Cuando fue abatido Bin Laden yo estaba allí. A menos de 360
Kilómetros del punto exacto y 6000 más lejos que de mi casa. Al día siguiente
del asalto muy pocos occidentales se veían por las calles de Kabul. Yo era uno
de ellos. Recuerdo que pensé que había pocas cosas más peligrosas que un hombre
podía hacer que aquello en aquel día concreto. También me pasó por la cabeza el
pensamiento de que aquello marcaba una cima en cuanto a situaciones de alto
riesgo, y que desde entonces todo sería siempre menos arriesgado y por tanto
menos intenso. Si un día un chorizo me sacaba una navaja en una calleja oscura de
mi ciudad y me entraba la risa floja y nerviosa, este momento sería la causa.
Estaba rodeado por cientos de rostros de talibanes. Para quien no ha conocido
esa mirada quizás este sea un dato más. Si quieres hacerte una idea aproximada
de la situación piensa que de todos los posibles psicópatas que hay en el mundo
el talibán es el mas peligroso y cruel pues se alimenta de fanatismo religioso
y suicida. Añade a esto que allí estábamos no solo en su territorio, sino en su
capital y súmale el efecto de verse arropado por miles de los suyos. Y por
último, que los pharsís acabábamos de matar a su líder.
Verte asaltado por los ñetas en las Ramblas era una broma
comparado con esto. No es que fueran palabras mayores, no es que fueran las
ligas mayores,.. es que era otro puto deporte. Cualquiera de aquellos r ostros hubiese dejado que me desangrara sin
pestañear tras abrirme la barriga y extendido mis intestinos por el suelo
conmigo aun vivo. Y no es una forma de hablar ni una hipérbole. Para alguna de
aquellas caras no era la primera vez que cortaba el cuello de oreja a oreja a
un occidental ante una cámara. Tenía miedo, es lo que te mantiene vivo. No tengo
nada de suicida. Cumplo órdenes. No soy un loco, soy un profesional y mis
mandos me consideran competente.
Aquel día saldríamos lo menos posible de los coches. Aun así
había trabajo que hacer y no nos podíamos permitir el lujo de quedarnos
encerrados en el refugio que nos servía de casa. Había que actuar como un día
normal y tocaba patearse de nuevo las polvorientas cañadas a las que allí llamaban
calles. Mostrar que no teníamos nada que ocultar, mantener la agenda de
reuniones fijadas con líderes tribales, dar imagen de normalidad para que la
tapadera no se resintiera.
Hubo quien dijo, y si no lo digo yo, que la intensidad de la
vida de un hombre podía cifrarse en relación a la catadura de sus compañeros de
viaje. Hay quien elige una vida en la que se rodea de gente normal, algunas
buenas personas, algunas menos buenas.. Hay quien hace la opción por la
oficina, el despacho, la fábrica, el taller, la milicia.. y quienes le
acompañan en su recorrido vital son clientes, colegas, amigos, compañeros...
A mi lado en mi vida ha estado gente variopinta. Mi hermano
de sangre es un antiguo legionario miembro en su momento de la élite de las
fuerzas especiales. En su brigada tenía fama de inteligente y culto.. pero
sobre todo letal con un arma con mira telescópica. Una mirada moruna y
atractiva desde la que ve el mundo alguien que tiene libros publicados, y a
quien quiero a mi lado si vienen mal dadas. También trabajo con ese tío bajito
de quien nadie sabe que hace ahí pero que precisamente por eso rezuma mas
peligro que el grandote y musculoso al que se ve venir y cuyo rol es evidente
si hay problemas.
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario