domingo, 4 de octubre de 2015

EL INSTANTE



Levanto la vista del teclado (no sé escribir sin mirarlo y creo que a estas alturas es tarde para intentar aprender) y contemplo a lo lejos, a través de los cristales, la ciudad. Estoy cansado. Llevo horas tecleando. Casi cincomil palabras hoy. Las gotas de lluvia resbalan perezosas por la ventana. Ahora mismo no llueve pero lo hacía un minuto atrás. He perdido la cuenta de las veces que ha sonado esta canción. Es más que posible que me haya olvidado de que la música estaba puesta o me haya acostumbrado tanto a ella que ya ni siquiera la oyera. Solo estaba ahí. Como las paredes o las fotos enmarcadas. El disco se repite desde el inicio una y otra vez. Ahora lo vuelvo a oír conscientemente y me detengo por un momento a paladearlo. Suena de fondo Miles Davis en la banda sonora de "The Hot Spot". A mi lado el segundo Glenmorangie de la tarde está mediado y en el cenicero hay seis colillas. No me había dado cuenta de que había fumado tanto ni bebido tan poco. Abro la ventana para obligarme a levantarme y así estirar las piernas. Y para airear un poco el estudio en el que escribo y oxigenar la cabeza y las ideas. Estoy pleno y agotado al mismo tiempo. Veo cerca el final de mi siguiente novela y eso me anima. Detrás de mí en el estante están los primeros ejemplares que salieron de imprenta de cada uno de los otros siete libros que ya he publicado. 

Como en todos los casos en esta fase del proceso el texto parece estirarse y encogerse a voluntad como con vida propia. Independiente y autónomo. Sin contar conmigo. A medida que lo escribo. En mi mente tiene un volumen pero según avanzo descubro personajes que hasta ese momento no habían entrado en juego y requieren su propia presencia, su descripción, su intervención. Y se amplía mi dimensión inicial. O me pasa con los paisajes, o las acciones. Nuevas historias que no tenía previstas aparecen. Nuevos escenarios que describir. O surgen nuevos hilos de los que tirar, o algo que me hace reconsiderar una idea que tenía para avanzar en una dirección concreta y ahora me obligo a ir en otra.También sucede a menudo lo contrario y abandono a personajes que creí que iban a tener más papel en la historia o caminos que tenía decidido seguir. Simplemente no los sigo ya. Voy por otros. Y sucede también que lo que tenía previsto me ocupara una mañana y dos mil palabras se resuelve en unos minutos y en unos párrafos.

No es como la escultura de Miguel Ángel, que decía que estaba dentro de la piedra y él sólo la sacaba. Mi escritura no existe hasta que las letras se ordenan una tras otra y las palabras salen y fluyen sin hacer caso al plan preconcebido que tenía dispuesto. Mis textos tienen vida propia. Y es ajena a las que yo les había imaginado. No estaban ahí antes. Van naciendo y creciendo según los escribo.

Más allá de eso es inminente el final. Se ve ya en el horizonte. Puede que me sorprenda y tarde más o menos pero está cerca. Y la sensación de ver aproximarse el momento terminal de un relato es muy curiosa. Difícil de explicar para quien no la ha sentido nunca. Es como lo que se vive en el último repecho de una montaña. Una curiosa mezcla de satisfacción, agotamiento, tristeza y esperanza. Puede que haya antecimas engañosas, pero está ahí. La sientes. 

Luego vendrá la siguiente fase; Editar el texto, corregir, releer mil veces, volver atrás, aumentar, reducir, eliminar,..pero de momento me llego a esta y he de prestarle toda mi atención.

Joder. Es curioso. Hubo un día en que soñé esta escena concreta. Allá lejos en mi juventud. Y hoy la estoy viviendo. Y ya van varias veces. Puede que por fin haya llegado el momento de saltarme mis complejos y decírmelo al espejo:

¡Eres un puto escritor tío! ¡Lo lograste! Ya puedes mirar al niño que fuiste con orgullo (pues esto no te lo ha dado nadie) y decirle que cumpliste su sueño.

Y ahora perdonad, pero tengo que volver a mi texto. Me reclama. Se acabó el descanso. Debo ser el único idiota del mundo que aprovecha una parada en un día entero escribiendo para escribir una entrada en su blog. No tengo remedio. Os dejo. Hay que aprovechar estos momentos en que las ideas fluyen como el humo de ese cigarro que tengo delante sobre la mesa.

Y ya.


(Foto superior propiedad de lacamaradenaximandro.blogspot.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario