viernes, 13 de marzo de 2015

EL ESCRITOR ATORMENTADO


Me alegra que me haga esa pregunta ..

Escribir es escribir. Puedes hacerlo mejor o peor. Escritor es el que escribe (la mamá de Forrest Gump lo diría así. Y eso son palabras mayores). Otra cosa es ser un escritor reconocido, interesante, bueno... 
Escritor no es el que vende tampoco. La gente comúnmente atribuye ese calificativo a quien vive de los libros que publica, pero según los últimos datos esos son pocos. Me han dicho. Por ello en un ataque de generosidad el público está dispuesto a llamar escritor a quien tiene algo publicado. Que ya es mucho. 
No me importan mucho los que se definen como escritores si no entran en alguno de estos parámetros. Fuera de ellos hablamos de construcciones artificiosas, de anhelos, de deseos, de proyectos, de potencias y posibilidades, de futuribles. Cuando lo hagan los leeré y opinaré. Si me sale. Y estará bien. Les deseo lo mejor.
Me importa poco cómo se le llame o si la audiencia le da sus parabienes. Escritor es el que escribe. En el soporte que sea, pero una producción mínima y para ser leído. Las conceptualizaciones teóricas están bien como ejercicio de laboratorio. Las motivaciones por las que la gente escribe son variadas y todas ellas me merecen respeto (excepto las que no lo merecen). 
No me reconozca nadie como escritor o deje de hacerlo. Nadie puede emitir ese certificado ni expedir ese carnet. A lo sumo estamos cualificados para respetar a quien escribe o no. A seguirlo. A gustarse con sus letras enlazadas o de la forma en que las enlaza. A recrearse en sus palabras, a divertirse, a sufrir con él si es que sufre. A compartir sus contenidos, a hablar de lo que dice o de cómo lo dice. Incluso a criticarle. Puede no interesar un escritor así. La opinión es libre. Pero no se le puede excluir del parnaso (a lo sumo del de los buenos escritores).

No se si yo lo soy. Cumplo algunos requisitos. Junto letras a menudo, lo hago para que me lean, tengo libros publicados, tengo lectores, entra dinero de las ventas.. Y aún así no estoy seguro de serlo.

De tanta autenticidad que algunos escritores destilan al final se convierte en pose, en caricatura de autor maldito, incomprendido, cínico, desesperanzado, asocial o bohemio de los que hace años ya no existen. Para escribir no hay que ser un ser atormentado, ni pasionalmente torturado, ni haber llevado la vida más perra y miserablemente arrastrada por los fangales de un París inexistente. No hay que odiar al público, ni situarse por encima de quien no te lee o no le gusta tu escritura. Se puede ser escritor y no estar solo ni ser egoísta. No hay que adoptar gesto de desdén intelectual, soberbia ni menosprecio de quien no necesita al otro. No es obligatorio estar enfadado ni tener fantasías suicidas. No hay que meterse de todo para poder soportar la angustia existencial. No hay por qué haber bebido licores fuertes como hierro fundido ni mirar con la mirada de los mil metros tras haber visto la muerte. No hay por qué ver la vida de forma especial, ni haber visitado todos los puertos en tu camino a Ítaca para darte cuenta de chorradas vitales. No hay por qué tener en la escritura una obsesión personal, una necesidad o una vía de escape. No hay por qué ser élite y menos superior. Todo ello ayuda a ser escritor. Incluso puede que sea una buena base para ser uno bueno y tener algo que contar o rabia para contarlo con sentimiento. Pero no es imprescindible para escribir. Eso sólo les vale a unos pocos y no todos tienen que ser Rimbaud, Poe o Miller. Se puede ser Mark Twain o intentarlo. Se puede escribir y ser feliz al hacerlo.Se puede uno divertir al escribir y no solo expulsar tus demonios. Y ello no te hace un cobarde. No solo de la tristeza, la tragedia o la nostalgia nace la belleza. Si es lo que buscas. También hay literatura en la risa y en la diversión como bien sabe Adso de Melk.

Ya sé que la actitud de poeta obsesivo que no puede parar de escribir compulsivamente arrastrado por su tragedia mola más. Y que sentirse parte de la élite de los desheredados que han de cargar con la responsabilidad histórica de ser uno de los elegidos para narrar pesa. Y que el desdén es un gesto fotogénico. Pero elegir adoptar estos papeles no da derecho a la exclusión de quien no lo hace, solo abunda en el snobismo y la pedantería del que se aparta del mundo en la paradoja de hacerlo despreciando a los otros por querer reconocimiento y hacerlo para que los lectores vean su mutis y le pidan un bis. Ser escritor conlleva esa dosis de egolatría compleja a veces. Y se entiende. Lo que no se comparte es que ello de licencia para defenestrar a quien no lo hace.

Puedes escribir para ti mismo pero no eres escritor si no hay lector ni producción suficiente. Eso es tener un diario. 

Escribe. Si quieres. O no lo hagas. Hazlo para expresarte, para crear. Y no engañes. Te gusta que te lean. Si no, no lo harías. Te ha sido dado el don de la elocuencia. Usa tú talento...Y sí, ya lo dijo el profesor Keating, el lenguaje se inventó para hacer la corte a las damas.

Sobre todo miente, narra, fabula. Tu vida no interesa a nadie, interesa tu talento para la invención bien contada. Cuando opinas no escribes (yo lo hago, pero se que eso es otra cosa mientras lo estoy haciendo. Soy consciente. No me engaño). Cuando te retratas no escribes. Salvo que tengas una increíblemente interesante no me cuentes tu vida. Eres escritor.

Y ya.



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