Hay gente a la que la ley debería obligar a vestir algún elemento distintivo sobre la ropa para que los demás supiéramos quién son cuando nos les cruzamos por la calle.
Como el hombre aquel que en los 90 circulaba por Madrid buscando dónde aparcar y vio a tres tipos en actitud sospechosa subirse a un coche mientras oía por la radio que se acababa de cometer un atentado de ETA en las proximidades. Y que renunció a lo que estaba haciendo para seguirles, jugándose la vida y que le detectara gente que entrena para evitar seguimientos, y que en un semáforo se bajaran por los dos lados del vehículo y le descerrajaran seis tiros a través del parabrisas. Y que mientras lo hacía hablaba con la policía y les iba dando indicaciones de por dónde iban y logró con ello su detención.
O como el padre de Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín de Londres que murió defendiendo a una mujer en un ataque yihadista.
O como las hijas de los dos policías que en su día libre paseaban por el paseo marítimo y al ver como un golpe de mar se llevaba a un paseante se tiraron al mar para no volver nunca.
O el hijo del gendarme francés que se ofreció para ser intercambiado por un rehén en un supermercado y acabó muerto por el terrorista acorralado.
O el comandante Franco, que estando en una piscina de un hotel que fue atacado por terroristas islamistas, defendió descalzo con un arma sin apenas munición que un oficial polaco no se había atrevido a usar, a los civiles hasta que llegaron a rescatarlos.
O aquel anciano que se interpuso entre el agresor y la mujer a la que este agredía y estuvo en coma un mes por el golpe recibido.
O tantos otros..
..Al verlos entrar en el bar en el que estamos con nuestros hijos tomando una caña o en un restaurante con nuestra familia comiendo, los españoles de bien nos pelearíamos entre nosotros para adelantarnos en el honor de invitarles a lo que estuvieran tomando. Y no pagarían una sola caña el resto de sus vidas.
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Estaríamos en una mesa, o al final de la barra.. y les veríamos entrar con su distintivo. Y varios de nosotros, con disimulo, le haríamos una señal al camarero. Y este atendería a uno de los que hubieran hecho el gesto, que a veces sería yo.. Y le diría..
- Por favor. Invite de mi parte a esos señores a lo que estén tomando y me dice a mi lo que se debe.
Y luego, ellos y yo, nos miraríamos ligeramente por un segundo. Y, por educación, para no molestar ni ser invasivos, no habría palabras. Yo alzaría un poco mi copa de vino y ellos con naturalidad y sin aspavientos agradecerían el gesto asintiendo a pesar de estar acostumbrados.
Y acabaría y no habría nada más
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