(Ismael Serrano ensayando su cara de hostiable)
Ismael Serrano quería ser Sabina como Sabina quería ser Dylan. Quería ser cantautor, hacer canción protesta, ser poeta de clase..
La diferencia entre ellos (aparte de su manifiesta incapacidad como músico y letrista) es que Sabina y Dylan respondían a la ética de la canción protesta porque surgieron en un momento y lugar en los que tenían motivos sobrados para protestar. Aute cantaba al alba de los fusilados por el franquismo, Serrat retaba al régimen haciéndolo en catalán, Dylan daba banda sonora con voz desgarrada y reconocible a la lucha por los movimientos civiles y a la rebelión contra una guerra injusta en Vietnam, Victor Jara en Chile, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés..
Ismael Serrano sin embargo fue un quiero y no puedo, un remedo trasnochado y sin talento de Joan Baez en tío y de Chamberí. Un cantautor con problemas del primer mundo que como no tenía motivos para la protesta añoraba los de otros en el pasado. Y para hacerlo adoptaba la estética musical (ya que no podía la ética) de la nostalgia pacifista de los 70; Contra Franco se vivía mejor, papá cuéntame otra vez cómo corrías delante de los grises y todo eso.
Hace una década, a la sombra del 15M (que sí tenía motivos para la indignación y la protesta) surgió un movimiento estético a cuyos líderes se les fue la mano con la emoción de sentirse en un Woodstock a la española. Y se lo terminaron creyendo así que apostaron por convertirse en movimiento ético haciéndose agente político. Pero al igual que Ismael Serrano aquello sólo era una pose, un mayo del 68 impostado nostálgico de la primavera del amor, con esa nostalgia de lo que nunca jamás les sucedió tan bien cantada por Sabina (que pronto se distanció de ellos), esa añoranza de lo que no vivieron y les hubiera gustado experimentar solo que con las garantías y derechos actuales, la libertad de expresión de ahora y sin que los grises les pegarán (o al menos no muy fuerte para poder enseñar los cardenales en la reunión del comité de la fácul y presumir ante las chicas de héroes de la revolución).
Dicen hablar por abuelos de los que no se acordaron en vida y que no querrían que hablaran en su nombre (ya lo hicieron ellos cuando tocaba) y menos para volver a enfrentarnos. Para ello nos han dividido entre fachas y ellos, han resucitado a un Franco al que todos teníamos ya olvidado y han hecho bandera y prioridad de cosas tan importantes y urgentes como cambiar los nombres de las calles quitando los de perfectos desconocidos, que gracias a su gestión volvieron a ser recordados.
Y han hecho todo esto con la crueldad de la juventud. Sin piedad. Sin tener en cuenta las consecuencias. Sin matices ni moderación. A saco. Desde el adanismo dogmático de creerse los liberadores de una sociedad necesitada de salvación, en posesión de una verdad que les asombra no veamos los demás tan clara como ellos. Déspotas ilustrados que se creen que deben sustituirnos paternalmente en nuestra capacidad de decisión dada nuestra ignorancia de cómo son de verdad las cosas, que han traído de nuevo el fanatismo discriminador mediante la falacia de lo correctamente político, la recuperación del inquisidor y el chivato o acosador que todos llevamos dentro, y la eliminación del opositor en las redes a falta de poder echar al mar al divergente que es lo que les gustaría. Y lo que es peor; nos han vuelto a enfrentar y a recuperar las dos españas que tanto nos costó superar. Y a falta de problemas reales, que la transición, el progreso y la socialdemocracia a la europea habían conseguido que sólo fueran recuerdos del pasado, se inventaron otros que hasta su llegada no existían; como la infelicidad por la falta de una república idealizada inexistente, o hacernos hablar un lenguaje absurdo e inventado contra toda lógica, o la opresión de los pueblos gallego, andaluz, vasco o catalán frente al tirano centralista, o la necesidad de criminalizar a los hombres de manera preventiva.
Por su necesidad estética de sentirse soldados de una guerra de clases que ya no existía, de tener sus propias trincheras guerracivilistas, volvemos a estar enfrentados de nuevo los españoles. Como añoraban carreras ante los grises y gases lacrimógenos han contribuido a hacer el aire irrespirable y han alimentado al gólem del enemigo necesario para justificar su existencia. Ese es el pecado que menos les perdono; por su capricho dieron razón de ser al oponente que sin ellos no hubiera surgido ni existiría.
Dejadnos tranquilos. No le pidáis a papá que os lo cuente otra vez porque si lo hacéis os dirá que él ya no estaba en ese entonces que habéis idealizado, que él ya estaba en una España que se modernizaba a pasos agigantados gracias a haber dado el paso ejemplar de la concordia y al trabajo de los que de verdad sí se la jugaron ante los grises y en la cárcel o peor, no como vosotros que disfrutáis del privilegio de la queja lastimera impostada porque vivís en un estado de derecho que otros (a los que ahora hacéis de menos) construyeron.
Sois muy pesados.
Y ya.
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