miércoles, 9 de julio de 2014

USOS Y COSTUMBRES

"A medida que pasa el tiempo aplicado sobre una tradición la estupidez humana tiende al infinito
(Apotegma de Foiernaguer)



Muchas de las costumbres que hoy día llamamos folclore (e incluso denominamos con mayúsculas "Cultura"), y que tan empeñados están algunos en recuperar, no son sino el desbarre deformador producido por el paso del tiempo de algo que una vez tuvo alguna lógica. Desviaciones de la idea original hacia un monumentalismo impostado, exageraciones hiperbólicas de un mínimo rasgo en nuestro subconsciente colectivo, a las que en nuestro empeño centenario (y a veces milenario) por promover hemos agigantado y moldeado hasta hacer imposible el reconocimiento de la causa que le dio razón de ser originalmente e incluso a veces hasta ir en contra de aquello que le dio su origen (verbi gratia la Navidad).

Es algo similar a lo que sucede en la naturaleza con la teoría de la evolución (que será verdad si lo dicen los científicos, pero a mi me tiene mosca). Las extremidades y apéndices de algunas especies se han agigantado fruto del proceso evolutivo hasta hacerse incómodas para el macho que las porta (e incluso a veces poner en peligro su vida) sólo para ser "el que la tenga más grande" y así captar a las hembras (y me refiero a las plumas de la cola, o las
cuernas del ciervo prehistórico, que le harían ser el macho más deseado, pero también fueron la causa de su extinción).

Eso sucede con cantidad de pequeñas minicostumbres locales (y a veces no tan pequeñas) que en forma de curiosidades antropológicas o sociales esconden aberraciones absurdas sin sentido que solo seguimos repitiendo por inercia costumbrista sin aplicar el más mínimo sentido crítico a su razón de nacer, ser y pervivir en nuestros días.

Lo que una vez fue distintivo de una barriada (Abrocharse la chaqueta con botones de perlas en la ropa de los habitantes Cockneys del East London.) se convierte así en una exagerada muestra hortera por acumulación de los mismos sobre la ropa. Idem del oro en collares y sortijas en determinadas razas, que casi hacen imposible respirar pero demuestran estatus. O los anillos de las mujeres jirafa, o los 4x4 monstruosos de algunos americanos...


Nosotros también tenemos las nuestras. El toro de Vega, las procesiones de Semana Santa, perseguir una pelota en un campo, llevar traje y corbata (o tacones), casarse, saltar la reja para sacar a la Virgen, las fallas, los sanfermines, las fogueres de San Joan,..


Curiosamente muchas de esas "expresiones culturales" que llevamos a cabo sin aplicar nuestro intelecto, sino por mera repetición de lo hecho hasta ahora, suelen estar muy relacionadas con la visceralidad y el instinto más básico. De hecho a menudo sacan lo peor de nosotros (Las corridas de toros, el matrimonio..).. y es en su marco de ambientación donde se dan formas de agresión y violencia (Hooligans, racismos..) y nacen los fanatismos talibanes y ultraortodoxos de la incomprensión y el dogmatismo excluyente.


Ahora que me releo el párrafo anterior igual no es tan curioso que se dé esto en algo a lo que no aplicamos la inteligencia y el sentido crítico.


Es por ello que resulta muy sano aplicar a lo que hacemos como especie periódicamente el ojo crítico de la inteligencia y el replanteamiento curioso de ¿por qué seguimos haciendo esto (o de esta manera)?.


 Al menos algunas de ellas hacen feliz a la gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario