Las cosas que históricamente los humanos hemos respetado han tenido siempre tres dimensiones. Si falta alguna de ellas ese elemento pierde sacralidad y dejamos de respetarlo como lo hacíamos hasta ese momento. No hablo solo de lo que admiramos. A algunas de estas cosas no solo las hemos respetado a lo largo de los siglos sino que incluso las hemos venerado. Y si lo hacíamos era por tener las tres facetas. Cuando el hombre respetaba a Dios era porque tenía esas tres. Y así pasaba cuando ha reverenciado según el momento a la autoridad, a la iglesia, a la razón, a los sabios y expertos por encima del conocimiento del vulgo, a la democracia, a los gobernantes, a la naturaleza, a la inteligencia..
Para que algo sea un templo, algo digno de respeto, ha de tener:
a) Esencia: Espiritualidad; Intención de trascendencia, valores que lo sustenten, principios éticos.
b) Sustancia: Concreción, corporeidad, incluso fisicidad o tangibilidad. Lo que en el caso de la divinidad se suplía con ídolos e imágenes a las que adorar.
c) Norma: Liturgia, protocolo, ritual y pautas que lo regulen.
Cuando sólo se reúnen dos de ellas no se alcanza ese nivel de la más alta consideración; Las meras reglas más el elemento físico solo son deporte, lenguaje, rutina, trabajo, sexo, religión, contrato, formación, desfile, territorio, ley, estética, katas, pensamientos, disfraz vacío, carcasa, apariencia, formato, edificio, replicantes.. Pero si hay espíritu además son otra cosa. Si hay espíritu pueden llegar a ser ritual sagrado, poesía, amor, creación, arte, trascendencia, educación, patria, derecho, matrimonio, acuerdo, belleza, arte marcial, profesión y oficio, filosofía, bushido, uniforme, esencia, templo, personas..
Por eso una obra maestra de cine o una partida de ajedrez perfecta no consisten solo en cumplir un código sobre un soporte. Por ello nos damos cuenta de que algo falta ante una supuesta obra de arte aunque la tengamos ante los ojos y tenga un formato reconocible si carece de idea o de pasos para ser creada. Por eso el toreo pierde adeptos si solo se trata de espectáculo sin alma. Solo normas y elementos materiales. Por eso al clero se le respeta mientras tiene corporeidad, liturgia y valores (los católicos) y deja de ser respetado, por mucho que tenga tangibilidad y ritual, cuando pierde los valores que le dan razón de ser. Por eso tenemos al parlamento de un país por el templo sagrado de la democracia y sus ciudadanos lo respetan.. hasta que, por mucho que el edificio siga en pie y haya un protocolo y un reglamento, deja de sustentarse en los principios democráticos para los que existe. Por eso pierden nuestra confianza los gobernantes aunque sigan andando y vistiéndose poniéndose ropas sobre un cuerpo, y cumplan ciertos formalismos, si comprobamos que no creen en lo que nosotros defendemos. Por eso las banderas dejan de tener prestigio por más que ondeen y haya un reglamento que las describa en sus medidas y colores si ya no representan al ordenamiento que rige y este no está alimentado por los principios en los que creemos. Por eso la monarquía pasa por sus horas más bajas si por mucho que haya monarca y lo diga una constitución pierde para el pueblo sentido al perder ejemplaridad ética. Por eso el rito por sí mismo no vale solo si no va acompañado del elemento físico y el elemento espiritual. Y viceversa; Por eso la espiritualidad no sirve sin liturgia ni forma material. Ni la mera escenografía física vale para nada sin protocolos que lo reglamenten o sin ética que los sustente.
Y ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario