domingo, 30 de junio de 2024

TESOROS, MEMORIAS, PASOS, HUELLAS.. EL VIAJE (Como lágrimas en la lluvia)


"Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio,
ver en primavera lo que se había visto en verano,
ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia,
ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar,
la sombra que aquí no estaba.
Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos
y para trazar caminos nuevos a su lado.

Hay que comenzar de nuevo el viaje.
Siempre."
José Saramago - Viaje a Portugal (1981).

Una vez navegué en la noche frente a las costas de Troya, hice cabotaje bajo la mirada de las colinas donde estuvo el templo de Apolo en Delos, pasé ante los acantilados desde los que las sirenas tentaron a Ulises, oteé a lo lejos desde la cubierta las playas de Lesbos, desembarqué en la Rodas del coloso y de los cruzados, el Capri de Tiberio, la Atenas de Pericles, Pompeya, Herculano a la sombra del viejo Vesubio, recorrí Venecia buscando el paso de Corto Maltés, mi barco atravesó los Dardanelos, toqué puerto en Constantinopla mirando a la vez a Asia y a Europa mientras el sol se escondía acabado el día por el oeste, arribé a Alejandría donde una vez iluminó el fuego de su faro la noche a las velas lejanas que se sentían perdidas, fondeé en la costa de los lugares por los que dios se hizo carne, dentro del cráter de un volcán en la blanca y añil Santorini, y a la  vista de los molinos de la rada de Mikonos, buceé bajo las quillas... y el agua sobre la que flotaba mi barco era siempre la del mismo mar. El que baña las playas de mi mundo. El cercano y el de mis recuerdos. El Mediterráneo.

También en busca de las maravillas del mundo antiguo alcancé las piedras de la Gran Pirámide, desembarqué en Éfeso y vi las ruinas del templo de Artemisa. Caminé entre las piedras del Circo en Roma, de los templos de la Acrópolis de Atenas, embarqué en el Pireo y me bañé en el mar de Ostia. Sentí el peso de milenios en el muro de las lamentaciones, el peculiar tráfago de Nápoles, la majestuosidad de Santa Sofia. Visité a los poetas enterrados en Westminster, en Montparnasse, en Colliure, en el Panteón y en apartados cementerios escoceses donde no va nadie, a los antiguos atenienses en sus tumbas en el Cerámico, a los soldados en sus fosas en Culloden, bajo los mármoles blancos y ordenados del memorial de Omaha Beach, a las tresmil tumbas sin cadáver de Sad Hill en busca de la del desconocido junto a la de Arch Stanton. Vi las blancas casitas en las laderas de las Cicladas asomadas al mas azul de los mares, me asome a los acantilados de Irlanda, pisé en Belén el lugar donde nació Jesús y en Jerusalem en el que murió Cristo, visité la Bastilla, los campos de batalla contra el inglés en Escocia, en Montecassino, en Normandía las playas de los desembarcos, vi las maravillas encerradas en los Museos en el Cairo, en París, en el Museo Británico, en el Prado.. Subí montañas, volé sobre las fronteras, surqué los mares y anclé en las calas de sus islas. Vi los más hermosos atardeceres en el Bósforo, en Oporto, y los valles escoceses con sus olas de hierba y sus castillos, estuve en Eilean Donan y en la isla de Skye, y en los que adornan las riberas del Loira, Versalles, la Torre de Londres, y mi tierra castellana, regateé entre los brazos de la Esfinge, miré al mar desde el extremo del mundo donde es el fin de la tierra, vi las cimas de los Alpes, los techos de Europa, dormí en los Dolomitas, sentí en mi moto el viento, el frio, el calor, la lluvia, estuve en las ciudades antiguas pisando las calzadas que ellos pisaron en Pompeya, en Itálica, y en las que se van haciendo viejas en Lisboa, en Edimburgo.. Toqué Florencia, Siena, Milán.. Recorrí el Camino de Santiago, rodeé los lagos de Suiza bajo los imponentes picos, el de Garda en Italia, el loch Ness en Escocia,.. Fui a la ópera en Salzburgo. Visité Munich y Zúrich a las que confundía hasta que las conocí, y Berna, y Barcelona y Caen y Verona.. Estuve en el país de los Cátaros con sus misterios, fui a Carcassonne y a Montsegur, toqué todos y cada uno de los puntos en los que a un lado había mar y a otro tierra en mi peninsula, cada faro, cada cabo, dormí en hoteles lujosos con historia, en lugares que una vez fueron oficinas de la Gestapo, en cabañas de madera en los bosques, en playas.. muchas noches lo hice bajo las estrellas, junto a una fogata. Esas fueron las mejores..

De cada uno de esos lugares guardo el aroma, el instante retenido, el pensamiento sugerido, la evocación del momento. A veces me hacen sentir encerrado, a veces melancólico, pero siempre son recuerdos de felicidades.

El porqué del viaje es el momento. Ese momento. Cada uno de esos momentos. Uno tras otro. A veces un parpadeo, algo que te ha parecido ver y no estas seguro, a veces un instante. Otras veces horas. La mirada. La grabación del recuerdo en la retina y en la memoria para sacarla años despues de aquel cajón y volver a saborearla. O el mero disfrute de la vista, del segundo, de la imagen, del minuto que se convierte en hora de ensimismamiento. La experiencia, la toma, el cigarrillo, los olores, la parada momentanea a un lado del camino o mirando el horizonte lejano de la línea del mar cuando el último rayo del ocaso se hace verde, la foto, el sonido, los colores, el descanso en la ruta, ese paisaje, notar el aire llenando los pulmones, la conversación placentera, el tacto de la hierba fresca en los pies descalzos, las estrellas sobre la cabeza, la sorpresa o el objetivo alcanzado, el fin del agotamiento al dormir finalizada la jornada sonriendo bañado en las memorias creadas ese día, el calor o el frio de ese instante solo tuyo que nunca más se volverá a repetir.

Los recuerdos son magicos y tienen algo de tristes. Son tuyos aun hasta los compartidos. Puedes volver a evocarlos pero sólo para tí. No hay forma de transferirlos. Están en ti. Son tú. Y no están sin ti.

Nada puede compararse con las sensaciones del camino, con el disfrute del viajero. Tal vez escribir. O Nada.

Y ya.

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