Al limbo de las palabras blancas, esas que nacen y al poco de ser usadas mueren sin haber tenido tiempo de quedarse, suben sin bautismo los vocablos que no tuvieron oportunidad para gastarse.
Como grumetes caídos en un abordaje, amortajados pequeños cadáveres arrojados por la borda lastrados con balas de cañón, tras largo tiempo cayendo por la oscuridad del lenguaje hasta el fondo del mar del diccionario se posan leves en el abandono. Descansan sobre la arena del olvido. Reposan para siempre por el desuso en los limos de la más profunda de las nadas y las desmemorias. Anclas sin barco, recuerdos de lo que pudieron haber sido, restos del naufragio, cabos deshilachados que, como anémonas, bandean las corrientes caprichosas del lenguaje de cada época. Desechadas palabras que ya nadie hace suyas.
Venid a mi, que yo sea quien os recupere para el presente preciso pero insípido. Haced bello el mensaje. Traed lírica de lenguas muertas donde sólo hay rigor exacto. Volved de dónde sea que os hayan escondido.
Y ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario