jueves, 18 de febrero de 2016

ESE MEDIO SEGUNDO



Ese espacio entre pestañeo y pestañeo imperceptiblemente más largo de lo habitual. Ese vínculo invisible que os unía a través de vuestras miradas durante un brevísimo momento. Un fugaz lapso que nadie más que vosotros dos captaba entre toda aquella multitud. Y en ello estaba su encanto. El que difuminaba todo a su alrededor haciendo que perdiera la forma lo que no estaba directamente en su foco: los ojos del otro. Como en un túnel, todo lo que os rodeaba y no erais vosotros desaparecía. Magia.

En ese medio segundo se vivían mil vidas. Nunca cupo tanto en algo tan efímero. Nunca tan poco tiempo significó tantas cosas. Los viejos echan de menos las sensaciones que producía vivir aquellos instantes. Esas miradas sostenidas mutuamente simbolizan la juventud que se fue y nunca volverá. El moribundo en su lecho daría lo que fuera por volver a vivir aquellos medios segundos. 

Aquel medio segundo de más que una mujer te sostenía la mirada podía significar un mundo.. o no; una señal, una invitación.. o nada. Esa fracción de tiempo detenido encerró siempre miles de años de sabiduría femenina. Toda una teoría de la selección natural. Un talento con el que ellas siempre nacieron. A lo largo de la historia las vidas de los hombres han cambiado sin remedio por esas décimas de suspiro. Por ese mirar altivo y arrogante en el que creías ver una propuesta quizás solo soñada. En esa duda consistía su perfección. En el que adivinabas el reflejo de tus deseos en el espejo de su mirada. Directa pero sugerida, sutil pero imperativa. Como diciendo.. me interesas. Da tú el siguiente paso. Eso es la seducción. Imperceptible, intuitiva, intencionada aunque no supieran sus dueñas siquiera lo que hacían ni todo el poder que tenían.

Ese minúsculo momento llevaba al pecado, a la victoria, a la gloria. Al beso a veces, a la palabra intercambiada que prologaba lo que podría venir luego si jugabas bien tus cartas. Al sueño de lo que podrá ser la siguiente vez que la vieses, a la esperanza. A la autoconfianza, al engreimiento sin razón, a la ilusión. A la felicidad.
Nunca fue en el mismo lugar. A veces un bar, a veces una playa, a veces una calle..
Ni siquiera los ojos que así detenían el instante eran siempre los mismos. Pero cada vez que sucedía, cada vez que unos ojos de mujer sostenían su mirada unos imprecisos medios segundos posándolos en los tuyos retadores, el tiempo se congelaba y empezaban las promesas de la juventud.

Merecían la pena. Aunque luego no hubiera nada. Aquellos ojos eran suficientes en si mismos. Se han bastado todo este tiempo para volver a tus recuerdos pasados los años. Para devolverte al momento en que fuisteis los mejores.



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