jueves, 21 de abril de 2016

LA CORTE DE LAS MARAVILLAS, EL TIEMPO DE LOS MILAGROS



Desde hace años estoy en un constante estado de asombro continuo. No consigo quitarme de la cara una expresión a medias entre la sorpresa y el agradecimiento a no se bien quién. Una mirada de incomprensión de la realidad que me rodea mezclada con cierta propensión a pensar que no me lo merezco pues no he hecho nada para ganármelo. Simplemente he nacido aquí y ahora (Bueno.. ahora, ahora...Quien dice ahora dice hace unos años). Sin más méritos. Soy plenamente consciente de que lo que para mi es mi mundo para otros sería el paraíso soñado. Dicho sea tanto en términos temporales como en dimensión geográfica e incluso social. Y lo peor es que al ser un descreído no tengo a quien agradecérselo con lágrimas en los ojos como el tema merece. Habré de centrar mis preces y gratitud en la ciencia y los científicos. 
No hace tanto mis propios antepasados no podían ni imaginar en sus mejores sueños cosas que hoy tengo por normales y no me paro a valorar. Bueno, yo si, pero veo que otros no. Se han acostumbrado tanto que no se dan cuenta de las maravillas que les rodean a diario.Y no hablo solamente (eso para otro día, o mejor para otro blog) de los avances médicos, sanitarios, higiénicos, en educación, servicios, comprensión del cosmos, ciencia, derechos humanos, política.. Lo que más me maravilla y genera mi asombro en medidas astronómicas son las pequeñas cosas que nos acompañan y que hace pocos años eran tenidas por milagros imposibles. Cositas que si vuelvo atrás en el tiempo y se las cuento por ejemplo a mi abuela, que falleció hace poco más de un cuarto de siglo, sería incapaz de entender y abarcar con su mente.


Llevo en el bolsillo un aparato, un objeto más plano que una cartera y de ese tamaño aproximadamente, con el que hablo instantáneamente con mi amigo en Nueva York mientras voy por la calle. Gratis. Mi voz en forma de datos, unos y ceros e impulsos eléctricos incomprensibles para mi, van por el aire, por cables, llegan a satélites fuera de la atmósfera y vuelven. Instantáneamente. Puedo ver su rostro mientras hablo, y él el mío. Girar el aparato para que vea su ciudad, grabar sus sonidos y enviárselos, o una foto, un vídeo.. Estoy (o puedo estar) constantemente informado del estado y previsión del tiempo en un lugar exacto, algo que hubiesen agradecido generaciones enteras de campesinos anteriores a mi. Enterarme de las noticias en el momento en el que pasan. Ese aparatito que va en mi bolsillo es mucho más potente por sí solo y tiene mayor capacidad de cálculo y almacenamiento de información (libros, música, películas..) que las máquinas que hicieron capaz de llegar al hombre a la luna. En otro similar pero un poco más grande (aunque no ocupa ni el espacio de una carpeta) puedo ver películas, leer libros, prensa, revistas.. allá donde quiera. Puedo hacer consultas médicas, comprar objetos en el otro extremo del mundo y ordenar que me los lleven a mi casa, y llegan, en relativo poco tiempo (a veces asombrósamente poco), hacer trueques, contratar servicios, hacer transferencias, reservar entradas de cine, identificar códigos de barras y de otros tipos que me trasladan a información y servicios de todo tipo, hacer una denuncia, un trámite administrativo, ubicarme en un mapa en una ciudad desconocida, guiarme milimétricamente hasta mi destino, identificar una canción, una obra de arte, ser localizado por la guardia civil en la montaña si me pierdo, estudiar mis constantes vitales, compartir con amigos y conocidos opiniones y lo que sea, hacer cálculos complejos, convertir moneda, invertir en bolsa, jugar al ajedrez con un chino, comprender mejor conceptos que un segundo antes desconocía, elegir al segundo una película porque tenga capricho de verla en ese instante y hacerlo, ver el capítulo de una serie de hace varios días u oír un programa de radio de hace semanas, hacer y enviar al instante documentos, localizar y copiar párrafos enteros de miles de obras, ensayos, novelas, estudios, seguir a una misión espacial en marte casi en tiempo real, ver lo que está sucediendo en este momento en el nido de cría de un águila, imágenes actuales de otros lugares del planeta, puedo preguntar y expertos me responden sobre cualquier tema, escribir, corregirme, volver a escribir, dictar textos con mi voz que son reconocidos de manera sorprendentemente rigurosa e inmediata, preguntar por un restaurante, un óptico, un cine cercano y ser respondido con exactitud, compartir lo que siento, lo que pienso, lo que veo, pedir ayuda, darla, conocer gente que de otro modo jamás conocería, de cualquier sitio del globo, ser corresponsal de un medio de comunicación enviando la noticia que tengo ante mis ojos en ese instante, calcular distancias, preparar viajes y rutas, hacer reservas de vuelos y hoteles, visitar de antemano los lugares a los que quiero ir, ser avisado en caso de emergencia, hacer entrevistas, reuniones de trabajo, ver a mis seres queridos lejanos, elegir el sitio exacto en que me quiero sentar en el cine, en un vuelo en avión, en el tren, entrar en el ordenador del trabajo desde donde esté, programar la tele, la calefacción.. Y todo eso en segundos. Sobre la marcha.

Si fuera mudo podría hablar, si ciego se me describirían los colores y lo que tengo ante mi. Puedo visitar lugares que no existen, crear paisajes que solo están en mi imaginación.

Llevo encima mi agenda, mi colección de pelis y música, mi calendario del año, mis recordatorios, los datos de contacto de todas las personas a las que conozco, mi vida en fotos y las de los míos, todas las bibliotecas, todas las enciclopedias del mundo a mi servicio para resolver mis más pequeñas e insignificantes dudas momentáneas. Mi padre ni podía soñar algo así y lo hubiera agradecido. Porto todos los mapas del mundo entero. Puedo, ahora mismo, si quiero ir mediante una pantalla a la calle de la ciudad que se me antoje. Y ver los detalles de sus comercios y sus portales. Cargo con todos los archivos de imágenes, todas las fotos, las obras de arte pintadas a lo largo de la historia por los grandes autores, cada escultura, edificio, pensamiento, teoría. Puedo visitar cualquier museo, estudiar las estrellas al detalle, verlas en el firmamento nocturno a media mañana..

Si mi bisabuelo quería pagar a un proveedor o comunicarle un pedido tardaba días o meses, hubo regimientos que murieron masacrados por no recibir a tiempo la noticia de que las guerras habían acabado, cosechas que se perdieron por estar al albur del clima imprevisible, personas que fallecieron ilocalizadas. No hace tanto. No tan lejos. Me siento en la obligación de valorar lo que se me ha concedido. Tengo en mi bolsillo la lámpara de Aladino.

No salgo de mi asombro. No lo comprendo. Es un regalo. Solo me limito a disfrutar tal maravilla. Y es que la curiosidad es hermana de la sorpresa y prima de la gratitud aunque no entienda nada. Gracias. A quien haya que dárselas. Somos una raza increíble.

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