El detective Mulligan tenía fama de duro en todas las facetas de su vida. Estaba curtido. Su trabajo le obligaba a ser así. No es fácil ser sensible si te dedicas a contar muertos en la noche de la ciudad más salvaje del mundo. En todo caso no tuvo que hacer muchos esfuerzos para serlo. Cuando era crío su primo murió a su lado por un accidente con el tractor en la granja de sus tíos en la que pasaba el verano. Tras cerciorarse de que estaba efectivamente más frío que el lago en invierno simplemente montó su bici y tranquilamente se dirigió a la granja para informar de lo sucedido. Lo hizo con profesionalidad y rigor. Con tanta frialdad como el rigor mortis de su primo a tres kilómetros. Asépticamente.... Y luego preguntó si quedaba zumo en el frigorífico.
Su familia nunca supo si aquella muestra de desprecio por el dolor ajeno era un anuncio de una futura peligrosa patología psicopática o un prometedor talento para la carrera que luego seguiría aquel niño de nueve años. Seguramente fueran ambas cosas. O lo que es más probable... aquel incidente causó un trauma que "Loco" Mulligan terminó convirtiendo en ventaja para afrontar la mierda de realidad en que se convirtió el entorno de su vida y él transformó en profesión.
Cuando hizo el examen para detective tras dos años de uniforme pateando las calles y recibió una felicitación de sus superiores su enigmática respuesta fue "siempre he llevado ventaja con esto". Su falta total de empatía habría sido en otro trabajo un hándicap insuperable. Para no llevarse a casa imágenes que le impidieran dormir y poblaran sus pesadillas su sociopatía era un buen recurso. Y él había sabido sacarle provecho convirtiéndose en todo un referente en el departamento de homicidios.
Como se puede imaginar por supuesto su popularidad en el departamento no tenía contraprestación en forma de amistades o buenas relaciones. Como no podía ser de otra manera Mulligan era un lobo solitario. Sabía ganarse lealtades, pero no amigos.
En una ocasión una de las secretarias del departamento le dijo al "Loco" que envidiaba esa característica suya. "Debe ser una buena defensa tener un corazón de piedra".
- No se de qué me hablas - contestó Mulligan indiferente liándose un cigarro.
- ¿No hay forma de tocarte ese alma tuya tan insensible "Loco"?
- Depende de lo profundos que sean tus besos - sentenció mientras se levantaba de la cama apartando las sábanas y se dirigía desnudo a servirse un bourbon al aparador donde estaba la botella.
En el respaldo de la silla la sobaquera con su arma reglamentaria y la funda de su 38 de tobillo junto a su placa esperaban una nueva jornada de trabajo.
- Últimamente pienso mucho en la vida, en la muerte, en el futuro, en la miseria.. -dijo ella.
- Francamente querida..me importa un bledo - respondió él.
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