domingo, 24 de enero de 2016

FUEGO Y LETRAS










Hay dos tipos de personas: 
los que creen que "El nombre de la Rosa" se refería al de la chica 
y los que entendieron la novela

La posesión más preciada del anciano era una fotografía enmarcada. Se trataba de un fotograma de la película "El nombre de la rosa" en cuya esquina inferior derecha figuraba la firma del mismo Umberto Eco con una dedicatoria aséptica. Era la imagen de la escena en que con la cara tiznada Sean Connery vestido de monje se derrumbaba exhausto a la salida de la biblioteca tras salvar unos cuantos tomos de la quema.

Como un grafiti incomprensible en aquel lugar un pasaje de una novela de Pérez-Reverte decoraba extrañamente el cabecero de la cama coronando curiosamente la habitación. Se trataba de unas líneas de "El sol de Breda", aquellas en las que Íñigo debe decidir si sigue con el saqueo de la ciudad recién tomada como hacen los suyos o ayuda a un joven Calderón de la Barca en su tarea autoimpuesta de salvar libros de un incendio en casa de un burgués.

- Teniente, ¿Quién era el tal Carballo y porque le odiaría tanto el viejo? - Preguntó el agente uniformado manoseando uno de los volúmenes.
- Un tipo que quemaba libros dentro de libros -Dijo Mulligan por toda respuesta.

La policía había tirado abajo la puerta unas horas antes al no obtener respuesta del inquilino. Esperaron a tener la orden judicial y luego invadieron la casa. No hubo excesivas sorpresas en lo que encontraron. El propio detective que ahora tomaba notas para su informe que ya preveía tedioso, aceptó pronto que lo que estaba viendo era lo que esperaba encontrarse dentro. Era un complejo de Diogenes un tanto particular, pero era de manual. Los vecinos habían llamado a la jefatura alarmados por el fuerte olor a tinta.

- Esto no es un domicilio normal -Se decía Mulligan más para sí que para su interlocutor-. Esto es un templo de una religión pagana y ya casi abandonada. Sin apenas sacerdotes ni acólitos. Este tipo ha vivido muchas vidas a través vuestro -Pareció decirles a los libros apilados.- Tomó del suelo uno al azar "El Diario de Adán y Eva" de Mark Twain, y leyó en alto la línea subrayada.. "Eva tenía la absurda necesidad de ponerle nombre a los vientos, a los animales, y así a cada cosa. Adán no lo entendía."

Luego se detuvo ante un collage situado tras la puerta del baño. Por dentro. Justo en el ángulo que miraría el usuario de ese espacio de la casa. Era la conocida foto de las SS lanzando ejemplares a la hoguera. Superpuesto a la imagen el índice de libros prohibidos por la inquisición en el siglo de oro. Y todo ello emborronado con nombres de escritores acusados de herejía a lo largo de la historia. En otro lugar una gran pintada sobre la pared blanca decía crípticamente "Las letras, las palabras, los nombres de las ideas y los conceptos.."

Su compañero uniformado le miraba murmurando sin entender su tono nostálgico. También contemplaba con una mezcla de incomprensión y admiración el paisaje a su alrededor. Montañas de libros, columnas hasta el techo, caídos en cascada y depositados en el suelo por la ley de la gravedad, superando un fútil intento original de orden. Sobre una especie de ara, abierta por el evangelio de San Juan, una biblia reposaba en un cojín bordado. "En el principio era el verbo, y el verbo estaba en Dios, y el verbo era Dios."

¿Ese tipo estaba como una cabra, eh? -divagó el policía-. ¿Cree que se los habrá leído todos? Aquí debe haber miles de libros.
- Si se dedicaba a salvarlos imagino que no sería para guardarlos simplemente.
- ...Pero.. ¿Dónde está?
- Puede que lo encontremos bajo esas cajas, o entre las piezas de su colección, pero creo que eso no sucederá. Se ha ido. Y no estoy seguro de que haya sido a un lugar mejor.


"STAT ROSA PRISTINA NOMINE, NOMINA NUDA TENEMUS"

Y ya.





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