viernes, 13 de junio de 2014

PISCINAS: EXPECTATIVAS Y REALIDAD

Expectativa:

Raul se sentía atractivo. Lo suyo le había costado. Llevaba machacándose en el gimnasio desde Navidades justo para ese momento. Había llegado el verano. Estaba moreno pues esos días corría al sol con el torso al aire para ir cogiendo color. Su nuevo bañador le sentaba genial y sus gafas de sol destacaban sus pómulos.

La espectacular camarera del hotel se acercó por el borde del vaso de la piscina para traerle una coronita por cuyo cuello resbalaba el hielo aún. El paraíso. Una gigantesca instalación, el número de gente justo, musiquita suave de fondo que permitía oir las gaviotas a lo lejos en el mar, tumbonas ibicencas con cortinas de lino que se movían con la brisa, chicas guapas embutidas en minúsculos biquinis de entre las cuales destacaba la preciosa y esbelta socorrista cuyo acento argentino se dejaba oir resbalando a veces por la ligera megafonía...




Realidad:

Era la tercera vez que aquel puto niño hacía la bomba justo a su lado y le mojaba el periódico que estaba leyendo. ¿Pero es que no tenía un padre que le diera una lección de educación? Ah, si.. era el gordo peludo del chiringuito, el del gorro de paja y las chanclas que hablaba a voces. 

La toalla más cercana a la suya no es que estuviera próxima, es que literalmente estaba sobre la suya. 
Una niña de coletas comiendo un bocadillo de choped le miraba sin quitarle ojo. Al menos el ojo que tenía sano pues el otro estaba cubierto por una tirita especial para ojos. 
Seis o siete mil cabezas de colores sobresalían del agua con sus ridículos gorritos. El griterío de la peña no hubiera permitido enterrarse al socorrista de nada si un accidente estuviera sucediendo en ese momento. 
La pelota volvió a invadir su espacio. Unos pies pasaron veloces sobre el mientras estaba tumbado huyendo su dueño del chorro de la escopeta de agua que en ese momento le mojaba.
El puto infierno.
Por los altavoces sonaba un ruido imposible de identificar que resultaba ser un hilo musical hortera o una cadena de música veraniega y machacona. De vez en cuando se interrumpía para que el encargado, con su voz cansina y repetitiva, llamara la atención al grupo de adolescentes que se bañaban molestando. Los calzoncillos por debajo del bañador eran la bandera de la desconsideración y la falta de educación de unos malcriados a los que los padres mandaban allí para que les dejaran en paz un par de horas al día.

Me encanta..


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