Las predicciones se cumplieron. En un interesante giro sociológico se hizo evidente lo que estaba oculto. No hace mucho que se acuñó el termino Freak (Friki en su acepción cotidiana) para señalar al raro, al que tenía una afición llamativa, al que ocupaba su tiempo de manera cuasi obsesiva con un tema monográfico que le absorbía...
Y sin embargo... ¿Quien usa ya esa expresión? Prácticamente ha desaparecido del uso cotidiano entre la gente. Y..¿por qué?
Porque su uso extendido y generalizado vino a demostrar algo que todos sabíamos pero nos negábamos a reconocer. No hay frikis. No en el sentido de excepciones o rarezas. Todos lo somos. Un poco al menos y a menudo mucho. Así que hemos preferido eliminarlo del lenguaje por su posible connotación negativa. La diversidad es la regla. Es más, es incluso la moda. Las nuevas tribus urbanas (perdonad el viejunismo pero me niego a usar eufemismos pseudosociológicos referidos a colectivos, tendencias, corrientes y otros términos así y se me entiende) han hecho de lo raro su bandera hasta el punto de hacerlo regla. La individualidad es la excusa. Lo indie es la categoría y lo que antes era lo habitual es la excepción a la que se mira como apestada. No existe "lo normal" o se repudia. Hay que ser extravagante, sobresalir ya que no por talento por estética al menos. Todos tienen ya una afición extraña de la que no solo no avergonzarse sino resaltar en nuestro currículum vital. No se puede ser por ejemplo un buen "hipster" si no se tiene una.
Enjuto mojamuto fue el espejo de miles y nos enseñó que había tantos encerrados en sus casas frente a un ordenador que si salían a la calle eran legión (masa crítica se dice ahora). Los encuentros tipo comic-on o coldsplay hicieron visible a tal cantidad de freaks que ya nadie podía decir que eran los raros, los pocos, los extraños. De tantos que se descubrió que eran en realidad empezaron a ser mirados con ojos golosos por el mercado (y eso ya si que es señal definitiva pues si la pasta lo reconoce como lobby de influencia es que son importantes). Se convirtieron en target del merchandising. Empezaron a ser tenidos en cuenta a efectos de ventas. Para que se sintieran cómodos con su propia estética sin tener que renunciar a ella por no ir a la moda se convirtió en un must imprescindible vestir como ellos lo habían hecho siempre. Nació un cierto "orgullo freak" al verse respaldados por el número. Y aparecieron los bigotes y las barbas estrambóticas, la necesidad de ir con un perrito de una raza rara en brazos, de tener por afición el coleccionismo de objetos extraños, recuperar los monopatines, cubrirse el cuerpo de tatuajes, llevar gafas sin cristal... Lo friki se hizo tendencia. Había que ser raro como regla. Cualquiera de aquellos comportamientos diez años atrás hubiera sido tachado de "sospechosamente freak". Bajo la banalización de la libertad se dio en realidad un buen resultado: el reconocimiento de la riqueza de la diversidad. A ver lo que dura. Que tendemos a pendulear y auguro tiempos de ortodoxia y fanatismo riguroso en la exigencia de normalidad como compensación a esta época de "libertinaje".
Hoy todos son freaks. Hay que serlo. Hay que tener tu hobby raruno. Pero para no ser identificados con aquella otra acepción de friky en la que se veía al inadaptado social, al aislado, al que se quedaba en su habitación solo colgado de internet, obviamos el término.
Ya no hay frikis como los de antes.
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