miércoles, 27 de junio de 2018

CONVIENE QUE..


Hay usos y costumbres que respetamos porque son lo convenido y porque son lo conveniente. En la mayor parte de los casos coinciden ambas características. La convención social se ha ido fijando con el tiempo porque esas formas de hacer las cosas era la que más convenía. A veces sólo será porque es lo que conviene, como no cruzar en rojo o asearse si vives en sociedad. A veces porque es lo esperable del otro, lo acordado expresa o tácitamente, como la puntualidad. Lo socialmente convenido como práctica correcta a menudo nace de un criterio de mera comodidad; se hacen las cosas así para evitarnos tener que andar decidiendo en ese momento cómo hacerlas, si hay un criterio común al que atenerse en algo nos ahorramos pérdidas de tiempo, como por ejemplo en lo de ceder el paso ante una puerta. De nada vale que cada español tenga su propia teoría de cómo deberían usarse las rotondas. Hemos de tomarlas todos igual o si no habrá accidentes.

La cuestión es muchas veces cuál es el nivel de aceptación de algunas de esas pautas sociales. Cómo de extendida está su aceptación. Es muy frecuente pensar que algo debe ser respetado porque creemos dogmáticamente que pertenece a ese grupo de normas cívicas y de urbanidad mínimas y luego resulta que no tiene porqué ser así. Por ejemplo parece asumido por cualquiera que no hay que usar la violencia en las relaciones sociales. También hay quien piensa que no se debe enseñar el pecho amamantando en público. Lo primero parece indudable e indiscutible como norma general (nunca mejor dicho), pero lo segundo hay a quien le parece igual de indiscutible y a quien no tanto. A quien sea así dirá "Es evidente ¿Es que no lo veis?" Y será así en cualquiera de los dos casos. Y así miles, como ciertas formas de vestir, tonos y volúmenes de voz, palabras que se pueden decir en público, muestras de afecto o sexualidad que se pueden hacer ante los niños, uso del lenguaje genérico, etc.

Me interesan hoy esos usos que son universalmente aceptados sin cuestionarlos, esos que son para todos mínimos de urbanidad y convivencia, esos que aunque seamos unos polemistas y tengamos ganas de discutir, todos sabemos que son imprescindibles si queremos vivir en comunidad. En quien respeta esos se puede ver quien te respeta a ti y quien no, quien te tiene en cuenta, a quien le mereces respeto.

La clave para mí a la hora de decidir si un uso es de esos mínimos o no es la palabra “esperable”. Esos mínimos quedan marcados por lo que sabemos que el otro “puede esperar” de nosotros por ser lo "habitual" en el comportamiento social. Me guste más o menos, prefiriera yo o no que fuera así. En ellos es indiferente si me apetece o no cumplirlos, o si estarían fuera de esos mínimos si por mi fuera, eso es igual. Queda como maleducado quien actúa contraviniendolos a sabiendas de que los demás esperan de él una forma de hacer. Y son en este sentido de gran importancia las palabras “Otro” y “habitual” pues me refiero al decir “Otro” a la inmensa mayoría y al decir “Habitual” a lo que se hace en la mayor parte de los casos y con mayor frecuencia, no me meto en berenjenales de lo “normal” o lo “correcto” que conllevan posicionamientos éticos y juicios morales (ni ahora toca hablar de lo que se debe hacer aunque no se haga o cada vez se haga menos como ceder el asiento a quien lo necesita más que yo)
Por más que me guste el lado de la izquierda o que en él dé la sombra no puedo circular con mi coche por ese carril.

También es relevante el concepto de minoría pues me refiero a aquellas que son realmente despreciables desde el punto de vista estadístico y no a los 40-60, 30-70, etc. E incluso saco del planteamiento aunque sea ese el caso a algunas de esas minorías en las que el acuerdo socialmente aceptado es (y no debe ser de otra manera) tratarlas como si no lo fueran (discapacidades, enfermedades raras, colectivos desfavorecidos, etc.)

Es en este sentido importante la cuestión de la empatía y el esfuerzo de adaptación. Las particularidades de cada uno son muy respetables, a veces dan personalidad a cada cual sus “cosas” y son incluso simpáticas. Pero es el que las tiene el que ha de adaptarse a los demás y no al contrario, que hemos terminado confundiendo el respeto a las minorías y la atención a la diversidad con la idea de que hay que asumir las extravagancias por extrañas que sean. Es la minoría la que debe adaptarse a la mayoría, y no al contrario. No hablo de que tengamos que ser homogéneos. Hablo de que si la mayoría debe (lo creo sinceramente) respetar a la minoría con más razón esta debe respetar a aquella. Es una cuestión objetiva, mensurable.. simplemente por cantidad. Si alguien anda de espaldas no tenemos por qué los demás hacer nada más que respetar su decisión. No impedirle hacerlo ya que no hace daño a nadie con ello. Pero no hay por qué hacer carriles para andar hacia atrás a coste del erario público o hacer un día mundial de "todos andando para atrás" para probar qué se siente y así entender mejor a ese colectivo. Es él quien ha de tener cuidado con no atropellarnos a nosotros.

Es lo convenido y lo conveniente. Se llama pacto social.

Y ya.

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