jueves, 14 de noviembre de 2019

CANOVELLES -Tragedia en tres actos

Escena primera: GENTE COMPETENTE

- No ordenaré disparar contra españoles - repitió el comandante del puesto-. Por traidores que sean.

En la sala se podía cortar el silencio. Los cuatro oficiales miraban las pantallas en blanco y negro. Las cámaras enfocaban lo que estaba pasando en el exterior del cuartelillo. No había sonido y la multitud gritaba muda sus consignas. Ardían ruedas y maderos a la puerta. No era lo único que el fuego consumía.

- La que ondea en el patio no es de papel como esas - respondió un teniente.

Todos habían leído el informe del Centro Nacional de Inteligencia que acababa de llegar esa misma mañana para prevenir a la comandancia ante la inminente operación de los descontrolados. La consigna era buscar la imagen de la violencia para respaldar el discurso de la represión. Y para ello el objetivo era entrar, aunque fuera por la fuerza, en la instalación militar y hacerse con la bandera. 

- No será en mi guardia- le contestó un compañero.

El comandante sabía que ambas ideas eran ciertas por contradictorias que fueran entre sí. Ningún trozo de tela merecía una respuesta armada de incalculables consecuencias contra compatriotas desarmados, y menos si era precisamente lo que buscaban. Pero aquel no era un retal más. No podía sin más rendir la plaza aunque las directrices dadas desde el ministerio fueran en esa línea si la cosa se desmandaba. No concebía abrir las puertas y dejar hacer a aquella turba. No solo entendía a sus hombres sino que estaba de acuerdo con su punto de vista. Como para ellos la sola idea de aquella chusma bailando sobre las cenizas de la enseña ante los militares inactivos era inaceptable. Pero su función no era dejarse guiar por sus sentimientos, sino cumplir órdenes.

- Empiezan el asalto - dijo el más joven de los tenientes mirando la pantalla.

- No se quitarán los seguros salvo peligro personal grave propio o de un compañero ¿Está claro? - dijo seco el superior.- Que sólo sepamos nosotros que no vamos a cumplir la amenaza. Sostengan el farol. Los refuerzos están en camino. Den las órdenes oportunas. Mantengamos la cabeza fría. Para eso nos han entrenado. Ocupen sus puestos.

Disciplinados aunque disconformes los dos tenientes se retiraron en silencio tras saludar. Nadie tenía claro cómo iban a poder distinguir en medio de la refriega el grado de gravedad del ataque agresivo de aquella masa que empezaba a subir a los muros de las dependencias.

- Me preocupan las armas -dijo el subordinado. Un capitán.

- Lo sé. A mi también. Si grave sería lo de la bandera no digamos si le quitan su arma a alguien.

- O si alcanzan la armería.

- No llegarán a tanto -reflexionó el comandante-. la gente de inteligencia dice que solo quieren la foto.

- Y la bandera.

- No. La bandera es instrumental. Saben que no lo permitiríamos... es la foto lo que quieren.

- Lo mejor sería arriarla cuanto antes y guardarla.

- Si quieren la foto no pararán hasta tenerla. Y en cuanto a lo otro.. nunca se sabe y es mejor prevenir que curar.

Fuera se oía el ir y venir de la tropa a la carrera y los gritos de sus mandos.

- A menudo envidio a los civiles -continuó-.. Para muchos no habría ninguna duda. Una tela no merece la pena -dijo mientras miraba por la ventana-. Encárgate. Aquí tienes la llave de la armería. Guárdala allí y pon a la puerta un retén de guardia a su cuidado tras cerrarla.

- A tus órdenes -se cuadró.

- Vamos allá - se dijo cuando se quedó solo.

Y ya.

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