sábado, 18 de noviembre de 2017

LOREM IPSUM

LOREM IPSUM 
(O de la necesidad del relleno)



Hacía mucho que no escribía nada y me he dicho: "Randy.. que habrá quien espere tus letras".. así que ahí va..

Lorem ipsum..  Las palabras que encabezan y dan nombre al famoso texto en latín que se usa desde las primeras imprentas hasta la industria del diseño gráfico de nuestros días para rellenar los espacios en blanco en tanto se dispone del texto definitivo en cualquier soporte: artículos, folletos, columnas, etc. simbolizan en mi opinión como ninguna otra cosa (Tal vez un cuadro de Pollock o la otra expresión latina "Horror Vacui") la necesidad que como sociedad tenemos de rellenar.

Se ha convertido en una obligación. Hay enfrente quien se cree con derecho a exigir a cada colectivo su dosis diaria, semanal..de relleno. Y hay que colmar esa expectativa. Los políticos tienen que rellenar y dar titulares cada día, los periodistas tienen que hacer lo mismo con sus tertulias e intervenciones, con sus artículos, sus opiniones, sus noticias banales. Todo el periodismo se ha convertido en periodismo deportivo, en periodismo de verano. ¡Becario Style rules! Hay que justificar el sueldo. Los directores de medios escritos lo hacen con sus periódicos, los jefes de redacción con su elección de contenidos, los de cadenas de imagen y productoras con sus parrillas, los particulares con sus redes sociales y blogs donde vomitan/mos como si importara a alguien lo que decimos. Ha ganado el mal marketing. El que nos ha hecho creer que hay que cambiar cada poco tiempo de envoltorio o asumir que te quedas obsoleto en caso contrario. !La televisión es ritmo!. El 90 por ciento de lo que tenemos a nuestro alrededor no son contenidos, son relleno. La calidad ha muerto, ¡viva la paja!

No caben silencios. Hay que hablar. Decir algo, sea lo que sea. Llenar el inexorable minuto no con el valor de los 60 segundos hacia la distancia final, sino con lo primero que se nos ocurra. No puede permitirse el espacio en blanco. El oyente cambiaría de cadena. Y eso hace que se digan estupideces (sin ir mas lejos), se divague, se construyan teorías, se publiquen periódicos-panfleto, se escriban twits, blogs..

Ya se ha hecho común el uso de latiguillos, coletilllas y muletas del estilo de "Yo no soy ningún experto en esto pero creo que...", "No se ha probado pero parece claro que..".. O argumentos de autoridad incontestables como "Muchos piensan que..", "Hay quien dice.." , "Se oye mucho últimamente.." para a continuación dejar caer un rumor (cuando no un bulo intencionado) o una opinión personal sin más respaldo, pero que con ello gana en prestigio y huye de la responsabilidad de ser argumento propio. 

No se le escapa a nadie que todo ello conlleva de manera automáticamente la consecuencia de la falta de profundidad en los contenidos, la superficialidad y la frivolidad. La "democratización" de los canales (que pueda opinar todo el mundo aun sin base para que su opinión tenga relevancia -verbi gratia estas líneas-) ha restado un "elitismo" necesario en mi opinión -valga la redundancia y el doble sentido-. Lo que se ha ganado en posibilidad de que cualquiera opine se ha perdido en que "las opiniones sean cualificadas"..

Y ya.. que me acabo de dar cuenta de que llevo un minuto intentando pensar que más escribir porque me parece poco para una entrada.

Para mayor abundamiento otros enlaces sobre el tema:

"La culpa de todo la tiene Jose María García"
"Horror vacui"


domingo, 5 de noviembre de 2017

TRASTORNADOS (TOCADO Y HUNDIDO)


- Pero entonces.. ¿Estoy loco o no doctor?
- Esa es una terminología completamente abandonada. En la psiquiatría actual ya no se usan esas categorías. Ya no hablamos de locos o cuerdos. La comunidad médica acordó hace años que todas las personas tienen en alguna medida disfunciones respecto a la media y que de hecho este concepto no existe en la realidad. Lo de que la excepción es la norma y todo eso, ya sabe.. Sólo a las expresiones más marcadas, a los casos más graves, las llamamos enfermedades mentales.
- Y yo.. ¿Estoy en ese nivel?
- Yo no diría eso. En absoluto. Puede estar tranquilo. Desde luego su caso es de manual. Pertenece sin duda a ese 2,5% de personas, sobre todo hombres, en toda población, que tiene ese cuadro. Reúne un porcentaje muy elevado de los síntomas de un Trastorno Obsesivo Compulsivo, pero en este tipo de desajustes lo importante no es tener o no los síntomas sino lo que estos interfieran en su vida. Quiero decir que si usted lo tiene dominado y no le genera una ansiedad incontrolable, ni afecta a sus relaciones sociales y familiares, ni a su desempeño profesional no hay por qué tratarlos siquiera. Todos somos un poco raros ¿No cree? En esas pequeñas particularidades que nos distinguen está lo que llamamos individualidad. La cuestión es acostumbrarse a ello usted y la gente que le rodea.....¿Es ese el caso? Le generan ansiedad esas "pequeñas manías" de las que me habla? ¿Le impiden o dificultan las relaciones sociales? 
- Yo no lo creo. Tendría que preguntar a la gente de mi alrededor, pero creo que no. Desde luego yo no me doy cuenta si es así. Sí que es cierto que a veces me angustio más de lo que creo que debería por pequeñas cosas; una tarea que tengo que hacer al día siguiente, alguien que me ha contradicho y me ha sentado mal... 
- O sea, como cualquiera. No se preocupe. Eso no tiene que ver en principio. A todos nos pasan esos episodios de mini-estrés que nos quitan a veces un poco de sueño. Si fueran constantes o inhabilitadores para dormir sería otra cosa...
..Lo que sí tiene que ver con su trastorno es lo que le sucede con las terminaciones de las tareas. Eso de que no pueda dejar algo en el trabajo hasta que lo termina y a veces hace que salga tarde. Lo llamamos efecto Zeigarnik y la manifestación más clara en su caso es esa necesidad de ir tachando tareas a medida que las acaba. Como una especie de ritual de terminación para poder empezar lo siguiente. También está claro lo de su necesidad de simetría con la mesa de trabajo. Lo de poner rectos los lápices, los folios, la pantalla, los cuadros... No es malo en si mismo. Y menos en su caso que no es obsesivo sino meramente maniático. No le interrumpe. Lo hace sin darse cuenta. .. pero el hecho es que tiene necesidad de hacerlo y su mente no se concentra hasta que está hecho. Otros síntomas inequívocos son por ejemplo eso que me cuenta de su curiosa fijación por los números pares, la necesidad de recopilar, acaparar y coleccionar todo tipo de cosas ya sean físicas o virtuales por series o similitudes, lo de las veces que tiene que volver sobre sus pasos para asegurarse de que ha cerrado la puerta de casa o de la oficina, lo de no soportar ver un texto suyo con una falta de ortografía y no poder pasar a lo siguiente hasta que la corrige, lo de su necesidad de controlar los tiempos gráficamente con una agenda en que recoge cada cosa que hace e incluso vuelva atrás para anotar en ella y tacharlas cosas que ha hecho y no tenía anotadas, eso de tener cada minuto programado y hacer correcciones a medida que va cumpliendo tareas, lo de la dificultad para expresar afecto o la forma un tanto artificiosa en que se obliga a hacerlo a sí mismo, lo del retraso en la toma de decisiones o en su ejecución una vez adoptadas, lo que me cuenta de sus episodios de frustración inesperados y la mala gestión de las críticas por pequeñas que sean, su incapacidad para deshacerse de objetos físicos o virtuales que ya no tienen uso, su rigidez respecto a las tareas reactivas que le surgen y no tenía previstas que a veces se convierte en angustia momentánea, la incomodidad para las comunicaciones directas y su refugio en el correo electrónico y el whatsapp para pedir instrucciones evitando así la comunicación personal siempre que puede, su individualismo exagerado que le hace sentirse más cómodo en el trabajo en solitario y su valoración negativa del trabajo en equipo en términos de eficacia olvidando sus demás ventajas sociales,..
.. Todo ello son síntomas que nos llevan en una dirección, pero ya le digo que aunque todo esto dibuje un perfil de manual solo será grave en la medida en que afecte a su vida, por ejemplo en el trabajo.
A veces incluso creo que alguno de estos síntomas me hacen mejor profesional, más perfeccionista. Lo de no poder irme hasta que acabo una cosa y dejarla terminada para volver al día siguiente a algo nuevo por empezar y que así no me venga a la cabeza en mi tiempo libre.. Y total no son grandes retrasos en la salida del trabajo. Medias horas a veces no más. Pero es que lo prefiero y así estoy tranquilo y sin ello en la mente.
- No se obsesione con ello, y perdón por el chiste malo. Esté atento a su alrededor. Ya le digo que lo importante no es que estos síntomas o manías se produzcan, sino que le afecten a usted o afecten a su alrededor. Asegúrese de que no influyen en sus relaciones sociales, familiares, de pareja, a su eficacia en el trabajo.. y sobre todo a su tranquilidad mental. Otra cosa es lo que estos síntomas puedan estar queriéndonos decir. No son tan importantes los síntomas como lo que anuncian. Es como la fiebre o el dolor respecto a la enfermedad. Una neurosis obsesiva o este tipo de compulsiones aunque parezca obvio afectan a personas que tienden a obsesionarse, y, por decirlo en pocas palabras hay dos tipos de estas; las que lo canalizan positivamente y las que lo hacen negativamente. Las primeras son a las que coloquialmente llamamos cabezotas. Esas que se ponen una meta y hasta que no la consiguen no paran. Lo positivo o lo negativo está en la meta que se pongan. No es lo mismo no cejar hasta curar el cáncer que no parar hasta que has acabado con una raza. Las que lo canalizan negativamente son esas que no pueden quitarse de la cabeza durante mucho más tiempo y más intensamente que los demás algo que les ha afectado: Una preocupación, una idea recurrente, una mala situación que han atravesado, algo que les ha hecho sufrir y sigue haciéndolo mucho tiempo después aunque sea más amortiguado y solo ya latente. Vigile esas cuestiones y hablamos en la próxima sesión ¿de acuerdo?
- Claro, gracias entonces doctor. Hasta otra.
- Adiós. Hasta pronto.

El paciente, mas tranquilo, salió cerrando la puerta, sacó su agenda y su boli y tachó de su lista: - Consulta psiquiatra. Luego volvió a guardarla en su bolsa en la posición en que las paredes de agenda y bolsa quedaban paralelas mientras pensaba en lo tranquilizador de ese gesto que le permitía tener su vida bajo control. 

Mientras tanto el doctor tecleaba ante la pantalla del ordenador: "Paciente 126: Este está como unas maracas"

Y ya.

sábado, 4 de noviembre de 2017

ANDRESITO, EL QUE PUNTUABA APARCAMIENTOS


No mucha gente reunía tales cualidades de observación y métrica. Aquel talento especial para la medida objetiva. Esa habilidad innata para el cálculo y la puntuación valorativa. Al menos eso le decía su psiquiatra a Andrés para animarle a que siguiera perseverando en su afición pues esta era inocua y tenía además repercusiones terapeuticas inestimables. La más importante de ellas era que le mantenía entretenido en algo que no hacía daño a nadie.

Andrés salía cada mañana tras desayunar y tomar su medicación y bajaba paseando la cuesta del psiquiatrico donde pasaba las noches. Con una curiosa mezcla de paso firme y paradas improvisadas se dirigía cada día a cumplir la misión que en su cabeza alguien le había reservado en el esquema ordenado del mundo. Sentía que tenía que hacer su parte para que todo aquel sistema entretejido no se convirtiera en caos. Y su aportación era puntuar a los conductores que realizaban las maniobras de aparcamiento en las aceras de su ciudad. De ese modo, armado con su lápiz y su libreta, detenía su paso orgulloso cada vez que a su vera un aparcamiento se producía, sacaba parsimonioso el ajado cuaderno, buscaba la hoja en blanco tras la arrancada de la última anotación, miraba atento el desarrollo de la maniobra y anotaba pulcramente:

"Simca 1200- Matrícula M-4561 de la R. Aparcamiento en batería. Calle Rigoberto Aguado. Como a la altura del número 12 de los pares evidentemente. Calificación: regular. Comentarios: Lento en la maniobra, ha reculado dos veces. Mal el cálculo del ángulo. Hizo esperar a los siguientes".

Luego cortaba delicadamente la nota de su cuaderno con unas pequeñas tijeras de manualidades de punta roma, doblaba esta en dos y se la metía, junto a las demás del día, en el bolsillo superior de su chaqueta, huerfano de pañuelo y elegancia alguna.

Al acabar la jornada, Andrés volvía a su refugio. En el inicio de la cuesta que subía al frenopático local había un buzón. En él depositaba cada atardecer las ocho o nueve notas dobladas que había ido almacenando y eran el fruto de su sentido del deber diario. En su cabeza cumplía con ello una elevada obligación. Desconocía su destino final. Alguien las tendría en cuenta, seguro, para las abstrusas planificaciones incomprensibles para él que los gobiernos debían llevar a cabo para mantener el caos sujeto al orden. A la mañana siguiente Ana, la cartera las recogía mezcladas con las cartas y las tiraba a la papelera. Y así cada día.

Y ya.