- jei brodel ¿cómo va güey? - fueron las palabras de bienvenida al recién llegado.
- Ya tu sá. ¡De puta madre!- contestó este.
El primero de los adolescentes se sentaba de manera desganada sobre la parte superior del banco en la calle. Sus pies sobre el asiento. Sus pantalones caían como un saco enorme arrugándose sobre sí al alcanzar abajo las zapatillas enormes y fosforitos a los pies. Si lo hubieras rodeado por detrás habrías visto asomar su culo al descubierto por encima de la línea marcada por la ropa interior y más abajo aún la cintura del pantalón sobre la que se sentaba. Vestía brillante abrigo de equipo de beisbol, cadenas que querían ser de oro al cuello y sortijas en los dedos con las que bien hubiera podido hacer pesas. Adornaba su cabeza con el extremo de una media para recoger su cabello y sobre ella una gorra enorme y colorida pero cerrada para no entrar del todo. Caían por sus hombros las rastas que entraban en la capucha a su espalda.
Ni siquiera hizo gesto de levantarse. Al llegar a su altura el visitante miraron cada uno para un lado en gesto distraído mil veces ensayado y chocaron en aplauso sonoro sus palmas derechas tensando luego el movimiento hacia sí mismos mutuamente hasta chocar ligeramente sus hombros contrarios uno con el otro.
- ¿guatsaaaa?
- Nada güey. Aquí.
- ¿Pillaste eso?
- ¡Total!
- Menudo joputa.
- Ya te digo. (*)
Tras ellos en las canchas enjauladas por vallas de alambre de tres metros rotas en improvisadas puertas amorfamente circulares jugaban al basket cinco chavales haciendo sonar las cadenas de la canasta con cada enceste.
- ¡¡¡Caaaaaarlos!!! - dijo una voz en una de las ventanas. Y el primer adolescente, con un gesto molesto, se volvió.
- ¿Qué pasa Máma?
- Deja de hacerte el negro neoyorkino y acércate al súper a por 200 gramos de pechugas de pollo. ¡¡Y que te las abran!!
(*) - Ola Ke Ase.
- Si ¿No?
- ¿Que no?
- Si ¿O qué?
(Servicio de traducción del Corte Inglés)
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