martes, 3 de febrero de 2015

VIEJOS TEXTOS OLVIDADOS BAJO EL POLVO

Citando a todos los clásicos que se me ocurren...
Ya nunca serás el sueño que de ti tuviste. Aquel tú con el que soñaste no existe, no ha existido, no existirá. No te harán los años el favor de volver para un mejor provecho. No regresará la juventud de nuevo. Y de pronto se te hace este hecho consciente. No te engañas ya pensando que aún hay tiempo. Empieza la cuenta atrás y se van, lentamente pero fluyen, las fuerzas. Has pasado, definitivamente, la línea de la sombra y se te instala lentamente en los ojos la mirada de los hombres cuyo ecuador es superado y que saben que desde ahora ya se marchitan, y esperan con ansiedad ese algo que mientras es aguardado ya se ha ido –ha pasado sin ser visto- junto con la juventud, el vigor, la fantasía de las ilusiones.
Mas, ¿No eres en verdad quien quisiste ser?...¿deseaste realmente lo que decías desear o solo era una idea, una quimera, un sueño?. Eres el fruto de lo que inconscientemente querías. No habrías tenido valor para vivir la vida que decías querer.
No fuiste nunca al bosque de Thoreau (mas desengáñate él tampoco lo hizo realmente). Ya no vivirás temporadas en el infierno ni acompañarás a los trágicos poetas marinos a África a quemar tu juventud y tus pulmones, a curtirte en climas perdidos. Ya no nadarás salvaje ni triturarás la hierba, cazarás, fumarás ni beberás licores fuertes como el metal hirviente alrededor de las hogueras. Ya nunca compartirás mil lechos ni volverás con miembros de hierro -como no lo hizo quien lo escribiera-, ni la piel sombría ni el ojo furioso. No habrás sabido nunca ser de una raza fuerte, ni vago, ni brutal.. pues no estuvo nunca en tu sangre haberlo sido. Aquello hubiera requerido ese interés que envidias porque no tienes. Ese desapego de lo que tus actos y decisiones puedan afectar a alguien que no seas tú mismo. Esa desconsideración absoluta que solo posee quien tiene el don del egoísmo: los aventureros, los viajeros, los hombres de frontera, los montañeros.. los héroes a los que tu juventud envidió.
No te atormentes. No eres un cobarde. Tampoco un valiente. Eres lo que desde el principio fuiste: Un hombre. Sueñas, deseas, pero eres humano. Hay incoherencia entre las mil vidas que predicas haber perdido y la felicidad de la que tienes. En gran manera no tuviste elección. No has fracasado aunque no hayas cumplido aquellos sueños. Fueron buenos sueños. Y, si eres sincero contigo mismo, siempre supiste que solo eran eso. Tenías grabada desde nacer esa línea del destino en tu mano. Un dibujó preciso del futuro que se ha cumplido con absoluta exactitud. Tu juventud te hubiera metido en un buen lío si la hubieras hecho caso. La pasión es desdicha en muchos casos mientras que felicidad extrema en otros tantos. Tú preferiste la continua cotidianeidad de la felicidad tranquila y pausada. No elegiste nada. Eres lo que eres. Nunca hubo en ti la férrea voluntad de los héroes admirados que gritaban a sus nervios adelante cuando todo estaba perdido. Por suerte nunca tuviste que probar fortuna con ello. Nunca fuiste Aquiles ni estuviste dispuesto a morir en batalla a cambio de la gloria o del hambre por el Parnaso. Sin embargo y a pesar de esto, aunque ahora te puedas sentir frustrado en parte, eres un hombre de éxito. Has llegado a ser lo que ibas a ser, aquello que podías llegar a ser. Que no es poco. Ahora lo sabes, valoras esto en su justa medida y te das cuenta de su alcance. Quizás eso sea hacerse maduro. Nada fue nunca blanco o negro. Casi siempre elegiste el camino transitado, pero a veces cogiste el otro. Aunque dices que te hubiera gustado serlo nunca confiaste en quienes decían ser capaces de juntar todo en una apuesta y empezar de nuevo solo con lo puesto si perdían.
Se sincero contigo. Eso te recordará lo feliz que eres. Podrías mirar atrás, si ahora mismo te diera alcance la muerte, sabiendo que has vivido la vida plenamente. Viviste, en su medida, a fondo cada día. La risa verdadera de tus hijos te premia. Sabes que eres, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno. Puedes afirmar sin mentir que nunca hiciste daño a nadie injustamente. Has aprendido en este tiempo grandes lecciones. Ponlas ahora en práctica. Tienes por meta máxima la felicidad de los tuyos y la tuya. Has sabido guardar el equilibrio, la cabeza en su sitio mientras otros la perdían y te culpaban. Eres un hombre sabio. Sabes confiar en ti aunque los otros duden y ser indulgente con su duda. Has sabido siempre perdonar y no pagar con mentiras a los que te mienten, con heridas a los que te dañan, ni con odio a los que te odian. Soportar que la verdad en la que crees y expones la retuerzan y tergiversen los bribones. Has conseguido hacer saber a todos los hombres que pueden contar contigo sin que ninguno crea que puede contar demasiado con esa ayuda. Te has mantenido en paz con tu alma. A pesar de que eres consciente del dolor y de que gran parte de lo que te rodea es sucio, ponzoñoso, penoso, patético y se construye sobre sueños arruinados, falta de escrúpulos y sacrificio del que los poderosos se favorecen, sabes disfrutar la belleza de la vida y reconocer la virtud, la lucha gratuita de muchos por ideales que aun son hermosos y el heroísmo.
Viste cosas que otros no creerían siquiera, y que, como es ley de vida, se hicieron propias e intransferibles y se perderán contigo cuando te vayas como lágrimas en la lluvia, y se queden los pájaros cantando y el huerto con su verde árbol, y con su pozo blanco... y tú te hayas ido.
Ahora ya sabes lo que significan las Ítacas, pues aunque no hiciste nunca el gran viaje que cuando imberbe soñaste que podría ser tu vida, el viaje fue largo y pleno. No llevaste monstruos en él y por tanto no los encontraste obstaculizando tu camino. Muchas mañanas llegaste a puertos que desconocías pues fue inmensa tu curiosidad y aprendiste de quienes sabían. Lograste sobreponerte y entender que había mucha sabiduría en lo humilde. Descubriste que lo importante era el viaje, por encima del destino. Desdeñaste siempre las prisas.
Sigue ahora la nueva senda que se abre. Tu ruta madura. Renuncia, con elegancia, a los dones de la juventud. Mantente curioso. No abandones los nuevos sueños que ahora puedes bañar de sensatez porque hoy sabes que no te dominan. Cree todavía en la posibilidad de encontrar el placer que existe en un bosque sin caminos pues en su seno ha habido siempre una sociedad sin intrusos. Regálate tiempo para ti solo de cuando en cuando. Mejora en lo que aún te sabes imperfecto. Todavía hay mucho que hacer: decir tú verdad claramente, ser tú mismo y a la vez benigno contigo, esperar, ser paciente y no resultar aplastado por el cansancio de la espera, ser genuinamente tú más que parecerte a ti, no hablar con demasiada sabiduría ni actuar simulando demasiada bondad, no pretender disimular tus inclinaciones, no cambiar tu manera de ser ya sea caminando entre reyes o hablando con la multitud, no dejarte dañar por ningún enemigo, pero tampoco por ningún amigo, escuchar a los otros, esforzarse por ser amigo de todos sin renunciar a ti mismo, no compararse con nadie pues siempre habrá cerca de ti alguien mejor o peor que tú, aprender a aislarse del tráfago, del ruido y de la prisa, no olvidar que la paz puede estar en el silencio, y aunque ojalá no tengas que hacerlo encarar igual al desastre que al éxito como los dos impostores que son ambos, o saber agacharte a reconstruir aquello a lo que diste tu vida sin compadecerte nunca por ello. Asumir por fin el verdadero valor de cada uno de los segundos que componen un minuto tuyo en la tierra.
Parte. La vida es la mayor aventura. Muda la piel. Acuérdate siempre de que Bagheera te quería. Sigue nuevos rastros. Las estrellas se apagan. Olfatea el alba. Ahora todos aquellos símbolos y metáforas cobran su verdadero sentido. ¿Dónde dormirás hoy?
Aún hay un sueño de juventud que cumplir, el único que seguirá ahí siempre perenne, pues a pesar de los necios que llenan las ciudades, de las preguntas que vuelven, y del interminable desfile de los desleales, tú estás aquí, existes individualmente, con tu propia identidad. Prosigue el poderoso drama, pero tú puedes contribuir con un verso: ¿Cuál será tu verso?
Y ya.

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