jueves, 6 de octubre de 2016

MEMORIAS DE KABUL

Cuando fue abatido Bin Laden yo estaba allí. A menos de 360 Kilómetros del punto exacto y 6000 más lejos que de mi casa. Al día siguiente del asalto muy pocos occidentales se veían por las calles de Kabul. Yo era uno de ellos. Recuerdo que pensé que había pocas cosas más peligrosas que un hombre podía hacer que aquello en aquel día concreto. También me pasó por la cabeza el pensamiento de que aquello marcaba una cima en cuanto a situaciones de alto riesgo, y que desde entonces todo sería siempre menos arriesgado y por tanto menos intenso. Si un día un chorizo me sacaba una navaja en una calleja oscura de mi ciudad y me entraba la risa floja y nerviosa, este momento sería la causa. Estaba rodeado por cientos de rostros de talibanes. Para quien no ha conocido esa mirada quizás este sea un dato más. Si quieres hacerte una idea aproximada de la situación piensa que de todos los posibles psicópatas que hay en el mundo el talibán es el mas peligroso y cruel pues se alimenta de fanatismo religioso y suicida. Añade a esto que allí estábamos no solo en su territorio, sino en su capital y súmale el efecto de verse arropado por miles de los suyos. Y por último, que los pharsís acabábamos de matar a su líder.
Verte asaltado por los ñetas en las Ramblas era una broma comparado con esto. No es que fueran palabras mayores, no es que fueran las ligas mayores,.. es que era otro puto deporte. Cualquiera de aquellos rostros hubiese dejado que me desangrara sin pestañear tras abrirme la barriga y extendido mis intestinos por el suelo conmigo aun vivo. Y no es una forma de hablar ni una hipérbole. Para alguna de aquellas caras no era la primera vez que cortaba el cuello de oreja a oreja a un occidental ante una cámara. Tenía miedo, es lo que te mantiene vivo. No tengo nada de suicida. Cumplo órdenes. No soy un loco, soy un profesional y mis mandos me consideran competente.

Aquel día saldríamos lo menos posible de los coches. Aun así había trabajo que hacer y no nos podíamos permitir el lujo de quedarnos encerrados en el refugio que nos servía de casa. Había que actuar como un día normal y tocaba patearse de nuevo las polvorientas cañadas a las que allí llamaban calles. Mostrar que no teníamos nada que ocultar, mantener la agenda de reuniones fijadas con líderes tribales, dar imagen de normalidad para que la tapadera no se resintiera.

Hubo quien dijo, y si no lo digo yo, que la intensidad de la vida de un hombre podía cifrarse en relación a la catadura de sus compañeros de viaje. Hay quien elige una vida en la que se rodea de gente normal, algunas buenas personas, algunas menos buenas.. Hay quien hace la opción por la oficina, el despacho, la fábrica, el taller, la milicia.. y quienes le acompañan en su recorrido vital son clientes, colegas, amigos, compañeros...

A mi lado en mi vida ha estado gente variopinta. Mi hermano de sangre es un antiguo legionario miembro en su momento de la élite de las fuerzas especiales. En su brigada tenía fama de inteligente y culto.. pero sobre todo letal con un arma con mira telescópica. Una mirada moruna y atractiva desde la que ve el mundo alguien que tiene libros publicados, y a quien quiero a mi lado si vienen mal dadas. También trabajo con ese tío bajito de quien nadie sabe que hace ahí pero que precisamente por eso rezuma mas peligro que el grandote y musculoso al que se ve venir y cuyo rol es evidente si hay problemas.

(Continuará)

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