jueves, 12 de abril de 2018

LA DECLARACIÓN DEL CUÑADO

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Esposado ante la mesa impersonal gris del funcionario el detenido respondía a sus preguntas con la cabeza gacha entre las piernas. 

- .. No he podido evitarlo, esta noche ya ha terminado por superarme. Lo siento. ¿Que va a ser ahora de mis hijos, .. y de mi mujer..? Era su hermano. Era idiota, pero era su hermano. Ella no tiene la culpa...- sollozaba.

-  Bueno, vamos, tranquilícese. -comentó aburrido el policía que tomaba notas ante la pantalla- Y sobre todo ordene su discurso que está sonando demasiado caótico y me va a fastidiar el atestado. Venga, continúe..

- Es que usted no lo conocía -señaló el declarante levantando la cabeza- ¡¡Que talento para sacarme de mis casillas!!.. Era como si hubiera algo que le imposibilitara socialmente ¡¡Que absoluta inhabilitación para la más mínima comunicación interactiva y efectiva con sus semejantes!. Que falta de habilidades sociales básicas.. Para volver loco a cualquiera.

- No será para tanto

- Si yo le contara.

- Pues cuente, que para eso estamos.

- ¿Ha oído alguna vez la expresión "manzanas traigo"? ¿Esa que se usa cuando alguien habla de A y otro responde con B? ¿Sabe usted esa gente que tiene la capacidad innata para no entender lo que se le dice? Esos que cuando hablas con ellos sientes como si te preguntaran y notaras que no está escuchando tu respuesta sino pensando en algo que está a mil kilómetros de allí, pero sin embargo al notar que te callas porque has acabado retomara con algo completamente distinto a lo que había preguntado inicialmente. Pues no, no era cómo si.. Era así. Literalmente.
Tenía ese don para interrumpir las conversaciones ajenas con alguna coletilla absurda para luego introducir un tema distinto al que se estaba tratando y reconducirla sin respeto a los que estaban hablando. Esa habilidad suya tan especial de interpretar al revés todo lo que se le decía, de no entender nada. Esa grave dificultad patológica para extraer conclusiones que cualquiera habría entendido a la primera. Te hacía sentir como si todos habláramos el mismo lenguaje menos él. Estaba incomunicado con el exterior y sin embargo creía que hablaba en nuestro mismo idioma y seguía parloteando sin coherencia ni sentido en sus argumentos, sin conexión. Era insufrible. Un ser incapaz de captar las indirectas, ni las directas, no tenía sentido del tacto, ni de los horarios, ni de la prudencia..
.. Y mientras tanto los demás a su alrededor haciendo el esfuerzo por entender lo que quería decirnos.

- Vaya joya - interrumpió el agente- poco me está pareciendo lo que le ha hecho.

- Pues solo he empezado.-continuó el interpelado animándose ante la comprensión- Para más inri pertenecía a esa categoría de personas cuyas vidas no deben tener suficiente aliciente por si mismas y requieren de emociones inventadas. Esa de los que hacen de una nimiedad un mundo y encima te meten en el lío sin tú quererlo. Se montaba películas en la cabeza que solo veía él. Y donde no había inventaba sin pudor, rellenaba.. y no cualquier relleno, siempre el que la liaba más, el que más malmetía, la versión que más encizañaba y emponzoñaba. Y lo peor es que él mismo se acababa creyendo sus propias fantasías. Y que te veías envuelto en un lío que había creado y tú ni siquiera habías deseado.
Se refugiaba de manera torpe en los estereotipos mas manidos y aquello me molestaba hasta el extremo. Tenía ese complejo de inferioridad que se manifestaba en una continua actitud a la defensiva y de una necesidad de atención y protagonismo constante, todo había de girar alrededor suyo (y si no ya lo procuraba) y si algo salía mal (a sus ojos y de nadie más porque a nadie más le importaban aquellos miserables detalles) estimaba siempre que se le estaba recriminando algo ¡Como si aquellas minucias nos importaran!
Tenía esa inseguridad,.. esa imposibilidad genética para tomar decisiones y necesitar refugiarse en el consenso y la supuesta democracia asamblearia con la excusa de que así todos participaban de la decisión. Pero lo que menos soportaba era su catastrofismo innecesario y burgués. De adorno. Esa pose exasperante de cartero de malas noticias siempre activo. De profesional del pesimismo.Todo había de ser oscuro y maligno, hasta lo menos sospechoso de serlo. Heraldo eterno de malos augurios que nunca se cumplían, embajador de infortunios que solo estaban en sus pesadillas imaginadas, mensajero de lo triste solo por diversión. Era como si se regodeara adelantando lo malo por llegar y si no lo había se lo inventaba. Como si su único poder, la única forma que tuviera de influir en los demás, fuera asustarlos como si fueran niños con historias de miedo.

- Ale, venga, va.. tranquilícese ya. Ya acabó. 

- Gracias. ¿Cree usted que lo tengo mal?

- Yo veo claros atenuantes.

Y ya.

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