Sal del personaje. Antes de que te engulla y no te reconozcas. Porque hay veces en que no sé si te lo has creído tanto que ya te has convertido en él. Y en esos momentos no tengo la seguridad de que si un día necesitara al verdadero tú no me miraras perplejo pensando de qué estaba hablando. Sal de ahí, cuanto antes. En cuanto puedas. Mejor ahora que luego. Vuelve conmigo. Ve hacia la luz.
Porque es divertido el juego mientras lo es. Y puedes ser el radical que quieras construirte mientras cuando haga falta sensatez y buen juicio vuelvas al criterio contenido y moderado que tú y yo sabemos que hay detrás de la máscara. Al que ha habido siempre a la vez que jugabas a ser otro por diversión. Pero es que últimamente echo de menos al real y tengo la sensación de que el personaje se lo ha tragado. Y has desaparecido. Y ya solo queda este. Y este me gustaba en tanto era pose y fingimiento para el chiste diario o para impresionar a las extranjeras, pero ya no si es el nuevo tú. Me gustaba luchar contra la máscara porque había una palabra de seguridad y en ningún instante dejaba de reconocer tus rasgos bajo ella. Y siempre se podía tener la certeza de que el juego se podía parar en cualquier momento y hablar contigo en serio. Y contar con tu lealtad y con tu pala en la noche.
Viste conmigo la máscara de la condescendencia, del castigo al hígado y del golpe bajo siempre que quieras, mientras haya reglas y respetes la esgrima que nunca dejó de haber entre nosotros. La que nace del respeto mutuo aunque fuera callado y no reconocido. Eso era lo que lo hacía divertido.
Disfrázate si quieres de frialdad y falta de sentimiento. Tú y yo siempre cultivamos esa imagen. Ríete de mi por esa causa como siempre hiciste. Recuerdo que eso me gustaba. Pero no te la creas. Nunca lo hiciste y ahora a veces lo veo en ti. Juega al juego del desprecio y la altivez, del dogmatismo de las opiniones, de mirarnos por encima del hombro a los demás mortales que no llegan a tu nivel ni ven la verdad que tus ojos ven tan clara. El del elegido es un personaje divertido. Pero recuerda que es un personaje y que estás jugando. Antes siempre lo tenías presente y volvías rápido de ese mundo paralelo a la realidad. Nunca sentí hasta ahora que lo pensaras en serio. Hasta hace poco. No eras así en el mundo real cuando salías de tu patio de juegos. Ahora confundes los escenarios. Los mezclas. No te creas lo que no eres, no eres el personaje que te construiste de cara al exterior. No lo saques del tablero de juego llevándolo a la realidad. Eso hace que deje de ser divertido y ya no te reconozca a veces. Cada vez con más frecuencia. Y que te alejes.
Porque el juego de la distancia masculina, incluso de la ofensa inocente mutua es genial mientras no se convierta en cierto y tenga por base la lealtad. Y la amistad lo es si hay equivalencia, no si uno ha llegado al convencimiento de su superioridad haciendo caso a lo que le dice su personaje interno.
Por momentos dudo si tienes claro que siempre fue así. ¿Ya no lo recuerdas? Incluso dudo siquiera si siempre fue así y soy yo el equivocado esperando que haya otro distinto al que muestras. Igual solo hay uno. Igual siempre lo hubo. Pero no. No puede ser. Yo recuerdo a otro. Éramos iguales y lo sabíamos.
Vuelve a mirarte en el espejo. Búscate hasta encontrarte. Estás ahí. Detrás de esos ojos. En alguna parte. Aunque cueste tienes que esforzarte en recordarlo. Eres el que eras y el que siempre fuiste. El que yo quería. Eres yo.
Y ya.
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