lunes, 22 de septiembre de 2014

EL AMIGO DEL SEPPUKU

Aquí lo conocemos como Hara-Kiri. Se trata de la fascinante forma ritual de suicidio con la que pone fin a su vida en la cultura del Bushido quien ha fallado a los suyos o a sus principios. En parámetros occidentales es una costumbre horrible y cruel, y sin embargo requiere una pensada seria. 
No solo es simplemente una manera de quitarse del medio por haberles fallado. Una huida. Y menos un acto de cobardía. En su forma de ver la vida y la existencia se trata de un acto de reequilibrio a través del cual el hombre de honor devuelve las cosas a su estado ético (como debían ser hasta que las desequilibraste con tu acto deshonroso).

No apruebo el suicidio ni soy quien (Y menos animo al mismo), pero de esta ancestral tradición me fascinan varios aspectos. 


Me hipnotiza su ritual, lento, parsimonioso, delicado, rítmico, musical desde el silencio y en cierta manera bello como todo lo tradicional japones desde servir el té a colocar las flores. Es un rito necesitado de una protocolaria y casi litúrgica preparación. Es difícil racionalizar el suicidio en ninguna de sus formas pero lo primero que piensa un europeo ante él es acabar cuanto antes pues en nuestra óptica es un acto de rendición en el que el dolor es algo a obviar, a acortar. En el Sepuku el dolor es parte del pago por el error cometido, parte del sacrificio que haces. Desde nuestro punto de vista debe ser un acto rápido e indoloro (y cuando es lento lo es para que sea menor el dolor). Desde su mirada la lentitud es parte del ritual. Ya está tomada la decisión, no hay vuelta atrás, así que hagamoslo bien. 


La forma de materializarlo es dolorosa y lenta. Valiente en cierto modo por no ir con miedo a lo que viene.


Me fascina lo que conlleva de sentido de la obligación hacia ti mismo y hacia los que confían en ti. Es una forma de expresión de la individualidad a la vez que de pertenencia a una comunidad.


Me asombra lo que supone de autocontrol frente a la cierta idea de locura o pérdida de la razón que en occidente tiene el suicidio.


Me admira lo que supone de sentido de autosacrificio, pues con ella las deudas quedan saldadas y el error olvidado, incluso en sus consecuencias para tu tribu, clan, familia..


Pero hay un aspecto en el que mi fascinación destaca. Se trata del sentido de amistad que conlleva.


En el ritual del Seppuku el hombre de honor que decide quitarse la vida es asistido por una persona. La elección de esta es todo un honor y suele recaer en el mejor amigo o compañero. En él se personifica la comunidad a la que con tu acto has ofendido.


Esta persona era la encargada (mediante un tajo que le cortaba finalmente la cabeza) no solo de acabar con el dolor de su amigo como nuestra mirada europea puede suponer (que también), o de hacerlo más corto si ve que el suicida duda o lo hace mal, sino sobre todo de devolverle el honor perdido convirtiéndose en depositario y albacea de su sacrificio personal. 

Tras su golpe de gracia el honor se restaura, la fama y la honra quedan sin mancha, los errores se olvidan y jamás se recriminan. Los descendientes  o el clan, o el grupo, o la comunidad.. queda a salvo de crítica alguna por lo que pudo hacer uno de sus miembros, y ya nunca vuelva a mencionarse el tema. 

Su papel es por tanto muy importante, es todo un honor ser elegido y el nombramiento demuestra una estrecha vinculación con el guerrero que se suicida. 


Devolver a tu mejor amigo su honor mediante darle muerte..como mínimo fascinante filosofía.


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