martes, 24 de septiembre de 2024

LA MESA DE TECA AZUL CLARO



Estoy viendo un documental. Es una larga entrevista a un director de cine conocido. El documental empieza con una simple pregunta; ¿cuál es tu primer recuerdo? y me ha hecho pararme a pensar en cuál es el mío. Mi primer recuerdo creo que es de mamá vistiéndome subido a la mesa de la cocina en la calle Labradores para ir al colegio. Era una mesa rectangular y alargada de teca azul de esas que cuando se despliegan forman un cuadrado pero que en casa nunca se desplegaba. Desayunábamos sobre ella todas las mañanas y sobre ella planchaba mi madre nuestra ropa. A mi espalda estaba la puerta que daba a la pequeña galería en la que ella tendía la ropa en el patio interior y que tenía una ventana que comunicaba con una habitación a la que llamábamos un poco pretenciosamente el salón. En la cocina había muebles setenteros como era propio del momento, metálicos, de puertas, un frigorífico no muy alto y una cocina de gas. Al salir de la cocina te dabas de bruces con una viga que estaba hueca, en cuyo interior guardaba mi madre las escobas y recogedores. El plano de la casa tenía forma de llave de la que la cocina, el cuarto de estar y el salón eran los dientes mientras qué el cuarto de estar y las dos habitaciones que formaban la T eran la cabeza. El pasillo desde la puerta de la cocina iba a la izquierda hacia el recibidor de entrada al que llamábamos el hall. Hacia la derecha desembocaba en el cuarto de estar donde hacíamos la vida y en el que estaba la televisión y las enciclopedias. Daba al exterior por una puerta de dos hojas acristaladas a una terraza larga y luminosa que recorría todo el frente del piso. Era nuestro patio de juegos, el terreno de la fantasía. El cuarto de estar tenía ademas una puerta a cada lado que comunicaba con las habitaciones en las que dormíamos los tres hermanos. Yo compartí la mía con mi hermano José Ramón mientras que por alguna razón que nunca llegamos a entender mi hermano Quico tenía su propia habitación. Una amueblada con los que habían sido los muebles de la habitación de mi madre cuando niña. La de José Ramón y mía tenía una cama en el centro, amplia, de matrimonio. Mi lado era el derecho, el de mi hermano era el de la ventana. Nunca tuve la más mínima sensación de molestarnos en aquella inmensidad. Yo estudiaba y hacía los deberes en un mueble al que llamabamos el buró y que se abría para formar un cierto pupitre. Por encima del cabecero de la cama, ocupando prácticamente el largo de toda la pared, una estantería que había hecho mi abuelo de madera y pintado en una amarillo que pegaba con la habitación. Recuerdo que el resto de la casa estaba en papel pues empapelar y dar gotelé eran las especialidades de mi abuelo. Aquella estantería amarilla y larga estaba llena con mis Donmikis, mis manuales de los jóvenes castores y todos sus amigos con Patomas y Tarconi, cuanto libro de las aventuras de los tres investigadores podía permitirme comprar o pedir de regalo en mis cumpleaños y mi colección de libros de animales..

Pasé horas en aquella habitación espiando a mi vecino de enfrente con la persiana bajada mirando a través de sus intersticios con los prismáticos que le robaba a mi padre creyéndome espía. Coronaba la casa al otro lado de la calle una construcción a modo de caseta que siempre imaginé que era la que albergaba el motor de ascensor. Sobre su tejadillo anidaba cada año una cigüeña cuyas costumbres estudiaba como aplicado alumno de Félix Rodríguez de la Fuente. Aquello era lo más cerca que iba a estar de la fauna salvaje qué llenaba mis sueños y fantasías a mis ocho años. Luego cuando ya me hice mayor y cumplí diez u once y llegó mi hermana rotamos y pasé a dormir en el salón en una cama que había que desplegar cada noche. No recuerdo un solo instante infeliz en aquella casa, antes al contrario cada remembranza que tengo es de momento alegres; jugar con mis primos que subían de vez en cuando al sexto desde el cuarto del mismo edificio en el que ellos vivían, las noches de reyes acercándonos al hall a oscuras para ver qué nos habían dejado, simular que los campamentos de los scouts a los que íbamos en verano seguían durante el resto de las vacaciones en la tienda que nos hacíamos con una colcha vieja en la terraza, mi padre levantándose de su sillón a consultar alguna cosa en la enciclopedia de la que tan orgulloso se sentía, el día que me senté ante el televisor a la vuelta del campamento notando algo extraño en la tele hasta que me di cuenta de que era en color a diferencia de la que había dejado atras quince días antes, cuando escribí mi primera carta al director sobre la tabla del buró dirigiéndome a la revista "Vida y luz" del colegio apellidándome de 'afamado' y siendo corregido en el sentido de lo que quería decir por mi madre para que la redacción fuera correcta, guardar en las puertecillas que yo creía secretas en mi estanteria mi primera cámara de fotos regalo de comunión de mi tío..

Mi primer recuerdo, no sé si cierto o confuso, es de mi madre vistiéndome los pantalones cortos y la chaquetilla de lana fina blanca, conmigo de pie sobre la mesa de teca azul pálido de la cocina para ir al colegio, o a misa o a ver a mis yayos cuando todo era feliz y yo no sabía aún el nombre de las cosas.

Y ya.

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