jueves, 5 de junio de 2014

LA NOVENA PUERTA


Caronte comunicó a Virgilio con su susurro gutural que su viaje estaba acabando. El recorrido por el hades tocaba a su fin. Aquel descenso a los infiernos terminaba con el acceso al último de los círculos. No podía ni imaginar lo que le esperaba tras desembarcar en la orilla que le restaba de ver del averno. La barca se deslizaba lenta por las aguas negras de la laguna Estigia varando en la playa del nivel reservado a los tormentos de los peores pecadores. Venía de oír los alaridos de los ladrones, los adúlteros y los traidores en la sala en que se les daba su merecido castigo. No podía imaginar nada peor ni más horrible de lo que había visto hasta ese momento. ¿Qué tendría reservado el señor del oscuro para los asesinos de niños y los comedores de carne humana?

Con pasos temblorosos se adentró tras aquel negro bosque. Su cicerone le indicó que le esperaría en la barca. Ni siquiera el salvoconducto que portaba le permitía controlar sus temblores ni el terror que sentía ¿Qué estaba a punto de contemplar? Su corazón se encogió.


Allí, tras las filas de negros árboles se abría un claro que no parecía propio de aquel lugar, la hierba verde desentonaba entre los lúgubres colores que reinaban en la escena. Veintidos almas infantiles corrían arriba y abajo por el campo. Era un terreno de algún tipo de juego. Las líneas blancas delimitaban el lugar. A cada fondo una portería.


Pero no eran los infantes juguetones los condenados, sino una hilera de almas en pena que se alineaban al borde del rectángulo verde. Eran padres. Padres no futboleros condenados a vagar eternamente por aquellos campos de fútbol los sábados por la mañana. Animando a sus hijos hasta el juicio final.


Su tormento consistiría eternamente en acudir todos los fines de semana acompañando a sus ilusionados descendientes a jugar aquellos partidos. Ir  a aquellos campos en pueblos que estaban a tomar pol saco a rodearse de fanáticos y gritones (otros padres estos sí, futboleros) que les golpearían los oídos y los cerebros con sus insultos a un árbitro voluntario y masoquista. Que ofrecerían el espectáculo penoso de comportarse como energúmenos enseñando a sus hijos las peores de las enseñanzas. Que incluso puede que se pegaran (no sería la primera vez) entre ellos o a los árbitros. 


Ligas infantiles de fútbol.."El infierno"


.. Y sí.. efectivamente..  yo soy uno de los condenados.





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