Es un hecho probado. Si tú te presentas con la suficiente dosis de descaro, un mono azul y una hoja de albarán rosa eres dueño del mundo. Puedes hacer lo que se te antoje. Eres Dios. Allá donde vayas. Puedes llevarte del museo del Prado las mismísimas Meninas que nadie te va a decir nada. Y si no tienes el mono completo has de aumentar la cantidad de jeta en relación inversamente proporcional a la falta de tela basta azul. Si solo tienes pantalón has de ser más fresco todavía. También ayuda enseñar un poco de raja del culo al agacharte y un palillo en la boca. Así se han robado museos y galerías de arte.
En tiempos en que las instituciones son sometidas al ojo atento del ciudadano, en que la monarquía, el ejército y las instituciones todas son vigiladas con sospecha por el administrado, una figura destaca de facto en la confianza de los españoles. Se trata del operario. Ese que entra en nuestros domicilios y dependencias como Pedro por su casa. Al que franqueamos el paso con una sencilla identificación. Al que abrimos el portal por el telefonillo sin más preguntas. Esa horda de inspectores del gas, electricidad y demás suministros, esos revisores del cumplimiento de miles de normativas que desconocemos..
Se me acaban de llevar tres extintores. El tipo solo ha entrado, ha dicho que venía con prisa, que era el de la compañía aseguradora. Ha visto donde estaban. Los ha descolgado. Me ha dado una hoja de albarán a firmar y se los ha llevado. Eso ha sido todo. Estoy revisando la nota que me ha dejado. En ella ha hecho dos o tres referencias generales a caducidades y rellenados necesarios y punto. Pero el hecho es que se ha llevado tres objetos de mi propiedad y yo no he tenido tiempo a pestañear siquiera y no te digo nada a reaccionar. Igual podía haberse llevado cualquier otra cosa.
Y lo mejor es que funciona. Estoy seguro de que no es nada extraño. Mañana vendrá (seguramente, quiero creer) con la misma prisa, entrará, colgará los nuevos, me dará otro papel a la firma y se pirará. En el fondo es un buen síntoma de funcionamiento correcto. Molaba cuando las cosas eran tan familiares que todo era así y no había nada de lo que sospechar.
Y ya.
(Y a las pruebas me remito)
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