sábado, 3 de diciembre de 2016

LA FAUNA DE MI CALLE





















Trabajo ocho horas al día sentado de forma que quedo mirando a la calle. Una calle que está a dos metros de mi. Una acera por la que pasa a menudo la gente con sus conversaciones diarias, sus cuitas, alegrías y preocupaciones de barrio. Los ratos que levanto la vista de la pantalla para descansarla miro lo más lejos que las vistas me permiten durante un tiempo, o salgo a la puerta para cambiar de postura y de distancia focal.

En todos estos años el vecindario ha pasado ante mis ojos en sus variadísimas formas y colores.

Está el de la coleta y pelo largo del que os he hablado a veces. Ese que anda hacia atrás. Estaba el exhibicionista de la casa al otro lado del río del que también os conté hace años. Hace tiempo que no se de él. No se le echa de menos. Está el vecino del primero que baja a pedirme fuego a escondidas para que su mujer no se entere de que se echa el pitillo diario, el ecologista que se metió en el agua para evitar que la máquina limpiadora destrozara el fondo y a las especies, el policía municipal del barrio, las gitanillas que entran a preguntar qué se hace aquí y a pedirme pegatinas o la clave de la wifi, los yonkis que se pusieron una vez a pincharse en la misma puerta de mi oficina tras la compra hasta que los eché de allí y educadamente me pidieron perdón y se fueron, los vecinos que, hartos de que su barrio se fuera a la mierda sin que nadie hiciera nada, pasaban en procesión cada martes por la noche con sus turuletas y tambores reclamando que se fueran los camellos, los gitanos con su arte sentados en el banco de delante con un cajón y una guitarra a hacer maravillas sin que nadie les haya enseñado, la señora a la que he visto hacerse viejecita sin que la visitara nadie en diez años, arrastrando cada día las bolsas enormes de la compra, el joven que vuelve de hacer trabajos sociales en el servicio de limpieza del Ayuntamiento por condena por trapicheo, el coche que se para al otro lado del río siempre en el mismo sitio, toca el claxon y desde la ventana del primero le tiran una bolsita. Siempre es la misma ventana, nunca el mismo coche...

Está el vecino con el que nunca he hablado y que siempre al pasar gira la cabeza y me sonríe a modo de saludo, cada día, desde hace más de diez años. Está la que, cotilla, posa la visera de su mano en el escaparate para mirar dentro entrecerrando los ojos y se sobresalta cuando encuentra mis ojos mirándola desde dentro, están las noches que llegan pronto en invierno, las hojas que cubren el suelo en otoño, la niebla fantasmagórica que hace blanco el mundo, las colillas que me dejan a la puerta, las meadas de los perros con las que ya me he rendido, la luz de las farolas, el río que a veces crece y amenaza con desbordarse, los pescadores de nada que agotan ante mi mirada sus lunes al sol, el abuelo que mira a un lado y a otro cuidadoso antes de subir al nieto en el sillín de mi moto, el barrendero parsimonioso, las madres en fila de cochecitos hablando entre si de lo que pondrán hoy de comer, la gitana que debería estar jugando y pasa con un bombo de ocho meses contenta de que su chico la quiera o la pegue poco sin saber que le han robado el único mes de abril que tiene, el gitano adusto vestido de negro que balancea su bastón de patriarca seguido de tres señoras con tacones vertiginosos y abrigos de visón de vuelta del culto criticando al que ha puesto poco en el cepillo ese día, el botines chulo que se hace la acera de enfrente arriba y abajo fumando cigarro tras cigarro durante horas a diario dejando simplemente pasar el tiempo, los lloros interminables y horribles de un niño que llegan desde no se sabe donde y despiertan mis peores imaginaciones, las voces, las discusiones, el chino alto que anda deprisa seguido siempre a cinco pasos de su mujer, los tres musulmanes con sus chilabas que pasean amigables el viernes tras el rezo departiendo y parece que tratando graves cuestiones teologales en su lengua, el marroquí desocupado en el que ya me había fijado varios días por su pose reposada sentado en la parte superior del banco cada tarde, el único de la calle que corrió a ayudarme el día que se me cayó la moto al aparcarla, Mustafá, el negro delgado que entra a veces a que le ayude a actualizar su currículum pues ilusionado me cuenta que tiene una nueva entrevista, el mismo Mustafá que escapó de su casa y echa de menos a su mujer y a su hija, el mismo que aquí opta a trabajos de limpieza y allí era ingeniero, el mismo que habla cuatro idiomas,..

Está también el imbécil promesa de homicida por negligencia que pasa a 70 pisando el acelerador para ocasionar el mayor ruido petardero posible con su mierda tuneada por una calle que es carril bici y salida de colegio, la pareja de policías en moto patrullando silenciosos, la cartera que si alguna vez hablara de todo lo que ve a diario en sus entregas palidecería la mejor novela negra ante la sordidez asumida de su mirada, el día aquel que me crucé con una persecución a tiros entre coches de dos clanes, las redadas antidrogas, la abuela tatuada y reincidente vestida de negro hasta el moño que organiza los negocios familiares desde su casa sin ascensor de protección oficial, están los ciclistas que de tres en tres a primera hora de la mañana se van a disfrutar su jubilación haciendo deporte por el Esgueva pertrechados de cascos y mallots multicolores que llenan de lorzas sin complejos, el grupo de runners del barrio que salen a correr juntos con sus camisetas verdes contra el cáncer, los mormones, los testigos de jehová, los comerciales con sus trajes mal vestidos, sus corbatas manchadas y sus zapatos baratos explotados por la comisión de una venta imposible, los padres separados que van a la guardería tristes a recoger a sus críos y vuelven a pasar ante mí de regreso luego a los pocos minutos, alegres, disimulando o realmente contentos, con ellos a hombros,..

.. Y está el matrimonio más feliz del mundo con su hijo en su cochecito barato, que pasa cada día dándome envidia con su sonrisa mutua, su transparente tranquilidad de conciencia y su mirada de  "iremos haciendo frente a cada cosa según venga"..

..está el barrio en el que trabajo y sus gentes.

Y ya.



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