miércoles, 10 de septiembre de 2014
LA CONTRASEÑA
No podía ser. No entendía lo que estaba sucediendo. Como tantas veces había introducido su clave en el cajero para sacar dinero. La misma de siempre. Una combinación de las tres primeras letras de su apellido y los tres primeros números de su DNI. Y sin embargo la pantalla le comunicaba que no se reconocía esa identificación. Extrañado marcó el número de teléfono de su sucursal para saber si se trataba de algún error, pero la señorita que le contestó, una vez hechas las oportunas averiguaciones, le indicó que no podía darle la información que solicitaba al estar la cuenta bancaria que indicaba a nombre de otra persona y no ser él el titular. La confusión se apoderó de él. Debía tratarse de un malentendido, se dijo. Una vez en su casa se conectó preocupado por el ordenador. Sin embargo al abrir su sesión algo fallaba. Introdujo, como cada día, la palabra secreta pero el equipo le respondió que no era correcta desde su azul intenso. En ese momento su móvil se apagó al agotarse la batería. Cuando trató de reconectarlo enchufado de nuevo a la corriente se negó a darle acceso tras repetir tres veces su identificador personal y se bloqueó aplicando el protocolo antirobo. Comprobó en varios comercios que su pin no funcionaba al pagar con su tarjeta de crédito.
- Alguien me ha hackeado todas las contraseñas y me las ha cambiado. - pensó.
No podía hacer absolutamente nada. Estaba imposibilitado por la misma tecnología que se supone debía servir para facilitarle la vida. Ni identificarse para hacer la más mínima gestión, ni comunicarse, ni acceder a la información almacenada, ni obtener dinero de sus ahorros, ni comprar alimentos..
Se dio cuenta de que había desaparecido a todos los efectos gracias a su conversión en números de forma paulatina y progresiva. Sin darse cuenta su esencia, su personalidad, su ser,.. él mismo.. se habían diluido siendo sustituidas por sus contraseñas. Sin ellas no era él. No era nada. Estaba solo.
Empezó a sudar. Se puso nervioso. Su pulso se aceleró. El ataque de angustia se presentó a sus puertas. Notó el calor opresivo. La ropa se le pegaba. Su cuello se le apretaba en torno a la garganta. El dolor le oprimió el pecho, se extendió al brazo..
Otra vez volvía a pasar.
- Y así cada día. Para siempre. Por toda la eternidad - le dijo una voz cavernosa en su cerebro. - Eso es el infierno. Perder las contraseñas.
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