado a su puerta habría mirado el reloj extrañado del madrugón. Sabía, era una certeza no un mero deseo, que la vida le tenía reservadas grandes cosas. Que cuando se quitara de encima un par de cuestiones menores y se pudiera dedicar de lleno a ello iba a escribir una gran novela de éxito. Tenía decenas de comienzos empezados a los que miraba con la seguridad de que les iba a dar fin algún día no muy lejano. Cuando rematara algunas minucias ordinarias como su trabajo o las obligaciones de su vida cotidiana.

Dios lo había mal acostumbrado desde niño. Todos sus sueños se habían cumplido hasta la fecha. Y los que no lo habían hecho aún, lo iban a hacer pronto dado que los demás se habían terminado convirtiendo en realidad. Era una lógica aplastante. Y la respaldaba su experiencia. Cada cosa que había deseado la había logrado. Solo había tenido que esperar cincuenta años. 

En su esquema de funcionamiento de las cosas primero se soñaba con algo y luego simplemente se esperaba. Era una cuestión de tiempo que el deseo fuera concedido. Así que para él era evidente que los que quedaban por cumplirse se iban a hacer realidad de un momento a otro. Y puesto que el sistema le había funcionado a pequeña escala por qué no le iba a funcionar a una escala mayor. Así que como confiaba en que los problemas menores se arreglaran solos, o esperaba a que estuviera de humor para abordarlos con la energía que en cada caso requerían, y aquella técnica había surtido efecto hasta ahora, tenía la absoluta seguridad de que para ganar un día una lotería que le solucionara la vida lo único que había que hacer era jugar cada semana hasta que tocara. El truco de aquella extraña confianza en el destino era una mirada estoica que operaba a modo de colchón: la de quien cree que si no sucede lo que se desea no es tan grave.

También tenía la continua sensación de descubrir cómo funcionaba el mundo y de que no le gustaba lo que estaba descubriendo. Era una especie de ingenuo consciente, de esperanzado optimista que se desengañaba a diario y volvía a empezar de nuevo por la mañana en su idealizada realidad deseada como si nada hubiera pasado.

Buscaba siempre un punto medio que a menudo le hacía pasar por apocado. Trataba de buscar con empatía las razones del otro, los argumentos en los que cada uno podía llevar parte de la razón. Desconocía la actitud claramente posicionada desde el dogma de saberse en lo cierto. Cultivaba la duda y el criterio propio desde la comprensión del ajeno.

Casi nadie recordaba su nombre. Todos lo seguían conociendo por su apodo de la adolescencia. Por todo ello pudiera haber quien lo tuviera por inmaduro, por conformista y falto de ambición, por tibio equidistante, por procrastinador impenitente, por pusilánime carente de sentido del riesgo, falto de valor para salir de la zona de confort, por fracasado. Él prefería sentirse tranquilo con su conciencia que asomarse a sus límites por saber hasta donde llegaban, ser moderado que visceral, flexible que rígido, calmado que agitado, tener lo suficiente que ser rico, amigo que poderoso, feliz por encima de sacar nota en el examen social para ser considerado exitoso. 

Y ya.

martes, 15 de abril de 2025

MANIFIESTO CONTRA LA NEGRURA (Y la ingratitud)

 

MANIFIESTO CONTRA LA NEGRURA
(Y la ingratitud)

"Hay dos maneras de vivir la vida:
Una como si nada es un milagro,
la otra es como si todo es un milagro".

Veo a mi alrededor tres tipos de descontentos. Nada tengo que decir de quienes tienen queja de sus situaciones personales y particulares. Cada cual somos un mundo y nuestras circunstancias. No soy quien para opinar pues no visto los zapatos de nadie más que los míos. Por esa parte nada que añadir. Sin embargo me declaro desde hoy abiertamente en guerra contra las otras dos clases; Aquellos que miran a su alrededor más allá de sí mismos y solo ven oscuridad y tragedia en lo inmediato y cercano, y quienes asumen el pesimismo existencial y filosófico como inherente al propio ser humano. A esos dos niveles, que no al primero, se dirige mi ataque.

Así que no hablo de quien tiene una enfermedad terminal y se amarga, o de quien envejece y se vuelve cascarrabias, o de quien se queja de su falta de oportunidades sea justa o no. No opino. En ningún sentido. No tengo derecho a formarme un pensamiento (y menos a expresarlo en alto) acerca de si alguien lleva o no razón en su queja íntima pues no estoy en su lugar y carezco de la información completa y la visión integral. Pero si del que en el segundo de los niveles mira en mi realidad  a su alrededor cercano y solo ve cosas malas.  
Estoy cansado de la pose del profesional de la amargura, tan extendido recientemente, del proselitista de la tristeza, del apóstol del enfado, del que anuncia todas las plagas por venir en futuros cercanos. De quien es incapaz de valorar en su justa medida la inmensa suerte que tiene por vivir cómo vive y dónde vive, y para el que todo es amenaza constante. Sobre todo por pesado. Por cansino e insistente en asombrarse de continuo de que los demás no lo veamos todo tan claro como él. O mejor dicho tan oscuro. Hasta el punto incluso de culparnos en parte o en todo de lo malo que ve por no unirnos a él en el cabreo. Que entiende como ataque personal que no tomes algunas de sus preocupaciones en serio, que sospecha de quien no se une a su pesadumbre. 
Porque es injusta su tristeza. Es la de quien no sabe mirar con relativa prioridad e importancia cada elemento de la vida, la de quien tendría que dar gracias por cada segundo de existencia y los gasta en quejas lastimeras que no solucionan nada salvo el derecho a la pataleta infantil o el saber a ciencia cierta quién es de los míos y quién de los otros.

Y no digo nada ya del cuervo existencial que no agradece (ni se da cuenta siquiera) simplemente el ser parte de la gran casualidad de la existencia, que no disfruta de la belleza, del amor, de la amistad, de la vida, ocupado en quejarse de la gran tragedia del cosmos. Y de contagiarme su pestífera amargura.

Yo os aparto de mí, pájaros de mal agüero. Os ahuyento y espanto. Porque queréis agotar mi energía y apagar mi optimismo y os escondéis en el insulto de creer que quien no ve la negrura es que es un inconsciente, y en que la luz que otros ven es un espejismo irreal. Yo os expulso alarmistas que confundís el inconformismo sano y constructivo que siempre ha sido motor de progreso, con el lamento. ¡Dejadme en paz. heraldos de la oscuridad! ¡Pues claro que hay motivos para el enfado!,.. es evidente. Pero también lo es que son más las razones para la alegría. para dar las gracias cada instante por nuestra inmensa fortuna de estar vivos y para que merezca la pena vivir, Hay muerte, y miseria, y egoísmo, y sufrimiento,. Hay incompetencia, y maldad, injusticia.. y aun con todo y con eso el cielo despejado de la mañana, la tibieza de la piel de la mujer que amas, la hierba bajo los pies, la risa pura,.. desequilibran la balanza a favor de la posibilidad de la felicidad. No mostrar empatía por el sufrimiento es una acto vil pero ¿no es igual de criminal desperdiciar la vida en llantos en lugar de usar el don de la existencia exprimiendo cada gota de eterna belleza que tiene mirar las estrellas, soñar, cuidar un jardín..? 

Y ya.

martes, 25 de marzo de 2025

EL RAYO VERDE

 

Hasta que no lo vi con mis propios ojos siempre creí que era una leyenda que circulaba entre marineros, una excusa para un relato de Julio Verne. El rayo verde, ese último destello que se puede apreciar por unas décimas de segundo justo en el momento exacto del ocaso sobre un horizonte de mar despejado, es una buena metáfora de la muerte. Si se nos concediera un último rayo verde en forma de cuestión "¿Fuiste feliz?" la mayor parte de la gente no podría contestar que sí. Y me pregunto qué otra razón de ser tiene la existencia si no es poder contestar afirmativamente a esa pregunta final.

Cosa distinta es la razón por la que quien dijera que lo fue pudiera decirlo. En todos los casos sería cuestión de las expectativas. Habrá quien mire atrás y vea una vida plena y satisfecha. Habrá quien mire su personal balanza y en ella pesen más los buenos momentos que los malos y eso le satisfaga. Habrá quien vea logros y metas alcanzadas. Quien vea recuerdos de risas y alegrías. Quien mida su éxito vital en deberes y obligaciones cumplidas, en hijos bien criados, en aportaciones a la humanidad, en herencias dejadas,. Cada cual tiene su propio rayo verde.

Y es curioso que no sea único sino diverso, y que lo que a uno le suponga la medida de su vida para otro no sea absolutamente nada. Que quien cifre la intensidad de su rayo verde en las riquezas obtenidas pueda no valorar en lo más mínimo la cantidad de amigos que le lloren cuando no esté. Y al revés.

Y ya.


viernes, 21 de marzo de 2025

LONDON STYLE

 

"I've seen things, you people wouldn't believe."
Blade Runner 


Los humanos me llaman ARKO, tengo ocho años, que para un perro no es mala edad, y a lo largo de estos años he aprendido que decir mi nombre tiene distintas entonaciones y se usa con distintas intenciones. No recuerdo dónde ni cuándo nací pero es evidente que me separaron pronto de mi madre y del resto de la camada. Mis primeros recuerdos son de una pareja joven en un piso. Creyeron que tener en una casa de ciudad un cachorro enérgico de una raza nerviosa, necesitada de ejercicio, estímulo y reto, y criada durante siglos para el trabajo era buena idea. Pronto se dieron cuenta de que no era como otras razas ni como otros perros, y que mis necesidades superaban lo que ellos podían darme. No duré mucho en su casa. No se si reconocería su olor si pasara junto a ellos, seguramente algo me traería recuerdos sin que yo supiera de qué. Ojalá que encontraran al perro que les encajara mejor que yo. Pero a mi me vino bien. Como en alguna parte habían oído que mi raza tenía una cierta predisposición para el trabajo policial pensaron que regalarme a la policía para que ellos me dieran un nuevo hogar era una opción a valorar. Los que luego serían mis compañeros en el cuerpo me recibieron genial. Me hicieron trabajar muy duro los primeros años en un periodo de adiestramiento que no me dio más que satisfacciones. Allí fui muy feliz.

Se que hay quien puede no entenderlo pero para mi dormir en mi chenil oyendo los ladridos de todos mis demás hermanos al irnos a acostar al anochecer era la felicidad. Esperar que el sol entrara cada mañana por la parte de arriba de la puerta metálica, el calor a veces, el frío otras, el ajetreo del comienzo de la jornada, sentirme útil y querido, el plato de bolas de pienso para comer, tener una misión, cumplir las órdenes, ver la satisfacción en mi adiestrador cuando encontraba el reclamo escondido en un ejercicio, tener una finalidad, servir a un fin. Creo que no dejé de mover la cola en todo aquel tiempo.

El primer año aprendí los comandos básicos: atender a mi nombre, ir cuando se me llamaba, andar junto a mi adiestrador al paso, parar, sentarme, ir a por algo y traerlo, ladrar solo cuando se me ordenaba, tumbarme.. Notaba que mis instructores me miraban atentos estudiando mis habilidades y mis inclinaciones. Luego aprendí a centrarme a pesar de las distracciones, a ir en un vehículo, a quedarme quieto hasta recibir el comando de moverme y esperar..
La segunda etapa fue más específica y aprendí a rastrear y diferenciar olores que resultaban de interés para ser policía y separarlos de otros que no importaban, a dejar lo que estuviera haciendo por cumplir una orden sin tardar,.. Al final de aquel año nos separaron en grupos según nuestras predisposiciones y facilidades. Hubo quien no siguió y fue descartado, pero yo no. Algunos compañeros fueron a entrenar para rescate de víctimas de accidentes, o como elementos de defensa, otros para detectar explosivos, drogas,.. Alguien había visto en mí potencial para seguir rastros humanos como la sangre o encontrar cadáveres en catástrofes. Fue un periodo muy intenso de entrenamiento en el que mi adiestrador estuvo muy satisfecho con su elección pues según decía nunca había visto a un perro distinguir el rastro humano de otros rastros biológicos animales como lo hacía yo. Fueron muchas horas de buscar restos enterrados, entre piedras, bajo chatarra,..  Se me daba genial.

Cuando me consideraron terminado el periodo de adiestramiento como perro de rescate de cadáveres y seguimiento de restos biológicos. empezó realmente mi trabajo. Mi especial habilidad en muchas misiones reales me valió el reconocimiento de mis superiores. Los agentes que trabajaron conmigo siempre presumieron de mi expediente de resultados y me especial talento. Esa etapa ya en serio duró varios años. Los mejores de mi vida.

En ese tiempo tuve la desgracia de ver muchos muertos que encontré siguiendo el particular olor que los cadáveres tienen, vi muchas desgracias, inundaciones, accidentes, catástrofes de todo tipo,.. Recuerdo especialmente la vez que encontré en un vertedero el rastro de unos niños que habían desaparecido un mes antes, también el hallazgo de un cuerpo que su asesino había escondido en una cueva de un monte apartado.. Era bueno diciendo en qué maleteros habían transportado muertos, donde analizar en busca de sangre seca aunque la alfombra estuviera lavada, en qué habitación se había dado una muerte violenta,..

Hasta que un día llegó la lesión. Trataron de salvar mi cadera pues me consideraban especialmente valioso. Me operó uno de los mejores veterinarios que había en esa especialidad. Mi adiestrador confiaba en que me curara y un día volviera a ser la estrella del servicio que siempre había sido. Mientras tanto con mi cojera no era útil.
Pero el tiempo pasó y ni cuando me llevó a su casa mejoré. Seguí cojeando puntualmente. No tanto como para no ser un magnífico perro pero lo suficiente para no poder estar en la élite a la que pertenecí una vez. Además me hacía mayor ya con 7 años.

Con gran tristeza anunciaron en las redes sociales y en las protectoras especializadas que me tenían que retirar del servicio y poner en adopción. Y a pesar de que soy el perro más guapo del mundo no hubo respuesta y pasé un año entre la casa de mi adiestrador y la vuelta al chenil. Aquello se me hizo insoportable. Oír cada mañana a mis compañeros ladrar para salir al entrenamiento o a las misiones y quedarme solo allí sin poder servir para lo que fui una vez el mejor fue muy duro. Verles subir a los coches patrulla y alejarse mientras me quedaba en la base inútil. Lo que primero fueron solo síntomas de aburrimiento se convirtió en melancolía y al final en depresión. Y dejé de comer, y como no me movía apenas en mi cuarto me empecé a anquilosar a pesar de los cuidados de los agentes. Y perdí peso, y alegría y ganas de seguir adelante. Y me afectaba al carácter y estaba irascible y me lamía obsesivamente provocándome heridas que me hacían menos apetecible para la adopción. Y enfermé de tristeza.

Hasta hace unos meses. Porque un día llegaron ellos dos con su perra LAINI y me llevaron de paseo y me dejaron oler el cariño que desprendían, y me prometieron que me iban a hacer correr y volvería a mover la cola y a sacar la lengua satisfecho tras el esfuerzo, y que me propondrían retos y estímulos, que me darían órdenes y esperarían que las cumpliera. Y me dieron de comer y me llevaron con ellos a su casa. Y cumplieron su palabra.

Y me despedí de la que había sido mi casa durante tantos años para ir a otra ciudad, y de mis compañeros caninos y humanos, que solo tenían grandes palabras mientras me decían adiós tras tanto tiempo de servicio juntos. Hoy habrá en mi viejo chenil otro perro policía. Tal vez un cachorro que esté aprendiendo las pautas básicas. Cada mañana se abrirán las puertas metálicas en las que se pasa frio o calor según la época pero sobre todo se espera el nuevo día para que te den de comer y te hagan sentir útil. Puede que lo eche de menos un tiempo, pero ahora vivo otra vida. Ahora LAINI y yo somos los únicos perros de la casa y todo son atenciones para nosotros. Y yo hago sentirse orgulloso a mi nuevo humano. Lo noto. Se ufana admirado al verme hacer cosas que me enseñaron hace años y que para mi son sencillas. Y me esconde el juguete y hago como que me cuesta encontrarlo para que crea que me ha puesto un problema difícil. Y me siento a su lado cuando se detiene sin que me lo diga y miro al frente orgulloso en pose heroica y viril. Y cuido de mi humana y de mi nueva compañera, una vieja gruñona que me recibió marcando territorio pero con la que formo una hermosa pareja. Y recuerdo la cantidad de veces que hice mi parte en momentos difíciles con los otros policías y pienso !Qué coño! Me lo he ganado. Y entonces a la puerta de la cabaña en el campo, donde vivimos, me dejo acariciar, doy un par de vueltas a sus pies, gruño de manera apagada y me tumbo a su vera dejando que se acabe el día..

Y ya.


lunes, 17 de marzo de 2025

UNA FORMA DE MIRAR EL MUNDO

Antes que ninguna otra cosa era curioso. A pesar de que hacía algunos años que peinaba ya canas miraba a su alrededor como si fuera la primera vez que viera cada elemento que lo componía. Nunca se cansaba de aprender. Quería saberlo todo de todo y todo campo le interesaba. Había sido así desde que empezara a dar sus primeros pasos y no dejó nunca de serlo. Cada nueva cuestión que se le presentaba era una puerta que se abría a su hambre de conocimiento casi obsesiva. De crío leía entradas de enciclopedias por orden alfabético como otros leían cómics. Preguntaba inquieto cada duda que le pasaba por la cabeza. Y eran miles cada día. Constantemente. Toda su vida miró los anaqueles de las bibliotecas con una mezcla de tristeza por no tener vidas para leer todos aquellos libros y felicidad por tener tanta información junta y a su alcance. Luego la llegada de Internet fue un regalo para él. De todo quiso saber siempre algo más. Jamás se conformó con un conocimiento superficial y ahondaba investigando en mil y un temas diversos hasta niveles que alguno pudiera considerar de experto en muchos de ellos, porque aunque no se especializó en nada fue especialista en muchas cosas. 

Valoraba las buenas conversaciones por encima de todas las cosas. De ellas sacaba siempre lecciones y nuevos aprendizajes que le llenaban de plenitud y colmaban temporalmente sus ansias hasta la siguiente. Le gustaban porque le abrían nuevos horizontes y le generaban nuevas preguntas. Mundos nuevos que explorar, que fue siempre lo que más le gustó. 

Le recuerdo siempre consultando algo en su ordenador o leyendo un libro. Todo le resultaba asombroso y estaba eternamente agradecido por no saber casi nada de casi nada. Eso le daba la oportunidad de descubrirlo con ojos nuevos. Porque siempre miró el mundo con ojos de niño. Hasta el final. A lo único que no miró con curiosidad ninguna cuando por fin llegó fue a la muerte.

Y ya.

domingo, 2 de marzo de 2025

LA MÁQUINA DE LOS INSTANTES FELICES

 

Después de muchas pruebas Druna por fin había conseguido que su invento funcionara. Había creado una máquina que se alimentaba de momentos felices. Aunque estaba en fase inicial funcionaba muy bien. El siguiente reto en el que tenía que centrarse era el almacenamiento. Su máquina usaba como combustible los instantes de felicidad de las personas pero estos tenían que haber sido recientes para que el recuerdo tuviera la suficiente energía. Había logrado transformar felicidad en potencia, pero los recuerdos se iban con las personas cuando estas morían o se olvidaban de sus memorias alegres así que tenía que darse prisa en alimentar su máquina con ellos antes de que caducaran.

En su investigación Druna se había dado cuenta de la fuerza gigantesca que encerraba la felicidad cuando esta se producía y que esta se concentraba en microunidades llamadas instantes, momentos e incluso periodos. Eran pequeñas explosiones que su scanner detectaba y señalaba en el plano de la ciudad como lucecitas que Druna corría a recoger rápidamente por las calles antes de que se desvanecieran. El premio era alto porque cuando por fin daba con una reciente la energía que desprendía alimentaba la batería de su máquina para varios días. Lo mejor que tenía aquel tipo de nueva energía era que no esquilmaba nada. No necesitaba quitar nada de su felicidad al sujeto, solo aprovechaba la explosión de potencia que esa felicidad producía. De hecho descubrió que compartir con sus pilas humanas, como las llamaba, esos momentos de felicidad a ella misma le producía también minicargas que aprovechaba conectada a su máquina.

Cuando su máquina se descargaba sin visos de una recarga fuerte en un futuro inmediato Druna simplemente se paseaba por los jardines recogiendo minicápsulas en forma de sonrisas maternas, niños cuyos padres soltaban la bici y pedaleaban solos por primera vez y risas cristalinas infantiles. Los jardines con columpios eran una apuesta segura en esos casos. 

Una cuestión la tenía preocupada; cuando las personas fallecían se llevaban tal cantidad de energía en sus recuerdos que lo consideraba un desperdicio energético insoportable. Se decía que debía hacer algo al respecto. No era tolerable esa cantidad de pérdida. Tampoco le parecía justo que la gente se olvidara con  tanta facilidad de lo que le había hecho feliz un día. Aquel era un lucro cesante inaguantable desde el punto de vista potencial.

Se propuso estudiar esa cuestión y probar un par de ideas que le rondaban la cabeza. Mientras tanto, como cada día, con su mochila-batería a la espalda salió aquella mañana a la ciudad a recoger su carga diaria. A las pocas horas, mirando la pantalla vio como una pequeña lucecita se encendía a cuatro manzanas de donde estaba. Se trataba de lo que llamaba una explosión de nivel 7, una de las buenas, así que se apretó las cinchas y corrió hacia allá. Cuando llegó al portal aprovechó un hueco de una vecina que salía en ese momento y atenta a su detector en la mano subió corriendo por las escaleras hasta el cuarto sin esperar que llegara el ascensor por la urgencia de la captura. Ante la puerta llamó con insistencia. Le abrió un vejete en bata. Sin siquiera permitirle reponerse de la sorpresa, Druna le encasquetó en la cabeza el sombrero de absorber felicidad y como un vampiro bueno le chupó la energía de su sonrisa sin quitársela. El abuelete, aun con su cara de felicidad iluminándole el rostro, se sentó exhausto y sorprendido en su sillón. Todavía tenía entre las manos el álbum de fotos de sus nietos que estaba mirando cuando Druna llamó a la puerta. 

Y ya.

domingo, 26 de enero de 2025

I LOVE THIS GAME!!

 

Me encanta este juego.

Hay quien tiene la disciplina admirable de acudir al gimnasio con frecuencia periódica o hacer algún tipo de ejercicio físico de manera planificada. Yo desde hace años práctico una gimnasia mental consistente en plantearme periódicamente un tema y reflexionar o estudiar sobre él. La iniciativa parte a menudo de amigos que me lo proponen directamente o me lo sugieren indirectamente. Tengo la suerte de contar con varios grupos de amigos diferentes aunque similares en esto de la curiosidad (Dios los crea y ellos se juntan) a los que les gusta jugar a este mismo juego con mayor o menor intensidad que yo así que lo jugamos juntos. Al venir de varios ámbitos ello me permite tocar diferentes esferas completamente diversas entre si. 

Lo juego en varias modalidades (Mensual, semanal..). Alguien por ejemplo en uno de esos grupos propone el tema y durante esa semana nos dedicamos a investigar sobre esa cuestión y a reflexionar sobre ese tópic. A veces un episodio histórico, un concepto o una idea, un ismo, una obra de arte, un lugar, una película, un libro, un autor, un ítem cualquiera; Desde la práctica del corso hasta la envidia o el uso de determinado armamento en una batalla, el concepto de belleza o perfección, el papel de la izquierda en el siglo XXI, Sherlock Holmes, política internacional, la carga  de sable o el Whisky... Comprar libros sobre el tema, recapitular lo que sé o creo saber sobre la  cuestión, hacer comprobaciones sobre mis ideas prejuzgadas, tomar notas, escribir sobre ello en mis soportes, pinchar en enlaces que nos intercambiamos para leer webs, oír podcasts, ver documentales, imágenes, programas de debate, reseñas, artículos.., sugerirnos hilos de debate, incluso plantearnos retos a modo de juego dentro del juego sobre la cuestión que toque para tener que averiguar la respuesta, hacernos aportaciones mutuas enriquecedoras, descubrirnos unos a otros nuevas facetas no sabidas sobre el tema, curiosidades, descubrimientos hechos por cada uno de nosotros relativos al tema semanal, nuevos enfoques. proponernos títulos para profundizar...
En el otro formato alguien nos sorprende a los demás cada mes en las reuniones proponiendo un tema sobre el que opinar en caliente en el instante a modo de escritura automática sin mayor preparación.

Esos son los mejores momentos del juego. Cuando nos vemos en persona para hablar sobre el tema que alguien propone.

Tengo la suerte además de que todos estos grupos están formados por amigos diversos que me aportan mucho y me enriquecen, con gran sentido del respeto a la opinión ajena, maduros pero con un punto de humor muy conveniente, críticos, adogmáticos.. y sobre todo tan curiosos como yo. 

Me encanta jugar a ese juego. Ha pasado a ser algo muy importante jugar cada cierto tiempo. Me mantiene vivo y despierto intelectualmente, cura mis ansias, calma mis preocupaciones, me distrae, colma mi hambre y mi curiosidad.. Y además fortalece la amistad.
¿Alguien da más?

Y ya.